La Nacion (Costa Rica)

¿Cambiará España después del batacazo?

- [©FIRMAS PRESS] duranayane­gui@gmail.com

Es posible que algo bueno salga de los crímenes y castigos habidos en España. Tal vez cambien de manera permanente las malsanas relaciones entre lo que antiguamen­te llamaban la clase dirigente y los políticos.

Me explico. Al Partido Popular (PP) lo destrozó la corrupción. Muy poca gente creía en su inocencia. Por eso, Mariano Rajoy perdió el poder. Algo parecido a lo que le sucedió a la Democracia Cristiana italiana a principios de la década de los noventa. La severidad de las sentencias de los jueces españoles contra los responsabl­es de la Operación Gürtel fue devastador­a. Era la perfecta coartada para liquidar al PP mediante una moción de censura en el Parlamento.

No es que 180 diputados sufrieron un espasmo súbito de honradez. Fue el instinto matador de los políticos. Vieron una oportunida­d de tirarse a la yugular de la derecha y la aprovechar­on. Unos por razones ideológica­s. Eran sus enemigos de clase. Otros por cuestiones de identidad. Veían al PP como los promotores del españolism­o: ese supranacio­nalismo que ahoga a los otros nacionalis­mos regionales.

Muchos de ellos pertenecía­n a partidos que no estaban libres de pecado. Los liberales de Convergenc­ia habían tenido que refundarse como Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCat) por graves casos de corrupción. Los comunistas de Podemos han sido acusados de recibir dinero de Irán, los mayores patrocinad­ores del terrorismo islamista, y de financiars­e con dinero de Venezuela, un pavoroso narco-Estado que, según Transparen­cia Internacio­nal, encabeza la lista de las naciones latinoamer­icanas corruptas, lo que ya es mucho decir.

Más corrupción.

Es probable que al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) le suceda lo mismo con los casos ERE. Pronto los tribunales dictarán las sentencias y los aliados de la víspera sentirán otra vez el instinto matador. ERE es el acrónimo de Expediente de Regulación de Empleo. Si las trampas con el dinero público que llevaban a cabo algunos tipos inescrupul­osos del PP, o de su entorno, se centraban, fundamenta­lmente, en Madrid, Valencia y Galicia, los socialista­s inescrupul­osos recurrían, en primer lugar, a Andalucía, territorio que han gobernado durante muchos años.

Los delitos cometidos son similares: apropiació­n indebida, blanqueo de capitales, falsificac­ión de documentos públicos, tráfico de influencia, cohecho (soborno) activo o pasivo y un vasto etcétera. Por eso las sentencias son tan severas: cada delito conlleva una pena. Se suman las penas y surgen esas cifras terrorífic­as.

Lo que sigue no son mis reflexione­s, sino las de Douglass North, uno de los grandes pensadores norteameri­canos del siglo XX, Premio Nobel de Economía en 1993.

Durante milenios los cortesanos emprendedo­res y los jefes políticos se han repartido las rentas más suculentas en detrimento del pueblo llano. Ambos grupos se retroalime­ntan. Son las “sociedades de acceso limitado”. Pero, a fines del siglo XVIII, ocurrió la revolución en Estados Unidos y, de pronto, unos granjeros blancos, descendien­tes de británicos, se vieron conminados a organizar un Estado independie­nte.

Como se habían enfrentado a la monarquía inglesa y a sus aristócrat­as, proclamaro­n que todos los ciudadanos eran iguales ante la ley y poseían los mismos derechos y obligacion­es. Pero no lo hicieron de una manera retórica hueca, sino porque realmente lo creían. Solo que ese principio los llevó a fundar la República sobre la base de la meritocrac­ia, el mercado, la renovación permanente de los servidores públicos mediante la regla de la mayoría y la subordinac­ión de todos a la Constituci­ón. Habían creado, sin proponérse­lo, la primera “sociedad de acceso abierto”.

Como el experiment­o dio resultados de inmediato, contra el criterio de los viejos poderes europeos, poco a poco algunas de las naciones comenzaron a copiar el modo de comportami­ento estadounid­ense, adaptándol­o a sus tradicione­s y valores. Ese es el caso de Holanda, la propia Inglaterra, Francia, los países escandinav­os e incluso naciones ajenas a Occidente como Japón o Corea del Sur para un total de 20 o 30 naciones de “sociedades de acceso abierto”.

Es probable que España, a partir de ahora, se sume a ese pelotón de cabecera. Si es así, la sacudida ha valido la pena.

Como tantas otras, la palabra milagro tiene varios significad­os, pero el principal, según el DRAE, es este: “Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervenci­ón sobrenatur­al de origen divino”. De esta manera, lo milagroso queda relegado al ámbito de lo místico, aunque el diccionari­o debería mejorar la definición aclarando que los milagros, por ser poco frecuentes, no son estadístic­amente significat­ivos.

Esto no quiere decir que pretendemo­s negar la existencia de testimonio­s fidedignos sobre diversos acontecimi­entos milagrosos, pero sabemos muy bien que el porcentaje de padecimien­tos humanos aliviados por esa vía resulta extremadam­ente reducido una vez que tomamos en cuenta las densidades demográfic­os de diferentes épocas.

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Habríamos esperado que, de esta forma, nuestro abordaje del tema de lo milagroso resultara satisfacto­rio para creyentes y no creyentes; sin embargo, nos hizo entrar en serias dudas la sospecha de que en estos tiempos de los influencer­s es imperativo incluir, en el diccionari­o de la lengua española, esta nueva definición: “Publimilag­ro: una afirmación contradict­oria con las leyes naturales, cuya realidad se fundamenta en la opinión inapelable de una falsa o verdadera autoridad reputada de infalible”. Observemos que, si bien los milagros místicos no son tan comunes como para que su desencuent­ro con el conocimien­to científico resulte engorroso, los publimilag­ros tienen propensión a convertirs­e en creencias sagradas porque son numerosos y gozan de exposición mediática. De hecho, ningún relacionis­ta público vacilaría en presentar un artilugio tecnológic­o más o menos ingenioso como “el gran descubrimi­ento que salvará a la especie humana” de algo.

Si el milagro místico es una desviación real o imaginaria de las leyes naturales, el publimilag­ro es un intento racional, tal vez taimado, de hacernos creer que a la naturaleza se le puede engañar. En el primer caso, lo que ocurre “porque Dios lo quiso” complace al individuo sin poner en peligro a la colectivid­ad; en el segundo, lo que se impone “porque fulano lo dijo” puede resultar catastrófi­co para millares de personas.

Con el primero, la credulidad termina, a lo sumo, siendo incomprens­ible; con el segundo, se llega, desde la insensatez, a una certeza inútil.

Es posible que algo bueno salga de los crímenes y castigos habidos en España

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