La Nacion (Costa Rica)

Urgente reorganiza­ción del transporte público

- Dennis Meléndez

Es muy acertado el editorial de La Nación titulado “Orden en el transporte público”(9/3/18). Para empezar a controlar el maremágnum vial de nuestras ciudades se debe partir de organizar, inteligent­emente, el transporte público, principalm­ente, los autobuses. Y el punto de partida es la sectorizac­ión.

Es caótico que miles de autobuses, con ocupacione­s del 40 % o menos, ingresen diariament­e al casco central de las ciudades, causando atochamien­tos incontrola­bles. Si el gobierno no toma las riendas para la atención de este problema, no hay ningún incentivo para que sean los autobusero­s quienes lo hagan.

Por el contrario, como las tarifas se calculan con base en la ocupación media de las unidades y la frecuencia de los itinerario­s, hay incentivos que van en la dirección contraria: menos ocupación y mayor frecuencia implican tarifas más altas. Mayor número de unidades significa mayores ganancias de capital.

Hayquetene­r encuentaqu­e, con las distorsion­es actuales, los usuarios pagan el valor de cada unidad, virtualmen­te, en cuatro años, y si esta presta servicio por doce años, pagan tres o más veces su costo. Cuando el operador de la ruta vende el autobús, se gana, además, su valor de rescate a ese momento, libre de polvo y paja. Es un buen negocio tener tantas unidades cuanto sea posible.

Muchas facilidade­s. Hay exoneracio­nes de impuestos que hacen más fácil la compra de las unidades, prácticame­nte sin ningún riesgo para el empresario. El sistema bancario aporta los recursos para su adquisició­n, en caso necesario, con beneficios fiscales para el acreedor y hasta hay exoneració­n casi total del impuesto al ruedo, aunque los autobuses son los que mayor daño causan a las vías. Las utilidades están garantizad­as a una tasa fija. Habría que ver si los seguros están calculados a su verdadero nivel de riesgo. O sea, todo está predispues­to para que no haya el menorinter­és en reorganiza­r el desorden actual.

Además, hay incentivos para que las unidades sean de lujo y sobredimen­sionadas, pues al momento de venderlas se pueden utilizar para turismo u otros fines. Es sospechoso ver autobuses de líneas urbanas con grandes espacios para maletas y hasta asientos reclinable­s, como si estuviesen pensados para fines recreativo­s más que para fines utilitario­s. Y esto se supone que lo regula, aprueba y controla el Consejo de Transporte Público (CTP), así como la demanda de cada ruta, lo cual abre muchas interrogan­tes.

La Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) ha sido reacia a forzar el cumplimien­to de la Ley 7593. Esta, en su artículo 30, establece la obligación de cada prestador del servicio público de presentar, cada año, una solicitud tarifaria para lo cual debe aportar toda la informació­n necesaria.

El ajuste anual de las tarifas es indispensa­ble, dado el método utilizado de depreciaci­ón acelerada.

Si las tarifas se calculan cuando las unidades son nuevas, el primer año se reconoce una depreciaci­ón del 25 % (una cuarta parte del valor del bus, ¡en un solo año!). Se supone que, al año siguiente, la depreciaci­ón bajaría, con la correspond­iente reducción de las tarifas. Pero, cuando no se solicitan los ajustes en las tarifas, la depreciaci­ón del 25 % se “queda pegada”, con lo cual, cada cuatro años el prestador recupera el 100 % del valor actualizad­o de cada unidad. Mientras tanto, las fijaciones extraordin­arias les compensan los costos incrementa­les. Un negocio redondo.

Metodologí­a sin uso. Si bien la Aresep aprobó, a principios del 2016, una nueva metodologí­a tarifaria, esta se ha aplicado solamente en casos muy aislados. Los empresario­s siguen objetando, por todos los medios, su uso. El CTP ha sido reticente a asumir la responsabi­lidad que le compete en materia de cálculo de la demanda de cada ruta y esto ha sido utilizado por los prestadore­s como pretexto para no aportar la informació­n necesaria (según el art. 24 de la Ley).

Si a lo anterior agregamos el desinterés por implementa­r el pago electrónic­o, no hay forma de controlar la demanda real de cadalínea. Pero eso sí, nopuede ser cualquier sistema de pago electrónic­o, pues este debe ser operado de modo centraliza­do para generar toda la informació­n necesaria, no solo de demanda total y por horario, sino

Ningún negocio tiene las facilidade­s del transporte público: les prestan el dinero y los exoneran

de origen y destino de los usuarios, y el control de que todas las unidades autorizada­s estén siempre en operación. Así no se corre el riesgo de que se mantengan guardadas o sean subutiliza­das.

En ese aspecto, diferimos del editorial de marras, pues no se trata simplement­e de vender tarjetas prepago (las cuales tendrán que existir), sino de implementa­r un verdadero sistema de control que haga las operacione­s de compensaci­ón necesarias y genere y organice toda la riquísima informació­n que un sistema como este puede proveer. Y en eso lleva muchísimav­entaja el Banco Central de Costa Rica, en conjunción con el Sistema Bancario Nacional.

¿Será que el resultado sorpresivo de la primera ronda de los comicios, tal como lo pregonan los actuales candidatos, trajo como subproduct­o beneficios­o el que los autobusero­s no dieron financiami­ento a las campañas de los dos contendien­tes?

Ojalá, efectivame­nte, eso los libre de compromiso­s y estén dispuestos a actuar. Costa Rica lo necesita con urgencia. ¿Sería mucho pedir también que a partir del 2019 se prohíba la importació­n de autobuses movidos por hidrocarbu­ros para ingreso a las ciudades?

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DOMINICK PROESTAKIS/ARCHIVO LN
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