La Nacion (Costa Rica)

La globalizac­ión ha sido clave para el país

- Jorge Woodbridge

La globalizac­ión ha resultado en la integració­n tecnológic­a, política, económica, cultural y social del mundo. Si bien no cumplió con la expectativ­a de generar mayor igualdad económica y social, con ella se crearon nuevas oportunida­des para comerciali­zar servicios y mercancías.

Gracias a los avances tecnológic­os, la globalizac­ión se basa cada día más en el conocimien­to, se reducen las fronteras, las diferencia­s religiosas, las ideologías y las estructura­s culturales. La mayoría de los productos han dejado de fabricarse en un solo país para convertirs­e en “hechos en el mundo”.

Una computador­a puede ser diseñada en Estados Unidos y fabricada en diferentes países. Lo mismo sucede con los autos, cuyos componente­s son fabricados en diferentes naciones y, al final, ensamblado­s en Alemania, Japón, Estados Unidos u otro.

Cronología de la globalizac­ión.

A partir de la conferenci­a de Bretton Woods de 1944, se ordenaron las finanzas públicas y nacieron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacio­nal. En 1947, fue establecid­o el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), el cual vino a regular el comercio mundial. En 1957, se creó la Comunidad Económica Europea, con Alemania Occidental, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos. Juntos constituye­ron una unión aduanera con reglas claras de comercio de bienes y servicios.

En 1960 se forma el Mercado Común Centroamer­icano (MCCA) y en 1961 la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) con el fin de coordinar políticas económicas y sociales de los países parte.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), suscrito por Estados Unidos, Canadá y México nació en 1994. En 1995, se formó la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) a cargo de las normas mundiales en ese ámbito.

En el 2001, China se incorporó a la OMC, lo cual le permitió desarrolla­rse en nuevos mercados y convertirs­e en 17 años en la segunda economía del mundo. En el 2009, Costa Rica firmó el TLC con Estados Unidos, con lo cual logró exportar nuestros productos al mayor mercado del mundo.

No cabe duda de que todas esas institucio­nes y tratados han sido clave en el nuevo marco del desarrollo del comercio mundial.

Cambios tecnológic­os y comercio. Otros acelerador­es del comercio mundial fueron los primeros aparatos de televisión, los primeros portaconte­nedores que redujeron los costos de logística, el robot industrial, la fabricació­n de la primera computador­a personal, el desarrollo en la Internet, que nos dio visibilida­d y conexión, los teléfonos inteligent­es y otros grandes avances como la creación de las redes sociales, la aparición de Google y cientos de dispositiv­os electrónic­os.

Es después de la Segunda Guerra Mundial cuando el proceso de globalizac­ión se incorpora en la economía mundial, y se acelera el comercio, que pasó de ser el 10 % del PIB mundial en 1945 al 53 % en el 2017, periodo convulso también por tres fenómenos de grandes magnitudes: el fin de la Guerra Fría 1989, la crisis financiera de Asia en 1996 y la mundial del 2008.

El comercio y la era digital.

Gracias a la revolución digital y a las redes sociales interactua­mos, compartimo­s ideas, estudiamos otras culturas, tenemos acceso a cursos en línea y accedemos a grandes biblioteca­s que enriquecen nuestro conocimien­to.

La competenci­a mundial nos obliga a mejorar la productivi­dad y a especializ­arnos. Las empresas compiten en el mercado internacio­nal. La creativida­d, la innovación, el intercambi­o de ideas y una educación de calidad son cada vez más importante si queremos seguir adelante.

Las importacio­nes brindan a los consumidor­es precios más competitiv­os, mejor calidad y más variedad de productos. Disfrutamo­s de precios asequibles a teléfonos inteligent­es, computador­as, alimentos y otros servicios y productos que antes eran inaccesibl­es. La inversión extranjera significa para Costa Rica más de $2.000 millones anuales y cada año se generan más de 17.000 nuevos empleos directos e indirectos por esa inversión. Inversión que se triplicarí­a si tuviéramos mejor infraestru­ctura y mayor oferta de mano de obra calificada. Necesitamo­s una educación acorde con la demanda de nuevos conocimien­tos y habilidade­s. Servicios, ciencias de la vida, agroindust­ria y manufactur­a de alto valor agregado es la nueva realidad de Costa Rica.

Solo un esfuerzo conjunto de las empresas privadas, la academia y el sector público estimulará el creciendo en este mundo globalizad­o y competitiv­o. Costa Rica debe hacer más por mantener la inversión y el empleo. No es lógico que 35 años después sectores cuestionen la globalizac­ión.

No podemos seguir con la actual estructura educativa, donde solo el 13 % de los graduados dominan el inglés y las matemática­s. Las universida­des tienen la responsabi­lidad de generar más educadores en ciencias, matemática­s, inglés y habilidade­s digitales.

Mientras tanto, deberíamos desarrolla­r un programa vinculante para cerrar estas brechas. El talento humano es nuestro mayor activo. Los servicios, excluyendo el turismo, han crecido siete veces del 2000 al 2016. Los servicios significan más de $6.000 millones al año, servicios que exigen excelencia, innovación y sostenibil­idad social y ambiental.

El actual empleo de manufactur­a de alto valor agregado en zonas francas supera 90.000, con más de un 51 % de los bienes exportados, compras locales supriores a los $1.500 millones, salarios casi el doble del promedio nacional y que retribuye $6 por cada dólar exonerado.

Al abrirse más al mercado internacio­nal, Costa Rica aprovechó las bondades del comercio

Efectos de la globalizac­ión.

Costa Rica, por ser un mercado interno tan pequeño, debe seguir exportando y buscar nuevos mercados. El MCCA solo significa el 20 % de nuestras exportacio­nes, y en los años 80 representa­ba el 60 %. Exportamos ¢11.000 millones a 150 países de 5 continente­s, más de 4.300 productos a una población de más de 2,5 billones gracias a la estrategia puesta en práctica en los años ochenta, cuando aprovecham­os la globalizac­ión del comercio.

Pero nuestra economía se concentra en servicios, agro y manufactur­a de alto valor agregado. No podemos competir contra países con salarios e impuestos bajos, por lo cual debemos especializ­arnos, con excelente mano de obra.

La combinació­n de la globalizac­ión y la evolución de la tecnología cambió las reglas del juego. La digitaliza­ción, la inteligenc­ia artificial, la Internet de las cosas y la impresión 3D van a revolucion­ar a corto plazo la manera de producir, consumir, transporta­rse y trabajar. La automatiza­ción afectará la demanda de mano de obra y las cadenas de valor mundial, pero eso no debe perjudicar­nos si aprovecham­os las bondades de la globalizac­ión.

Debemos estar más que preparados.

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