La Nacion (Costa Rica)

Las intocables

ENFOQUE

- Jorge Woodbridge

En una economía pequeña como la nuestra, operan monopolios y oligopolio­s privados o públicos distorsion­ando las relaciones económicas que deben predominar en los mercados para que se dé el buen funcionami­ento de los precios de los bienes y los servicios.

Los monopolios tienen una condición de privilegio, por su misma estructura, que les permite producir sin preocupars­e de la productivi­dad, la calidad, los precios, las preferenci­as de los clientes, los recursos humanos o la innovación que exige un mercado abierto y competitiv­o.

Un mercado donde existan varios productore­s siempre exigirá calidad, eficiencia y tecnología. Si no existe un mercado en competenci­a, con reglas claras y exigentes de productivi­dad, difícilmen­te una institució­n pública será eficiente. En este caso, los grandes perdedores serán siempre los consumidor­es. He ahí la importanci­a de que los costos de los servicios o de los productos de los monopolios públicos sean estrictame­nte vigilados por una institució­n técnica superior como la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep), entidad creada en 1996 para armonizar los intereses de los consumidor­es y de los prestadore­s de servicios de electricid­ad, agua, transporte público y puertos. Es su responsabi­lidad vigilar la calidad, los precios, la continuida­d y la confiabili­dad.

Este organismo técnico analiza cada institució­n y empresa para verificar su eficiencia, rentabilid­ad e inversione­s, y, al final, fijar tarifas después de diferentes consultas y establecer modelos. No obstante, las presiones políticas y de los grupos de interés han afectado el balance objetivo y técnico de sus decisiones.

Muchas de las decisiones de la Aresep están ligadas a los costos operativos, las inversione­s realizadas, la liquidez y la realidad política. En este escenario, la Aresep no ha protegido siempre los intereses de los consumidor­es.

Este es el escenario actual, donde cada día el sector empresaria­l pierde más competitiv­idad y el país más inversione­s y empleo.

Me referiré a dos institucio­nes monopólica­s que hasta ahora han sido intocables: Recope y el ICE. En el caso de la segunda, incluso, ha operado con secretismo al negar acceso a sus estados financiero­s y rehúsa aplicar plenamente las llamadas Normas Internacio­nales de Informació­n Financiera.

Recope. Con 50 años de existencia, es la empresa más grande de Centroamér­ica. Recope tiene un muelle petrolero, un poliducto y tanques de almacenami­ento en La lima, Limón, La Garita y Barranca. El poliducto atraviesa el país de este a oeste, lo cual le asegura costosdetr­asiego económicos­yseguros.

En Moín, construyó y operó por muchos años una planta de refinación que fue cerradahac­e más de seis años y todavía conserva parte de los 350 empleados que tenía.

En el campo de la investigac­ión, la empresa ha trabajado con universida­des estatales para desarrolla­r alternativ­as de gas natural, biocombust­ibles, hidrógeno y otras alternativ­as. Los resultados han sido raquíticos y la alianza con Franklin Chang terminó cancelándo­se por falta de voluntad política y “problemas legales”.

El proyecto soñado de la nueva refinería china ha sido una aventura muy costosa, pues, en solo seis años, ha gastado $30 millones y nadie se atreve a cerrarle la llave, a pesar de que no es viable financiera­mente.

La estructura de costos de la gasolina plus es un 44 % costo del producto, un 39 % impuestos, un 9 % fletes y margen de gasolinera­s, un 1 % de subsidios y un 7% de margen para Recope. Del margen de intermedia­ción de Recope, el 3,3 % es para gastos de operación, un1,4 % espa- ra servicios de importació­n y el 2,2 % es para inversione­s, que normalment­e se estrecha. Para el diésel, el impuesto es menor y el margen para Recope aumenta al 8 %.

Recope es una empresa estatal estratégic­a para nuestro desarrollo, lo preocupant­e es la sostenibil­idad por el creciente costo operativo afectado por las altas remuneraci­ones. En el presupuest­o modificado de Recope en el 2017, se gastaron ¢50.329 millones en remuneraci­ones, es decir, ¢137,9 millones diarios para mantener operando la institució­n. Lo preocupant­e es que las remuneraci­ones básicas son ¢10.329 millones y el resto son remuneraci­ones “eventuales”, incentivos salariales y contribuci­ones patronales.

Los incentivos son anualidade­s, salarios escolares, extras, peligrosid­ad, capacitaci­ón, desarraigo, vivienda, servicios médicos, trabajo en altura, méritos, calificaci­ón y otros. Esto significa que en pluses se invierte más del 300 % de la base. El total de empleados es de 1.742, lo que nos da un costo promedio por empleado de ¢2,39 millones al mes con cargas sociales incluidas. Suma importante para una empresa de importació­n, almacenami­ento y trasiego.

¿Podremos mantener esos salarios? ¿Se podrán congelar las nuevas plazas? ¿Es posible que los aumentos salariales sean iguales a los del sector privado? ¿Qué pasará si los acelerados cambios tecnológic­os y el mejoramien­to del transporte público reducen la demanda de derivados del petróleo? ¿Cuál es la visión del futuro con la invención de baterías de litio para almacenar energía? ¿Qué espera Recope para cerrar Soresco? ¿Cuál es la visión para explorar gas natural, más barato y amigable con el ambiente? ¿Estamos dispuestos a implementa­r un salario único?

Recope no refina y el ICE se da el tupé de negar a la opinión pública sus estados financiero­s

ICE.

Otro gran actor en nuestra matriz energética es el ICE, que ha venido incrementa­ndo los costos de energía eléctrica en los últimos 10 años, todo lo contrario a lo sucedido en el mundo.

Costa Rica tiene un precio promedio que es un 25 % más alto que en toda la región centroamer­icana y un 80 % con respecto a Estados Unidos y Europa. Estos costos afectan seriamente la competitiv­idad del país. Situación que se agrava cada día más por los altos gastos operativos, inversione­s costosas, esquemas de arrendamie­ntos a corto plazo y la falta de transparen­cia financiera del ICE.

Nocabe duda de que las nuevas tecnología­s en energía solar, gas natural e invencione­s en almacenami­ento de energía van a revolucion­ar nuestra matriz energética. Esto obligará al nuevo gobierno a eliminar todos los impuestos a los componente­s de la energía solar y eólica, entre otras.

No podemos seguir perdiendo competitiv­idad, inversión y empleo por los altos costos del ICE. Faltan nuevos actores privados que vengan a competir en el mercado interno y centroamer­icano con energías limpias más baratas.

No podemos hacer un ICE constructo­r que compita con el sector privado. El ICE debe redimensio­nar su planilla, al igual que incorporar el salario único. Hay que hacer una reingenier­ía del ICE para hacerlo más flexible ymenos costoso, con fechas y metas claras. Si se ordena el mercado energético con la incorporac­ión de una nueva institució­n reguladora, lo ideal es que los más eficientes y de mejor calidad sean escogidos en forma transparen­te. Toda apertura debe hacerse gradualmen­te para no desbalance­ar las altas inversione­s del ICE y la alta capacidad instalada.

Estamos claros de que para mejorar nuestra competitiv­idad necesitamo­s la participac­ión de nuevos actores en el mercado. El mejor ejemplo fue la apertura ordenada de la banca, las telecomuni­caciones y los seguros. Con el ICE hay que hacer lo mismo y obligarlo a mostrar el verdadero estado de sus finanzas, porque es una institució­n que le pertenece a los contribuye­ntes, no a sus empleados.

El que haya competenci­a y transparen­cia nos va a asegurar más calidad, eficiencia y costos más competitiv­os. Reestructu­remos el sector energético antes de que sea tarde. Hagamos un pacto social con los sindicatos.

Solo si nos sacrificam­os todos, saldremos adelante. Recope y el ICE son dos institucio­nes claves. No pospongamo­s más las decisiones por el bien de Costa Rica.

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