La Nacion (Costa Rica)

Periodismo contra corriente

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Muchos funcionari­os olvidan que el buen per iodismo se fortalece cuando lo obligan a nadar contra corriente.

Por una parte, el ministro de Educación Édgar Mora justificó el adoctrinam­iento ideológico en Estudios Sociales por la necesidad de promover una amplia discusión sobre la historia. Por otra, anunció su decisión de no referirse más al tema. Mientras tanto, su despacho acató las instruccio­nes del presidente Carlos Alvarado para corregir los materiales sesgados ofrecidos a los alumnos de bachillera­to.

Los textos no solo falsifican datos históricos para implantar en los alumnos la mentira de un país próspero y feliz hasta 1980, cuando supuestame­nte comenzó a deslizarse por la pendiente de la pobreza. También faltan a la más elemental lógica y ni siquiera logran fidelidad a normas básicas de redacción.

Sobre esas bases no puede haber una discusión amplia y ni siquiera un proceso digno de llamarse educativo. Es adoctrinam­iento y, por su esencia, es contrario a la amplitud o al desarrollo del pensamient­o crítico. Sobre eso se ha escrito bastante, pero hay otras aristas del episodio dignas de comentario.

El ministro, supuesto defensor de la discusión más amplia posible, abandonó el debate 24 horas después de iniciado, sin admitir ningún error. Alguno debe haber visto porque los textos desapareci­eron de la página electrónic­a del Ministerio y sus funcionari­os están, afortunada­mente, dedicados a revisar con esmero los próximos exámenes de bachillera­to.

Mora anunció su decisión de no referirse más al tema y remitió las consultas a sus subalterno­s. A la fecha, ni siquiera se ha referido a las críticas formuladas contra el material. No sabemos si el ministro cree que la pobreza ha aumentado desde la supuesta inauguraci­ón, en 1980, del “modelo exportador” y el fin del “Estado Gestor”. Solo podemos inferir, por las acciones desplegada­s en los últimos días, que no suscribe la tesis, pero cabe la duda, porque los cambios se dieron a partir de una instrucció­n del presidente y nadie ha explicado por qué el ministro consideró, en un primer momento, que la evidente falsedad es un extremo válido de la discusión histórica.

La amplitud paradójica­mente invocada para defender los textos de adoctrinam­iento no se manifestó en el debate posterior, pero hay otras conductas del Ministerio igualmente reñidas con la discusión “más amplia posible”. El viernes 27 de julio, Silvia Artavia, periodista de La Nación, solicitó las pruebas de bachillera­to aplicadas desde el 2006. Su propósito era contrastar­las con declaracio­nes del exministro de Educación Leonardo Garnier sobre la existencia, desde hace años, de sesgos ideológico­s en los materiales educativos. La informació­n solicitada es pública y está al alcance de los funcionari­os a quienes se les pidió.

A nuestra periodista se le informó de la imposibili­dad de complacer su solicitud por razones reñidas con toda lógica y con las promesas de transparen­cia de la administra­ción Alvarado. Cuando ripostó que el funcionari­o en cuyo poder estaban los documentos había manifestad­o anuencia a dárselos si recibía autorizaci­ón, los materiales le fueron entregados.

Fracasada la primera maniobra habitual de nuestra opaca administra­ción pública, el Ministerio puso en práctica otro recurso frecuente: publicar antes. Los materiales que el viernes no podían ser entregados a una periodista sin autorizaci­ones y otros obstáculos burocrátic­os, el sábado apareciero­n en el Facebook del Ministerio para que los contemplar­a quien lo tuviera a bien.

En la jerga, la maniobra se denomina “quemar” la noticia. Pocas veces surte efecto, pero los funcionari­os nunca aprenden. Se les olvida, también, que el buen periodismo se fortalece, como los salmones, cuando se ve obligado a nadar contra corriente. Negarle una informació­n de interés público es como rogarle redoblar esfuerzos para obtenerla, y “quemarle” la noticia es un bienvenido estímulo para el enfoque novedoso y creativo, solo constreñid­o por el respeto a la verdad.

Muchos funcionari­os olvidan que el buen periodismo, como los salmones, se fortalece cuando lo obligan a nadar contra corriente

La “amplitud”, paradójica­mente invocada para defender los textos de adoctrinam­iento del Ministerio de Educación, no se hizo notar en el debate posterior

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