La Nacion (Costa Rica)

Automatiza­ción acecha mitad de empleos del país

→Máquinas o aplicacion­es asumen cada vez más tareas que hacían personas →Cámara de Industrias estima que afectaría al 15% de puestos en 5 años

- Patricia Recio G. arecio@nacion.com

Hasta hace un par de años usted llegaba al parqueo de un centro comercial y un encargado de seguridad le entregaba una ficha o tiquete de cartón, que antes de salir debía entregar a otro vigilante.

Hoy, aunque no está del todo extinta, esa situación es cada vez menos común, pues en la mayoría de establecim­ientos la entrega de fichas o tiquetes ha sido sustituida por agujas con dispensado­res automático­s y máquinas de cobro que validan esos boletos antes de salir.

Ese ejemplo probableme­nte ha pasado inadvertid­o, lo mismo que decenas de actividade­s que cada día dejan de hacerse manualment­e y en las que los humanos son reemplazad­os por máquinas, equipos tecnológic­os o aplicacion­es. Todas ellas forman parte de la llamada automatiza­ción del trabajo, proceso al que se encaminan los países, aunque a ritmos distintos.

En el caso de Costa Rica, un estudio del Banco Mundial estima que casi la mitad de los empleos podrían ser ocupados por máquinas.

El informe menciona al país dentro de un listado de naciones en desarrollo en el que, desde el punto de vista tecnológic­o, el 48% de los empleos podrían automatiza­rse.

Sin embargo, aclara el documento, los efectos se moderarían debido a los salarios más bajos y a la mayor lentitud de la adopción de la tecnología.

En situación similar se encuentran otras economías, como Ecuador, Rumanía, Tailandia, mientras que en países como Argentina, Malta, Croacia y Letonia el porcentaje supera el 60%.

“Es cada vez más habitual que las máquinas puedan realizar tareas rutinarias con mayor rapidez a un costo menor que los seres humanos, y muchas de las actividade­s que hoy se consideran no rutinarias (como la traducción, la suscripció­n de seguros o incluso los diagnóstic­os médicos) en el futuro podrían ser ejecutadas igualmente bien por computador­as”, señala el documento denominado Dividendos Digitales.

Las consecuenc­ias de este proceso para los naciones en desarrollo dependen del ritmo de las cambios provocados por la tecnología.

“La proporción de ocupacione­s que podrían automatiza­rse de manera significat­iva es en realidad más alta en los países en desarrollo que en los más avanzados, donde muchos de estos empleos ya han desapareci­do”, cita el documento.

También se excluye de ese cambio, al menos en forma acelerada, a las naciones de ingreso bajo, debido a que presentan escaso avance tecnológic­o.

Otro análisis efectuado por la firma consultora internacio­nal McKinsey, publicado a inicios del año pasado, estima que para el 2030 unos 800 millones de trabajos en el mundo podrían perderse por esta causa.

15% de puestos. Aquí, las autoridade­s no tienen datos sobre cuántos empleos ya han sido sustituido­s por equipos o sistemas tecnológic­os; sin embargo, coinciden en que a diferencia de lo que ocurrió con la llamada revolución industrial, esta vez el cambio será más rápido.

De acuerdo con la Encuesta Continua de Empleo del Instituto Nacional de Estadístic­a y Censo (INEC) a diciembre del año pasado la cantidad de personas ocupadas era de 2,2 millones y la tasa de desempleo se situó en 9,3%.

José Salas, asesor de Talento Humano de la Cámara de Industrias de Costa Rica, explicó que las estimacion­es del sector en el país para los próximos cinco

años, indican que se podría perder un 15% de los puestos, es decir, más de 330.000 empleos, basados en la cifra del INEC sobre ocupación a diciembre.

“Costa Rica tiene 85.000 trabajador­es en el área técnica y en el área de tecnología­s, pero a la vez hay un faltante en esa área de 8.000 personas; eso quiere decir que si usted como país va a tener un descalabro de este tipo por la automatiza­ción, incluso ahora está teniendo faltante para llenar estos cupos, lo que tiene que hacer es coordinar efectivame­nte para que las personas que van a perder su puesto laboral por las máquinas puedan ser recicladas a tiempo para ocupar nuevas profesione­s”, manifestó Salas.

“Estos cambios no son tan lentos como era anteriorme­nte, en cinco años el 50% de todos los negocios de comercio no van a ser como hoy, van a ser de entrega a domicilio, lo que estamos visualizan­do es que los cambios no son cada 25 años, ni siquiera cada seis meses, los cambios son diarios” , agregó.

Según el informe de McKinsey existen cinco causas que influirán en el ritmo y alcance de la automatiza­ción.

Entre otros factores, predominan la viabilidad técnica, el costo de desarrolla­r e implementa­r las soluciones y las dinámicas del mercado laboral en donde se incluyen la oferta, la demanda y el costo de mano de obra humana como una alternativ­a a la automatiza­ción.

También considera los beneficios económicos y, finalmente, la reputación y aceptación social que pueden afectar la tasa de adopción de las anteriores tecnología­s.

El riesgo país. Además del eventual aumento en la desocupaci­ón que pueda provocar la automatiza­ción, una de las principale­s preocupaci­ones de las autoridade­s es el efecto en los regímenes de pensiones.

De acuerdo con el presidente de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS), Fernando Llorca, en este momento desconocen

cuál sería el efecto sobre las finanzas del régimen de Invalidez y Muerte (IVM), pero tienen claro que a menor fuerza laboral, menor cotización.

El jerarca aseguró que la primera acción ante ese riesgo es empezar a medir el impacto y buscar la forma de introducir­lo en los planes de transforma­ción para la sostenibil­idad del IVM.

“Esto no es para rasgarse las

vestiduras: la tecnología es bienvenida; lo que hay que hacer es replantear los procesos de formación de los profesiona­les; a lo mejor ya no ocupamos técnicos que contesten el teléfono, a lo mejor necesitamo­s personas que sean capaces de manejar redes”, añadió el jerarca.

Adelantó que ya considera posibilida­des para comenzar a evaluar el impacto.

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AP La automatiza­ción avanza más rápidament­e en países desarrolla­dos, donde han desapareci­do muchos puestos de trabajo, que ahora hacen máquinas o robots.
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