Mensajes del Banco Central
Competencia perfecta En la más reciente revisión de la programación del Banco Central se envían mensajes confusos en una coyuntura crítica, tanto por los cambios en la economía mundial, como por los efectos adversos del déficit.
En los últimos años, me ha decepcionado el programa macroeconómico como el instrumento empleado por el Banco Central para comunicar su lectura de la coyuntura y, en particular, cuál sería la orientación de sus políticas monetaria, cambiaria y de tipos de interés.
Una comunicación eficaz es una herramienta clave de la autoridad monetaria, no solo porque con ella envía señales – crípticas la mayoría de las veces – acerca de la forma en que pretende cumplir con el mandato de estabilidad macroeconómica, sino porque con ella construye confianza y credibilidad, sus activos más valiosos.
Por eso, el programa debe ser mucho más que una descripción de la coyuntura o especie de mantra en donde se exalten las virtudes de una determinada forma de conducir las políticas del Banco. Tampoco debería propiciarse su lectura como la de simplemente un pronóstico.
El más reciente programa poco ha contribuido a modificar esta percepción. El Banco envía mensajes confusos, en una coyuntura crítica, tanto por los cambios que experimenta la economía mundial, como por los cada vez más evidentes efectos adversos de un déficit público creciente y la prolongada posposición del ajuste.
Alerta de manera general de los riesgos que entraña la precaria situación fiscal, al tiempo que, al plantear un escenario cuantitativo pasivo –es decir, sin ajuste – realiza heroicos supuestos relacionados con el acceso al crédito externo con el fin de justificar un ritmo de crecimiento de la producción y de la demanda poco consistentes con la restricción crediticia derivada de las necesidades de financiamiento del presupuesto.
Al plantear un escenario poco realista –en exceso optimista– el Banco tampoco contribuye a dejar en claro cuál será su papel en una situación en donde el ordenamiento de las cuentas fiscales tarde en llegar, alimentando falsas expectativas acerca de los grados de libertad que, efectivamente, tiene en un coyuntura como la actual y, por lo tanto, abriendo flancos que pueden ser utilizados indebidamente para presionar por un relajamiento monetario, sea con el seductor argumento de combatir la ralentización económica o la desfachatez de facilitar el financiamiento del Gobierno.
Confío en que el Banco sabrá, con sus acciones diarias, aclarar el rol que jugará en esa encucijada, pero a veces mal no haría en ser más claro y directo.