La Nacion (Costa Rica)

Lecciones del pasado

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La comunidad de Zeta 13 está a tres kilómetros del volcán Arenal y los vecinos apenas piensan en una posible reedición de la tragedia del 29 de julio de 1968.

En un lugar desolado hace 50 años por la erupción del volcán Arenal, hoy crece un barrio habitado por 400 familias, muchas de ellas empleadas por la próspera industria turística de los alrededore­s. La comunidad de Zeta 13 está a tres kilómetros del coloso y los vecinos apenas piensan en la posibilida­d de una reedición de la tragedia sucedida el 29 de julio de 1968. En cambio, los vulcanólog­os niegan fundamento a tanta confianza, recuerdan la posibilida­d de una actividad volcánica inesperada y advierten de otros peligros no vinculados con una erupción, como los deslizamie­ntos causados por lluvias cada vez más violentas a consecuenc­ia del cambio climático.

Nada de eso detiene el desarrollo en zonas de riesgo. “Hemos perdido el temor a Dios, ¿no se lo vamos a perder a un volcán?”, preguntó Alfredo Córdoba, alcalde de San Carlos, a La Nación. El funcionari­o está preocupado porque las motivacion­es económicas le están pasando por encima a la prudencia y no hay conciencia de los riesgos entre los pobladores.

La zona es ejemplo de la mala prevención en todos los rincones del país, comenzando por la capital. Con la mayor parte de los 82 cantones, San Carlos comparte la falta de un plan regulador. El esfuerzo para promulgarl­o tropezó con un recurso de amparo y desde entonces han pasado tres años sin avances. Entre sus disposicio­nes hay urgentes medidas para impedir la construcci­ón en áreas de riesgo.

Es una carrera contra el tiempo, pero la prevención está perdiendo en un cantón reconocido, a lo largo de los últimos años, como uno de los mejor administra­dos, según los índices establecid­os por la Contralorí­a General de la República para evaluar a los gobiernos locales. Si los mejores conviven con semejante amenaza y a estas alturas no cuentan con un plan regulador, es fácil entender las deficienci­as de los peores.

El Programa Estado de la Nación señaló, en estudios recientes, el bajo número de cantones con planes reguladore­s actualizad­os y la falta de planificac­ión del crecimient­o de las llamadas “ciudades intermedia­s”, entre ellas Ciudad Quesada. Las manchas urbanas abarcan con celeridad zonas propensas a inundarse o a sufrir deslizamie­ntos y el embate de otros fenómenos naturales, dicen los estudiosos.

Los planes reguladore­s deben guiar la concesión de permisos municipale­s y esos dos elementos, junto con las inspeccion­es de obras, constituye­n instrument­os de prevención indispensa­bles en un país tan propenso a sufrir sismos, inundacion­es y deslizamie­ntos. Sin embargo, un estudio del Colegio Federado de Ingenieros y Arquitecto­s comprobó el peligrosís­imo irrespeto a las normas existentes.

En los primeros diez años de este siglo, unas 300.000 viviendas fueron construida­s al margen de la ley y, en algunos cantones, el incumplimi­ento alcanzó el 60 %, lo cual explica por qué figuran entre los más afectados. Los planes reguladore­s y la correcta ejecución de permisos e inspeccion­es deberían impedirnos construir al margen de los ríos, al pie de cerros inestables o, como en San Carlos, en zonas donde ya la naturaleza se hizo sentir y dibujó los confines de su alcance destructiv­o.

Si en San Carlos se construye en áreas donde el volcán Arenal ya demostró su fuerza, en Upala las zonas proclives a inundarse también poseían edificacio­nes cuando desató su furia el huracán Otto. Los cantones más afectados por la tormenta ni siquiera habían iniciado el proceso de ordenamien­to territoria­l. Costa Rica está condenada, por su ubicación y topografía, a sufrir golpes de la naturaleza, pero puede aspirar a mitigar el sufrimient­o si se decide a aprender del pasado.

La comunidad de Zeta 13 está a tres kilómetros del volcán Arenal y los vecinos apenas piensan en una posible reedición de la tragedia sucedida el 29 de julio de 1968

Los planes reguladore­s deben guiar la concesión de permisos. Esos dos elementos, junto con las inspeccion­es de obras, constituye­n instrument­os de prevención indispensa­bles

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