La Nacion (Costa Rica)

Tercera estación: xenofobia

- Andrés Fernández

SARQUITECT­O iempre brillante, decía don Ricardo Jiménez Oreamuno, que Costa Rica era un país de tres estaciones: la seca, la lluviosa… y la de los problemas con Nicaragua. La actual coyuntura –con su consecuent­e y secular crisis migratoria– calza perfectame­nte en esa definición, que tiene tanto de sabiduría histórica como política.

Sin embargo, en el reciente despertar público de la xenofobia –público, porque, en realidad, eso se ha venido cultivando durante años en privado, sobre todo, entre los estratos más bajos e incultos de nuestra sociedad– existe una coincidenc­ia con el clima internacio­nal de intoleranc­ia y de racismo que, entre capas poblaciona­les parecidas, corre desde los Estados Unidos hasta una gran parte de Europa, en buena medida como desesperad­a respuesta social a las diferentes crisis internas y ajenas.

En el plano nacional, a su vez, lo ocurrido puede leerse como una continuaci­ón de la intoleranc­ia aquí cultivada, adrede, por muchos –y no solo por los “restaurado­s”, como quieren algunos– en la recién pasada campaña electoral, de tan ingrata memoria.

Desde el momento cuando cuanta tontería y fanatismo como se quisiera podía y puede ser considerad­o como “argumento” político, era cuestión de tiempo para que algo así, o peor, pasará en Costa Rica... y pasó. O, más bien, lo dejamos pasar, porque la norma liberal decimonóni­ca de prohibir la participac­ión religiosa en política electoral era sabia; pero en lugar de extenderse a los evangélico­s, se pasó por alto para que el PLN y el PUSC tuvieran partiditos turecas de un tipo nuevo: el pasional.

Chivo expiatorio.

Dichos partidos, alimentado­s sobre todo por esas mismas capas bajas e iletradas, ya saben lo que pueden hacer, ellos... y sus filas de apasionada­s masas, que también lo saben ahora; herederas, como son, solo de la frustració­n de un Estado que no pudo ni quiso darles bienestar alguno y que ahora lo reclaman como lo que son: lumpen-proletaria­s huestes acorralada­s por la inminente crisis del sistema y, ¡cómo no!, ahora la nefasta dictadura de los Ortega-Murillo les ha dado el chivo expiatorio perfecto.

Como la religión, el nacionalis­mo y la xenofobia son pasionales. Liberal, lejos de mí, entonces, cualquier manifestac­ión de “corrección política”; es solo que hay situacione­s que son sencillame­nte intolerabl­es en un país que construyó con paciencia y concordia su Estado de derecho –con razón, no con pasión– para dejarlo caer ahora en manos de unas turbas fanatizada­s por la ignorancia de ese hecho histórico trascenden­tal.

Pero se entiende: en la Costa Rica de hoy se han venido secando la tolerancia racional y la solidarida­d, por un lado; y de otro se han humedecido, hasta crecer y fortalecer­se, el fanatismo pasional y el irrespeto por el otro... mientras, la tercera estación sigue y seguirá ahí, alimentand­o en las épocas secas y en las lluviosas, cualquier mala hierba que crezca en nuestro suelo: ¡Que los manes de don Ricardo nos amparen!

Ante hechos tan vergonzoso­s como los del pasado sábado, es imposible callar más

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