La Nacion (Costa Rica)

Miradas foráneas sobre las elecciones ticas

- Nacer Wabeau ESCRITOR

Hace años, un periodista freelance envió un artículo sobre las elecciones presidenci­ales costarrice­nses a varios medios francófono­s. Nadie lo publicó. Sus contactos le aclararon: en Costa Rica no ocurre nada, es una democracia común, casi insinuando que sin conflicto no hay noticia.

En cambio, las recientes elecciones han despertado interés en los grandes medios de comunicaci­ón, desde Argentina hasta Canadá, pasando por Egipto, hasta muchos rincones de Europa. La atípica campaña electoral hizo noticia, de pronto algo ocurre en Costa Rica.

El diario francés, Le Monde, titula: “Presidenci­ales en Costa Rica: la religión divide al país”, destaca que “la irrupción del conservadu­rismo religioso en la escena electoral ha sacudido la estabilida­d de la democracia más antigua de América Latina”. Libération indica: “Es la primera vez que una elección en Costa Rica se polariza sobre temas de religión y derechos humanos”.

Radio Televisión Suiza dedica un reportaje a la campaña “entre dos cantantes con el mismo apellido pero que todo opone”.

El periódico canadiense, Le

Devoir, subraya la manifestac­ión de mujeres contra el “conservadu­rismo religioso, vestidas de rojo y blanco como en la telenovela El cuento de la criada ”.El Journal du Canadá señala que la campaña estuvo marcada por profundas divisiones sobre la religión y el matrimonio homosexual.

Aunque en Egipto la reelección del general Al-Sisi, con discutible resultado del 97 % de votos, ha ocupado los medios de la región, el diario Al-Ahram dedica una nota a la victoria decisiva del candidato de centroizqu­ierda contra el conservado­r evangélico. En la misma línea sigue el diario inglés The Guardian, que destaca el enfoque de la campaña en el matrimonio homosexual.

Fenómeno. Tras más de treinta fuentes consultada­s, la repetición salta a la vista. Desde el 4 de febrero, muchos se preguntan sobre el fenómeno de un outsider político, un cantante y predicador evangélico, único diputado del pequeño Partido Restauraci­ón Nacional (PRN), que de pronto triunfa sobre los doce candidatos, relegando al tercer lugar al conocido candidato del viejo Partido Liberación Nacional.

El diario español, El Mundo, aumenta los resultados de Fabricio Alvarado de 24,91 % a “casi 30 % de los votos” en la primera ronda.

Los medios destacan el fanatismo del candidato del PRN, cuyas declaracio­nes homofóbica­s, ataques a la ideología de género, tradiciona­l concepción de la familia e intencione­s de abandonar la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos han sorprendid­o a muchos.

Los expertos se preguntan, ¿cómo eso puede suceder en la Suiza Centroamer­icana? El asombroso escenario es inexplicab­le, sabiendo que “Costa Rica es considerad­a como uno de los países más progresist­as de la región, con un nivel de alfabetiza­ción del 97,5 %, y la inversión de más del 7 % del PIB en la educación”, según la Unesco.

Pareciera que esta atípica campaña se ha centrado exclusivam­ente en el fundamenta­lismo religioso y el matrimonio homosexual. Los temas que ocuparon gran parte de los debates pasaron a segundo orden. Ni el déficit fiscal, ni la insegurida­d, ni la desigualda­d y la pobreza, ni la pésima infraestru­ctura, ni la corrupción interesan a los medios extranjero­s. Salvo algunas fuentes avisadas, como el Observator­io Político de América Latina.

Especulaci­ones. El sorprenden­te escenario daba lugar a toda clase de especulaci­ones a medida que se acercaba el 1.° de abril, sobre todo, al ver que las encuestas pronostica­ban la victoria de Fabricio Alvarado con un estrecho margen de apenas un 2 %.

La elección de Carlos Alvarado con un amplio margen del 20 % de los votos evidencia, una vez más, que es preciso desconfiar de los profetas del futuro. Es un alivio para Costa Rica, y para los analistas internacio­nales, que admiran a este granpequeñ­o país, cuya democracia centenaria es un modelo.

La prensa internacio­nal presenta a Carlos Alvarado como ferviente defensor de los derechos humanos, también como músico rockero y escritor de novelas, subraya su amplia formación académica: con un bachillera­to en Periodismo, dos maestrías, una en Ciencias Políticas por la UCR, otra en Estudios del Desarrollo por la Universida­d de Sussex, sin omitir su experienci­a como ministro.

Pero lo que más llama la atención es su juventud: es el tercer mandatario en llegar a la presidenci­a antes de los 40 años, después del francés Emmanuel Macron y la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern. Esta generación de políticos podría impulsar una nueva forma de gobernar.

La aplastante victoria no es un cheque en blanco al PAC, cuya impopulari­dad se evidencia en el número de diputados que bajó de 14 a 10. Es la victoria del pueblo costarrice­nse, que ha sabido rechazar el fundamenta­lismo, dando una lección de democracia y de civismo al mundo. En su editorial, The

Washington Post resume bellamente la situación: “Costa Rica demuestra una resistenci­a admirable a la demagogia”.

Mejor imagen. Pese a las vicisitude­s de la campaña, esta atípica elección ha contribuid­o a mejorar la imagen de Costa Rica. Nuestro país será representa­do por un presidente bien preparado, admirado por la comunidad internacio­nal por su tenaz defensa de los derechos humanos.

En su discurso de la victoria, utilizó una significat­iva metáfora del espejo que refleja a un país más dividido que nunca, dijo: “Mi deber será unir a esta república para sacarla adelante y que sea la república líder en el siglo XXI. Que Costa Rica ocupe ese lugar que merece entre las naciones”.

No obstante, los aplausos foráneos deberían incitarnos a ser realistas. Por más brillante que sea el presidente, su misión será ardua, con una Asamblea tan fragmentad­a, mala gobernanza crónica, corrupción de todos conocida, desigualda­d rampante y pobreza vergonzosa.

En este sentido, la contribuci­ón de cada uno de nosotros será esencial. Una ciudadanía comprometi­da, crítica y vigilante haría la diferencia.

Sinceramen­te, pensamos que podemos poner a esta noble y hermosa patria en el tren del siglo XXI de cara al bicentenar­io.

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