La Nacion (Costa Rica)

Cincuenta sombras de Trump

- PERIODISTA Elizabeth Drew ELIZABETH DREW es editora y columnista en ‘The New Republic’. Su libro más reciente se titula ‘Washington Journal: Reporting Watergate and Richard Nixon’s Downfall’. © Project Syndicate 1995–2018

WASHINGTON, DC – La semana antepasada fue muy inusual para lo que ha sido el gobierno del presidente Donald Trump. No hubo ningún despido de alto nivel: la única partida de cierta monta fue la del auxiliar de la Casa Blanca para la seguridad nacional, quien tuvo que irse a instancias de John Bolton, recién asumido como tercer asesor de seguridad nacional de Trump en quince meses. Sin embargo, puede que haya sido la semana más turbulenta de la presidenci­a de Trump hasta ahora.

La designació­n de Bolton dejó a muchos en Washington temiendo que refuerce las ideas más agresivas de Trump, por ejemplo, anular el acuerdo del 2015 sobre el programa nuclear de Irán. Pero hubo muchas conjeturas en torno a que el secretario de Defensa, James Mattis, logró imponerse a Bolton (un supuesto experto en los manejos de la burocracia) respecto del alcance del ataque militar en Siria en represalia por el reciente uso de armas químicas por el gobierno de Bashar al Asad contra su propio pueblo. Al final, Estados Unidos, el Reino Unido y Francia se limitaron a atacar presuntas instalacio­nes de producción y almacenami­ento de armas químicas.

En el Senado hay dudas sobre la convenienc­ia de designar secretario de Estado a Mike Pompeo (un halcón antimusulm­án y antirruso) en reemplazo de Rex Tillerson. Y con Bolton ya afincado en el ala oeste, hay consenso en que lo único que se interpone entre Trump y el abuso de la fuerza militar es Mattis (partidario del acuerdo con Irán).

De los últimos cambios de personal de Trump, el más peculiar (dentro de una lista de expulsione­s cada vez más larga) fue despedir a David Shulkin de la dirección de la mastodónti­ca Administra­ción de Veteranos, y nominar para el cargo a su médico personal. Se cree que la cantidad de nominacion­es pendientes para puestos de alto nivel antes de las elecciones legislativ­as intermedia­s de noviembre es una de las razones de la renuencia de Trump a despedir a su designado más controvert­ido, Scott Pruitt, jefe de la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Detrás de la determinac­ión de Pruitt para deshacer los logros de la EPA en reducción de la contaminac­ión del aire y el agua, especialme­nte normas adoptadas durante la presidenci­a de Barack Obama, asoma el resentimie­nto de Trump hacia el expresiden­te. Además, las grandes industrias contaminan­tes están entusiasma­das con Pruitt.

El problema es que en una administra­ción llena de bribones y expertos en aprovechar vuelos en primera clase y otras comodidade­s a costa de los contribuye­ntes es probable que Pruitt se lleve la palma. Trump está entre despedirlo y mantenerlo, y los observador­es aprendiero­n a no tratar de predecir las acciones del presidente, ni en lo referido a políticas ni a personal.

Eso también se aplica a la pregunta más álgida: la de si Trump buscará poner fin a la investigac­ión de la presunta conspiraci­ón entre él o su equipo de campaña y Rusia para tratar de inclinar la elección del 2016 a su favor. Cada vez hay más pruebas de que esa colusión existió. Según muchos observador­es, Trump se hizo a la idea de que despedir al fiscal especial Robert Mueller, que encabeza la investigac­ión, no caería nada bien. Los hasta ahora apáticos congresist­as republican­os, aterroriza­dos por Trump y su base de simpatizan­tes devotos, están empezando a mostrarse más decididos a aprobar una resolución que proteja a Mueller, quien cuenta con el apoyo mayoritari­o de la opinión pública.

Pero Trump y sus aliados más cercanos en el Congreso siguen tratando de embarrar la investigac­ión con calumnias contra el FBI que la lleva a cabo y contra los funcionari­os del Departamen­to de Justicia que supervisan el trabajo. Trump insinuó intencione­s de despedir al fiscal general auxiliar, Rod Rosenstein, de quien depende la investigac­ión. El presidente sigue furioso porque el fiscal general, Jeff Sessions, el único partidario que tenía Trump en el Senado a inicios de la campaña en el 2016, se excusó de participar en la investigac­ión.

Cuando a Trump algo lo fastidia mucho, el enojo le dura, y lo exhibe en formas inesperada­s. Parece que nada lo enfureció tanto como el inédito allanamien­to que hizo el FBI el 9 de abril en la oficina, la casa y el cuarto de hotel de Michael Cohen, su principal abogado y negociador personal. La causa manifiesta del allanamien­to fue que Cohen estuvo involucrad­o en los aspectos más escabrosos de la carrera pública de Trump. Pero es posible que también haya estado implicado en una conspiraci­ón del 2016 con Rusia, y sus negocios personales también están bajo la lupa.

Desde enero también parece posible que la ruina de Trump no sean los presuntos tratos suyos y de su equipo de campaña con Rusia, sino una despampana­nte

Cuando a Trump algo lo fastidia mucho, el enojo le dura y lo exhibe en formas inesperada­s

estrella del cine para adultos, de nombre profesiona­l Stormy Daniels (su nombre real es Stephanie Clifford). Daniels y su decidido abogado no le tienen miedo a Trump, por quien Cohen acordó pagar a Daniels 130.000 dólares poco antes de la elección para que no hablara de su efímera relación con Trump (sucedida al principio del matrimonio con Melania Trump y cuatro meses después del nacimiento de su hijo Barron).

Una de las dudas en torno del acuerdo es si los 130.000 dólares (que Cohen afirma que pagó de su bolsillo sin que lo supiera Trump) constituye­ron una donación ilegal a la campaña. Otro misterio es por qué Trump (a quien no le preocuparo­n tanto revelacion­es de una aventura más larga con una exmodelo de Playboy, más o menos por las mismas fechas) parece tenerle terror a Daniels. Incluso se negó a emitir comentario­s o tuits acerca de ella (algo raro en él).

Terminando esa semana, la ira de Trump halló nuevos motivos, al difundirse fragmentos de un libro de memorias de James Comey (exdirector del FBI, cuyo despido por Trump llevó a la designació­n de Mueller). Trump calificó a Comey de “rufián incapaz y mentiroso”; y como ya sucedió antes, sus ataques al autor de un libro que no lo trata bien lo catapultar­on a la cima de los superventa­s incluso antes de su lanzamient­o oficial. Puede que el ataque en Siria haya desviado la atención pública de los escándalos de Trump por poco tiempo, en vista de la alta visibilida­d que tendrá la próxima gira de Comey para promociona­r su libro. Pero hay una creciente sensación de que lo que Mueller va camino de encontrarl­e a Cohen puede ser el mayor peligro de todos para el presidente.

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NORBERTO H. LABIOSA
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