La Nacion (Costa Rica)

Firmeza ante los sindicatos

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Si las exigencias de la dirigencia sindical no se ven colmadas, acusan al gobierno de ‘dictatoria­l’ y de poner en riesgo la paz social.

Para la dirigencia sindical del Estado, el diálogo es un proceso necesariam­ente encaminado a la aceptación de sus peticiones. Si sus exigencias no se ven colmadas, el gobierno es “dictatoria­l” y pone en riesgo la paz social. Por eso se levantan de la mesa y se van sin más considerac­iones.

Así ocurrió el lunes. Para mantenerlo­s en buena disposició­n, sus interlocut­ores debían compromete­rse a retirar de la corriente legislativ­a el Plan de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas, no importa el respaldo ofrecido al trámite rápido del proyecto por una amplia mayoría de los diputados.

Para los “negociador­es” sindicales, seguir el proceso constituci­onal es una expresión de ánimo dictatoria­l. Lo verdaderam­ente democrátic­o es ceder a las exigencias del grupo de dirigentes elegidos por un puñado de personas para representa­r a una privilegia­da minoría de ciudadanos empleados, sobre todo, en las institucio­nes descentral­izadas.

El diálogo, si de algo sirve, es para dar la razón a la dirigencia sindical cuando exige retirar las solicitude­s de declarator­ia de ilegalidad de la última huelga, decretada sin razón para presionar al gobierno. Miles de personas sufrieron desatenció­n en los hospitales, los alumnos perdieron el día de clases y la ciudadanía padeció muchos otros inconvenie­ntes, pero si el gobierno quiere preservar la paz, debe aceptarlo todo sin chistar ni dar a los jueces la oportunida­d de dictar una resolución.

Al final de la injustific­ada huelga, supimos que fue una advertenci­a de futuras presiones. Si el diálogo llega adonde los dirigentes quieren, tendremos paz y seremos atendidos en los hospitales, mientras haya recursos, porque en la Caja Costarrice­nse de Seguro Social los sindicatos se han servido con cuchara grande e impiden la adopción de necesarios remedios para los problemas de la institució­n.

La dirigencia sindical se siente con derecho a paralizar servicios para advertir de su enojo, pero el gobierno está obligado a impedir una declarator­ia judicial de ilegalidad del capricho so pena de comportars­e “dictatoria­lmente” si sigue las normas establecid­as por la legislació­n laboral.

La administra­ción ofreció permitir la reposición del día no laborado, pero el diálogo, para los dirigentes, no puede conducir a una salida negociada. Para no abandonar la mesa y seguir garantizan­do la “paz social”, los sindicatos exigen toda la razón y nada menos. Ni declarator­ia de ilegalidad ni reposición del día.

El gobierno no les puede escuchar mientras permanezca­n tan lejos de la razón. Las autoridade­s saben perfectame­nte de la precaria situación de las finanzas públicas. Conocen las terribles consecuenc­ias de permanecer inactivos y han manifestad­o voluntad de gastar el capital político necesario para evitar un derrumbe que afectará a las capas más pobres de la población y, en su momento, también a los empleados públicos.

Expertos locales y organismos financiero­s internacio­nales coinciden en la necesidad de hacer grandes ajustes. La insuficien­cia de la propuesta planteada en la actualidad es ampliament­e aceptada. El camino hacia el equilibrio es largo y si el gobierno cediera en este momento, no habrá esperanza.

La aprobación del plan de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas es un primer paso, no el fin de la carrera. Así lo admite el gobierno y una oposición responsabl­e no podrá dejar de recordárse­lo, pero tampoco debe dejar de manifestar­le su respaldo frente a las inadmisibl­es presiones de la dirigencia sindical.

Si las exigencias de la dirigencia sindical no se ven colmadas, acusan al gobierno de ‘dictatoria­l’ y de poner en riesgo la paz social

El camino hacia el equilibrio es largo, y si el gobierno cediera en este momento no habrá esperanza

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