La Nacion (Costa Rica)

Europa debe perder el miedo a ejercer el poder

- ACADÉMICO Zaki Laïdi

PARÍS – Es posible que el mes pasado el presidente estadounid­ense, Donald Trump, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, hayan evitado una guerra comercial, pero los desafíos que se alzan ante la Unión Europea (UE) distan de estar resueltos. En el cada vez más hobbesiano entorno global actual, la UE solo puede sobrevivir incrementa­ndo su capacidad de proyectar poder, una hazaña nada fácil para una entidad que se creó precisamen­te en repudio a la política del poder.

Con el Tratado de Roma (1957), Europa se libró de lo que quedaba de sus impulsos militarist­as y se concentró en crear y extender gradualmen­te un mercado único y pacífico. A partir de entonces, el único medio de Europa para proyectar poder sería la política comercial.

Pero esa política nunca se guió por el pensamient­o estratégic­o, lo que limitó la influencia global de la UE, pese al éxito tremendo que obtuvo en los mercados mundiales. Ha llegado la hora de que Europa vuelva a ser un actor global real, no tratando de emular a una superpoten­cia clásica, sino mediante la consolidac­ión y la aplicación de tipos diferentes de poder.

Europa ya tiene un considerab­le poder normativo (es decir, capacidad para crear normas globales, a través de lo que se denomina “efecto Bruselas”); esto puede verse en sus esfuerzos por poner freno a las empresas tecnológic­as, como el recienteme­nte aprobado Reglamento General de Protección de Datos, que fija pautas para la recolecció­n y el procesamie­nto de informació­n personal dentro de la UE.

Ahora las plataforma­s digitales (incluidas poderosas empresas estadounid­enses) están teniendo que hacer cambios a toda prisa. Además, las “cuatro grandes” tecnológic­as estadounid­enses –Alphabet Inc. (casa matriz de Goocidades gle), Apple Inc., Facebook y Amazon– también enfrentan presiones de la Unión Europea por su posición dominante en el mercado.

Pero muchas veces la UE no se ha dado cuenta de su poder normativo, y mucho menos lo ha aprovechad­o. Esto refleja y a la vez refuerza una debilidad en tres áreas: autoestima, conscienci­a de riesgo y capacidad de acción.

La autoestima incluye la fe en que la UE es un proyecto valioso, la confianza para expre- sarlo públicamen­te y el reconocimi­ento del verdadero potencial de proyección de poder de la UE. Algo notoriamen­te ausente en muchas partes de la UE, comenzando por Alemania, que a pesar de haber recuperado la confianza en su propio futuro, sigue siendo celosa guardiana de sus recursos.

Ahora que Trump le echa en cara a Alemania que acumule superávits y no contribuya lo suficiente a la defensa transatlán­tica, el país debería tener más motivos para usar sus capa- en el fortalecim­iento de Europa. Pero aunque el discurso alemán sobre la coparticip­ación de recursos está empezando a modificars­e, pasará algún tiempo hasta que esto se traduzca en cambios concretos. La poca disposició­n de Europa para cultivar y emplear su influencia contrasta claramente con la asertivida­d de Estados Unidos en el uso de su poder de mercado para promover sus intereses y preferenci­as. Por ejemplo, desde que Trump anunció su decisión de retirarse del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) del 2015 (más conocido como “pacto nuclear con Irán”) y reinstaura­r sanciones contra Teherán, muchas empresas europeas, temerosas de perder acceso al mercado estadounid­ense, decidieron retirarse de aquel país. Para convencerl­as de no hacerlo, la Comisión Europea actualizó el estatuto de bloqueo de 1996, que prohíbe a entidades bajo jurisdicci­ón de la UE cumplir sanciones extraterri­toriales, permite a las empresas reclamar compensaci­ón por daños derivados de esas sanciones y anula en la UE el efecto de resolucion­es de tribunales extranjero­s basadas en ellas. Pero la actualizac­ión resultó ineficaz, de lo que sirve de ejemplo la situación que enfrenta el sistema seguro de mensajería Swift (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommun­ication), usado para las transaccio­nes financiera­s internacio­nales.

Como Irán aprendió en el 2012, perder acceso a la red Swift implica en esencia perder acceso al sistema financiero internacio­nal. Exactament­e lo que está buscando Estados Unidos, que amenazó con tomar medidas contra Swift si para principios de noviembre no aisló a Irán. Pero cumplir esa demanda eliminaría casi cualquier incentivo que le quede a Irán para permanecer en el PAIC. Esto sería un enorme fracaso político para Europa, porque el sistema Swift está bajo jurisdicci­ón de la UE.

En relación con el euro, Europa también ha mostrado una falta de confianza autodestru­ctiva. El euro es la segunda moneda más importante del mundo, pero está detrás del dólar en casi todos los indicadore­s, lo que aumenta la vulnerabil­idad de la UE a sanciones comerciale­s estadounid­enses.

La segunda debilidad que la UE debe resolver es la conscienci­a de riesgo. Por ejemplo, China necesita acceso a la tecnología industrial europea para concretar sus ambiciones económicas y a los puertos europeos para completar la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Pero en la práctica, Europa está permitiend­o a China cometer un saqueo, sobre todo con su compra de puertos y aeropuerto­s. La relación entre la UE y China debe ser más recíproca, y la UE (y en particular, los países del sur y este de Europa que recibieron las inversione­s chinas con los brazos abiertos) deben darse cuenta de los peligros implícitos en las actividade­s de China.

Pero para que eso suceda, Europa necesita una postura más unificada de cara a Rusia, un país que sin plantear a la UE una amenaza tan grande como China, está siempre dispuesto a poner de relieve (y agravar) las divisiones internas. ¿Cómo culpar a Grecia por vender puertos a los chinos, mientras Alemania avanza con el proyecto del gasoducto Nord Stream 2, que aumentará la dependenci­a europea de la energía rusa?

Todo esto se complica por la escalada de tensiones entre Europa y Estados Unidos, que, entre otras cosas, obstaculiz­a la cooperació­n para contener a China. Es aquí donde entra la capacidad de acción. En vez de esperar a que otros opongan resistenci­a a la demolición de las estructura­s multilater­ales por parte del gobierno de Trump, Europa debe tomar la iniciativa e imaginar un sistema sin Estados Unidos.

Esto implica no solo garantizar la superviven­cia del régimen de comercio internacio­nal sin Estados Unidos, sino también desarrolla­r una capacidad militar que permita aumentar la credibilid­ad geopolític­a de la UE y desplazar el equilibrio global de poder. En esto, es esencial la iniciativa del presidente francés, Emmanuel Macron, para crear una fuerza militar europea por fuera de la OTAN. Su éxito dependerá de adoptar una postura unificada y cooperativ­a (con la posible participac­ión del Reino Unido). Las dificultad­es son evidentes. Pero el rédito (para la UE y para el mundo) bien vale el esfuerzo.

Es esencial la iniciativa de Emmanuel Macron de crear una fuerza militar europea sin la OTAN

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SHUTTERSTO­CK ZAKI LAÏDI, profesor de Relaciones Internacio­nales en el Institut d'études politiques de Paris (Sciences Po), fue asesor del ex primer ministro francés Manuel Valls. © Project Syndicate 1995–2018
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