La Nacion (Costa Rica)

El canto del guardabarr­ancos

- Jaime Robleto

EABOGADO l guardabarr­ancos es el ave nacional de Nicaragua. Tiene una belleza singular de vivos colores y su cola termina en una doble pluma azulada. Anida en los farallones y su canto anuncia alerta o peligro. De alguna manera, avisa a los animales del bosque que deben resguardar­se de los depredador­es. Si se le aprisiona, se estrella contra la jaula hasta morir, nació para la libertad y por ella vive y perece.

Los acontecimi­entos que se iniciaron en el país del norte en abril pasado no provienen de un movimiento político orquestado por la oposición a Ortega y su séquito. Ni siquiera existe una fuerza política organizada unida que se les oponga. Nació de un malestar espontáneo de la población y son los estudiante­s quienes han puesto la cara y los muertos.

La represión indiscrimi­nada se ensaña contra los civiles desarmados, al grado que ya, el menguado aprendiz del disimulo, utiliza armas químicas que mataron, sobre todo, a niños y ancianos. Esto sucedió en Masaya el pasado fin de semana.

Pueblo guerrero desde los orígenes de los tiempos, Monimbó ha dicho no más… y eso, saben los sandinista­s, equivale a una sentencia de la caída de un régimen de contradicc­iones y saqueo.

Abandono.

Como no es novedad, los supuestos apóstoles de los pobres los abandonaro­n en 1979, y llevan una vida ostentosa en una burbuja de autocompla­cencia y engaño. Fomentan la ignorancia sistematiz­ada de la población como instrument­o de domesticac­ión y soslayan a los intelectua­les que migraron a otros países.

Las “bellas almas”, diría Hegel con su fina ironía, a menudo ignoran que son las ideas las que cambian el mundo, las balas matan, las palabras convencen cuando guardan congruenci­a con la manera como se vive. Eso no aplica para esa nomenklatu­ra.

Está claro que la riqueza poco disimulada de la élite sandinista es como el amor: no se puede ocultar. Aunque nos hagamos de la vista gorda, ellos tienen fuertes inversione­s en Costa Rica a través de ingeniosos tinglados de sociedades y testaferro­s locales.

Lo que han hecho Ortega y sus esbirros es burdo, ha soltado prisionero­s comunes de las cárceles, les ha pagado una suma diaria irrisoria para que salgan a matar, robar, provocar incendios y caos. La Policía Nacional o no interviene o reprime a quienes intentan defenderse.

Licencia para matar.

El mundo patas para arriba (diría Galeano), pero los más cobardes son los francotira­dores del Ejército sandinista, que se parapetan para matar gente como disparar confites; tienen carta libre. Muchos de ellos lo disfrutan, son probables psicópatas, tan genocidas como sus patrones. Los llamados antimotine­s son en realidad fuerzas represoras del régimen, no intentan recuperar el orden, sino lo opuesto, cultivan el caos porque eso les fue encomendad­o.

El error de la estrategia del gobierno (casi saliente) de Ortega y sus cada vez menos allegados, es no aceptar que su puerta de salida se estrecha día a día. Puede ser que su inmenso capital esté a salvo y les alcance a sus descendien­tes para vivir holgadamen­te por varias generacion­es. Pero es un dinero manchado de sangre. El karma existe, la rueda del destino va a girar y nadie escapa de sus actos.

La historia no se detiene, los gobernante­s cambian, la ignominia cesa, el recuerdo se difumina, el canto del guardabarr­ancos permanece intacto, vuela hermoso en una tierra herida que despierta.

La historia no se detiene, los gobernante­s cambian, la ignominia cesa, el recuerdo se difumina

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