Radar alertará con más precisión sobre riesgos de tormentas
→Tecnología permite detallar cuáles ríos y quebradas reciben más agua llovida →Seguimiento será más exacto, pues los datos se generan de manera inmediata
Cuando el huracán Otto ingresó en nuestro país, en noviembre del 2016, ya estaban desalojadas las barras de Tortuguero y Colorado, en Limón.
A quienes golpeó el efecto del ciclón, sin embargo, fue a los vecinos de Upala, Alajuela, y Bagaces, Guanacaste. Ellos ni sospechaban del impacto que iban a causar las lluvias extremas que cayeron, porque en aquel momento no se tenían los instrumentos de medición apropiados.
Aquella historia no se debería repetir con el nuevo radar que instaló el Instituto Meteorológico Nacional (IMN) en su edificio, en barrio Aranjuez, San José.
Expertos de Estados Unidos realizan pruebas para lograr el máximo alcance del radar, ya que, por lo quebrado de nuestro territorio, algunas zonas detrás de las cordilleras son de difícil alcance, pero al menos se va a cubrir la Gran Área Metropolitana (GAM).
No se descarta colocar en el futuro radares en otras regiones, para ampliar la cobertura.
Con esa tecnología se podrá tener más claro cuáles ríos y quebradas están recibiendo más agua y así comunicarlo a los comités regionales de las zonas afectadas.
Eso será de gran ayuda para que los cuerpos de socorro tengan, de primera mano, la posibilidad de actuar a tiempo ante una inundación repentina y generar alertas tempranas en caso de una emergencia.
Actualmente, solo se tenía la imagen del satélite que mostraba la nube de la tormenta, pero no se sabía en qué parte estaba más fuerte la lluvia. Ahora, el radar se complementa con la información satelital, destacó Luis Fernando Alvarado, del Departamento de Climatología del IMN.
“Vamos a localizar cosas que con el satélite no se pueden hacer, porque el satélite capta la nube de arriba para abajo, mientras que el radar lo hace de abajo para arriba, lo que permite una imagen tridimensional y una idea de cómo está conformado el fenómeno lluvioso”, detalló.
Ante nuevos eventos meteorológicos, el Instituto tendrá más precisión, ya que con el radar es más fácil seguirle la pista al fenómeno en el tiempo. Con el satélite, en contraparte, siempre habrá más de 15 minutos de retraso, mientras que con el radar va a ser inmediato.
El radar no solo permite ver dónde llueve, sino cómo llueve, aclaró Alvarado.
En Centroamérica, solo Costa Rica carecía de este instrumento y, de no haber sido por las millonarias pérdidas que dejaron el huracán Otto, en el 2016, y la tormenta tropical Nate, el año pasado, posiblemente se habría seguido sin atender la solicitud que hace más de 15 años hizo el IMN para contar con este dispositivo.
El hecho de tener imágenes de mayor resolución permite determinar mejor el posible impacto directo o indirecto de un ciclón o una tormenta local.
El IMN espera realizar ajustes en sus equipos y en su plataforma de redes sociales, para que esas imágenes estén en línea y puedan ser observadas por los interesados.
Lidier Esquivel, jefe de Investigación y Análisis del Riesgo de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), dijo que ese instrumento permitirá darles seguimiento a las tormentas que se desarrollan en cualquier parte de la GAM y así alertar, con anticipación, a los comités de emergencia. Puntos vulnerables. La Comisión identifica en el país al menos 1.500 comunidades con algún tipo de riesgo.
Con la consigna de que basta un solo huracán para ocasionar un gran desastre, el IMN y la CNE se aprestan a afrontar la temporada que se inicia este viernes, sin bajar la guardia.
De momento, la meteorología no puede precisar con exactitud cuántos huracanes se van a formar, ni sus trayectorias. Solo cuando se les da seguimiento desde que se gestan, se puede tener un modelo de su desplazamiento y activar las alertas a los países en ruta.
Esquivel mencionó algunas zonas que históricamente causan más eventos, como las zonas bajas del río Tempisque y Nosara, en Guanacaste, al igual que las comunidades puntarenenses de Paquera, Lepanto y Arancibia, y los cantones de Parrita y Quepos.
En el Pacífico sur citó Osa, Corredores y Golfito, que han sido de las más afectadas, así como la parte alta y media del río Térraba, a su paso por Pérez Zeledón y Buenos Aires.
Toda la planicie del Caribe, Sixaola, el valle de La Estrella y los ríos Banano y Bananito, así como Siquirres y Matina, son otras regiones que sufren embates y son vigiladas.
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