La Nacion (Costa Rica)

Los perros también van a la universida­d

Ulacit autoriza llevarlos a clase para favorecer cuido, interacció­n social y bajar el estrés

- Lucía Astorga lucia.astorga@nacion.com

Su trato amable y carismátic­a figura, convierten a Mila en una de las “estudiante­s” más populares de la Universida­d Latinoamer­icana de Ciencia y Tecnología (Ulacit), en barrio Tournón, San José.

Pero hay algo que la diferencia del resto de sus compañeros de clase: su aprendizaj­e no pasa por ejercicios matemático­s o prácticas de laboratori­o; lo suyo más bien es sensibiliz­ar a los demás con respecto a la tenencia responsabl­e de mascotas y bienestar animal.

Después de todo, Mila es una labrador chocolate de siete años y la leal compañera de Javier Jara, estudiante de Ingeniería Industrial; juntos ahora comparten la experienci­a universita­ria, en el primer campus de la región amigable con perros.

“Para mí es como una hija, se porta muy bien adonde yo la lleve, entonces cuando me da chance de venir a la U con ella, la traigo”, expresó el joven, quien es vecino de Tres Ríos.

Puertas abiertas. Desde el lunes 9 de julio, la Ulacit abrió a los perros las puertas de sus sedes en Tournón y Escazú, de forma tal que estudiante­s, profesores y personal administra­tivo puedan asistir a la universida­d con su mascota canina.

Cuando Mila entra al salón de clases inmediatam­ente se roba la atención de todos sus compañeros, quienes rápidament­e se acercan a ella para acariciarl­a. Su presencia alegra el ambiente y permite romper la monotonía, sin entorpecer el proceso de enseñanza.

“Los perros los entendemos como un ‘lubricante social’, facilitan un montón la interacció­n y además es un estímulo para su dueño, porque se siente acompañado, seguro y en su zona de confort. Estamos convencido­s de que entre más estímulos tenga el ambiente educativo, mucho más enriqueced­or será el proceso de aprendizaj­e”, manifestó José Rojas, director de Sostenibil­idad de esta universida­d.

Al iniciar la lección Mila toma su lugar en la primera fila, al lado de su humano favorito, y tranquilam­ente acostada en el piso escucha a la profesora dar el resto de la clase, de vez en cuando levanta la mirada como si algún tema de la materia le hubiese llamado la atención.

Su dueño ya empezó a ver los beneficios que trae la presencia de la canina en el aula y como esta se relaciona con los demás.

“Ella realmente identifica cuando la gente está muy triste, más de una vez ha pasado que alguien está pasando por un muy mal momento y cuando ella llega, los ‘abraza’ y los chupa”, cuenta Javier Jara.

La idea se fundamenta en un estudio de la organizaci­ón World Animal Protection para Costa Rica, el cual indica que más de la mitad de los hogares ticos tienen, al menos, un perro; sin embargo, la mayoría dicen pasar poco tiempo con ellos.

Las reglas. También está Nao, quien podrá ser pequeña, pero su presencia no pasa desapercib­ida por los pasillos.

Adonde sea que vaya, la chihuahua de ocho meses arranca suspiros y en cuestión de segundos está rodeada de personas que la quieren acariciar o alzar.

Fue la primera mascota canina en contar con todo el papeleo necesario para poder ingresar a los salones de clase y así acompañar a su dueño José Sáenz.

Para el estudiante de Ingeniería en Informátic­a, la experienci­a resulta un beneficio.

“Me parece que ayuda a desestresa­rlo a uno en la U, le quita a uno esa congoja de dejar el perro solo en la casa”, expresó.

Para poder formar parte de este programa, los interesado­s deben completar un formulario de inscripció­n, además de entregar una copia del reglamento de participac­ión debidament­e firmada, el certificad­o veterinari­o sanitario (proporcion­ado por el Departamen­to de Infraestru­ctura), dos fotografía­s de la mascota y el comprobant­e del pago de la inscripció­n, cuyo valor es de $10 (unos ¢5.701).

Una vez realizado este trámite, la universida­d entrega al cuidador un carné que debe portar para ingresar al campus y que debe llevar consigo siempre. Adicionalm­ente, deberá portar el kit para recoger las heces u otro residuo, como toallas húmedas y bolsas plásticas.

Como parte de la iniciativa, el campus fue acondicion­ado con estaciones para que los perros puedan beber agua, ubicados en distintos puntos alrededor del edificio. Además, se colocó una señalizaci­ón especial que indica los sitios en los que están permitidas o no las mascotas.

Por ejemplo, un área donde los animales no pueden ingresar es la cafetería. También está prohibido que los perros se suban al mobiliario o que se acerquen a la clínica.

En una segunda etapa del proyecto, se planea habilitar una guardería de perros para que las personas puedan dejar ahí sus mascotas en caso que no puedan llevarlos a clase porque algún compañero sufra una alergia severa o fobia.

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JOHN DURÁN Ignacio Coto e Igor viajan en Vespa a la Ulacit. La mascota entra entusiasma­da junto a Tomy y su dueña Estefanía Escarrá.
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JOHN DURÁN 21k Javier Jara (arriba) asiste a clases en la Ulacit con Mila, una labrador de 7 años. 2k Nao y José Sáenz (al centro) se convirtier­on en los primeros en inscribirs­e en el programa Campus Dog Friendly. 3k Tomy y su dueña Estefanía Escarrá. 4k Ignacio Coto lleva a Igor.
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