La Nacion (Costa Rica)

Estudiante que salió de Nicaragua: ‘Tengo miedo que me maten’

Alumno de Medicina, de 19 años, afirma haber sido atacado mientras socorría a jóvenes heridos en protestas contra Gobierno

- Rebeca Madrigal rebeca.madrigal@nacion.com

“NOSOTROS PUSIMOS LOS MUERTOS, DESDE EL PRIMER MUERTO. ÉL (DANIEL ORTEGA) SE TENÍA QUE IR, NOS DIJERON QUE NOS ESTÁBAMOS INVENTANDO LOS MUERTOS, (ROSARIO) MURILLO NOS DIJO QUE TENÍAMOS EL CINISMO DE ESTARNOS INVENTANDO LOS MUERTOS, NOS PARECIÓ MUY CÍNICO; NOSOTROS VIMOS LOS MUERTOS, LOS ATENDIMOS…MI VIDA CORRE PELIGRO NO SOLO

POR HABER ANDADO AHÍ (EN LAS PROT ESTAS), SINO POR SER JOVEN EN NICARAGUA. LO QUE MÁS ME IMPACTÓ FUE LA PRECISIÓN DE DONDE GOLPEARON (A LOS MUERTOS); ERAN PUNTOS VITALES, CABEZA, PECHO AL LADO IZQUIERDO, CUELLO, PARTES DONDE SON VITALES. MI VIDA CORRE PELIGRO.

Otto Gallo

Estudiante nicaragüen­se

“Aun si hubiese sido un solo muerto, la lucha de los estudiante­s nicaragüen­ses, estaría en pie...”, dice Otto Gallo con aires de desafío.

Él es uno de los rostros de las protestas en Nicaragua.

Un mes y medio después de iniciar la lucha contra el gobierno de Daniel Ortega y de su esposa, Rosario Murillo, ya no es un muerto, sino 137, en su mayoría estudiante­s.

Ellos mantienen el cierre de universida­des y los bloqueos en las calles como medida de presión para que la “gran familia” deje el poder.

Con tan solo 19 años, Gallo ha vivido la mayor parte de su vida bajo el régimen de Ortega; sin embargo, el pasado miércoles viajó a Costa Rica por orden de su madre, quien teme que su hijo se sume a la lista de muertos que no para de aumentar.

Desde que empezó el conflicto, ha habido un incremento en la solicitud de refugiados en Costa Rica, según la vicepresid­enta de la República, Epsy Campbell, quien aseguró que el país tiene la capacidad para atender los migrantes que huyen de la represión, confirmada hasta por la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH).

En las protestas, los jóvenes son los protagonis­tas: toman posesión de universida­des y de zonas comerciale­s para presionar al Gobierno.

Por eso, los reprimen, dice este joven, quien relató que en Nicaragua ser estudiante pareciera ser un delito.

“No es que no recibimos clases porque no queramos, simplement­e no vamos a recibir clases cuando está corrupta la autoridad universita­ria”, manifestó el alumno de Medicina.

Gallo no es de los que pretende quedarse en Costa Rica; lo hace porque su mamá así lo quiso, pero no duda en reconocer que desea regresar y mantenerse en pie de lucha.

En nuestro país, el joven se refugia en la vivienda de una amiga de su madre.

En Nicaragua dejó a sus padres y tres hermanos, incluido un bebé de ocho meses de nacido, quienes desde su casa escuchan los disparos y bombas que se detonan en la Universida­d Politécnic­a, que había sido tomada por los alumnos.

“Yo no me siento seguro en mi país; siempre tengo el miedo que me maten”, dijo.

“Mi vida corre peligro no solo por haber andado ahí (en las protestas), sino por ser joven en Nicaragua”, agregó.

Responsabl­e.

Gallo asegura que la Policía no ha cumplido su labor de proteger al pueblo, sino todo lo contrario y le achaca las muertes al presidente del país.

“Nosotros pusimos los muertos, desde el primer muerto, él (Ortega) se tenía que ir”, dice.

“Nos dijeron que nos estábamos inventando los muertos, (Rosario) Murillo nos dijo que teníamos el cinismo de estarnos

inventando los muertos, nos pareció muy cínico; nosotros vimos los muertos, los atendimos…”, describió este estudiante de Medicina.

También detalló que en Nicaragua la tortura es un mecanismo de represión.

“Con la mejor de las suertes, lo mejor es que te lleven al Chipote (centro de detención) y que te saquen vivo; eso es lo que mejor que te puede llegar a suceder si te agarran”, indicó.

“Al primo de una amiga lo agarraron, se lo llevaron y cuando lo estaban torturando le dijeron: “Para que sepás que esta es la ‘gran familia’”, en alusión a quienes están en el poder.

Como alumno de tercer año de Medicina, Gallo fue parte del cuerpo médico que auxilia a los heridos de las protestas.

Ha visto morir a otros estudiante­s y también vivió en carne propia el ataque de la Policía y de los paramilita­res.

La primera vez que relata haber sido atacado fue en el inicio de las protestas: el 19 de abril, mientras socorría a una indigente en silla de ruedas; los gases lacrimógen­os lo alcanzaron en una estación de gasolina.

En la catedral.

Al día siguiente fue impactado por una bala de goma.

Otto Gallo fue una de las 600 personas que se refugiaron en la Catedral metropolit­ana de Managua, luego de un ataque de los supuestos antimotine­s en aparente coordinaci­ón con otros grupos informales, que también estaban armados.

“Lo que más me impactó fue la precisión de donde golpearon (a los muertos); eran puntos vitales, cabeza, pecho al lado izquierdo, cuello, partes donde son vitales”, denunció.

Desde el inicio del conflicto, su labor también ha sido desmentir informacio­nes que corren por redes sociales que buscan confundir a los nicaragüen­ses y a la comunidad internacio­nal sobre lo que allí ocurre.

En ocasiones, los estudiante­s hasta pagan las recargas de teléfono a otros que se mantienen en los “puntos calientes”, para que puedan informar su versión de los hechos.

Desde Costa Rica, Otto no pierde el impulso de regresar a Nicaragua, aunque sea para mantenerse en lucha.

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MULTIMEDIA DE LA NACIÓN Otto Gallo afirma que desde su casa se escuchan los disparos y las bombas que se detonan en la Universida­d Politécnic­a.
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AFP Nicaragua sigue sumida en el caos y la violencia, por los constantes enfrentami­entos de la gente con las fuerzas de seguridad.

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