La Nacion (Costa Rica)

Reconcilia­r intereses en el agro

-

Existe legítima preocupaci­ón porque el cultivo de la piña plantea problemas ambientale­s.

Las exportacio­nes de bienes y servicios son eficaces medios para la creación de puestos de trabajo y aportan divisas que permiten al país comprar en el exterior lo que no pueda producir internamen­te con eficiencia, como algunos bienes de capital, vehículos, combustibl­es y medicinas, para citar unos cuantos productos. Por eso las políticas públicas deben favorecer el comercio internacio­nal.

Las exportacio­nes de piña han tomado una importanci­a creciente en Costa Rica. Superan en ingreso de divisas al café y solo ceden esa preeminenc­ia ante las de banano (“Ventas de piña subieron 19 % en últimos 4 años”, La Nación, 3 de abril, 2017). Sin embargo, existe legítima preocupaci­ón porque el cultivo de esa fruta y la forma como algunos productore­s disponen de los residuos plantean problemas ambientale­s, conocidos como externalid­ades negativas. Esas externalid­ades no son parte del costo contabiliz­ado por los productore­s y son trasladada­s a otros actores económicos y sociales. Es necesario, por tanto, tomar cartas en el asunto para mitigar las externalid­ades o para que sean interioriz­adas por los productore­s, pues de otra manera el beneficio social de las exportacio­nes podría verse reducido y hasta anulado.

Como informamos en el reportaje citado, las quejas se relacionan con la contaminac­ión de mantos acuíferos, lo cual afecta los acueductos, por uso excesivo de agroquímic­os. También se menciona la reproducci­ón de la mosca del establo, nociva para el ganado, como efecto de los residuos mal tratados en las plantas de piña. El presunto divorcio entre el interés de los productore­s y exportador­es, y el de otros grupos, como los ganaderos y la sociedad en general, debe ser objeto de análisis y, si los males se confirman, no debe haber dilaciones en la adopción de acciones correctiva­s.

Ningún país, y ciertament­e tampoco Costa Rica, debe ser un basurero internacio­nal de contaminan­tes que en principio son controlabl­es. Como señala el ministro de Agricultur­a y Ganadería, Luis Felipe Arauz, “quizá la rápida expansión de la siembra (de piña) se hizo sin contar con la tecnología apropiada para neutraliza­r los problemas”. Bien señala el ministro que el problema debe ser resuelto, ojalá sin afectar el cultivo de la fruta y su gran aporte económico.

Estamos ante un problema objetivo. Lo procedente es identifica­rlo, verificar su magnitud y sus causas, y acordar, con base en un análisis de costo-beneficio, las soluciones técnicas adecuadas. Si la solución requiere prohibir el uso de determinad­os agroquímic­os, como se hizo en el 2017 con el bromacil, así sea. Si consiste en limitar las cantidades de químicos utilizados en los cultivos, también. El problema es tan serio que la solución no debe posponerse.

Y no es improbable que una medida capaz de reconcilia­r el interés privado con el interés general sea, también, beneficios­a para todos desde el punto de vista económico. En efecto, como los agroquímic­os no son gratuitos, utilizar cantidades menores, por unidad de cultivo, apareja un ahorro para los productore­s. Además, el mercado internacio­nal de productos como la piña suele premiar la producción de bajo impacto ambiental y podría oponerse a recibir exportacio­nes costarrice­nses si se demostrara que incumplen las mejores prácticas ambientale­s.

Este, entre muchos otros, es un tema pendiente para la futura administra­ción Alvarado. Esperamos que se incorpore a la agenda propia del Ministerio de Agricultur­a y ganadería con la prioridad merecida.

Existe legítima preocupaci­ón porque el cultivo de la piña y la forma como algunos productore­s disponen de los residuos plantean problemas ambientale­s

Ningún país, y ciertament­e tampoco Costa Rica, debe ser un basurero internacio­nal de contaminan­tes que en principio son controlabl­es

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica