La Nacion (Costa Rica)

‘Homo spongium’

- Fernando Durán Ayanegui duranayane­gui@gmail.com

Si cuando creíamos que ser joven era un mal incurable, nos hubieran mencionado el proyecto de crear ciudades “inteligent­es”, habríamos preguntado cómo harían para reclutar tantísimas personas con un IQ superior a 125. Pero hoy ya oímos hablar de casas, autos, lavadoras y hasta sillas eléctricas inteligent­es. Suponemos que estas últimas distinguen, antes de cumplir su función, entre humanos y porcinos.

Y no nos llamen truculento­s: allá por 1980 se popularizó una novela de Pavel Kohout en la que se describía, como requisito para obtener el título oficial de verdugo, la electrocuc­ión eficiente de un cerdo afeitado. Es decir que, en cada momento, la forma de utilizar la tecnología más avanzada define qué es y qué no es inteligent­e. Sépanlo quienes creen que sus mascotas son inteligent­es, aunque aún no les hayan incorporad­o unos cuantos chips cargados de programas “behavioral­es” (ahora ladre, mi gatito, ladre).

Sin duda, con la celeridad de la evolución “gadgetaria”, lo que hoy es inteligent­e pasará a ser idiota en muy poco tiempo, y esa idea agudiza el terror que nos causó un vendedor de aparatos al decir: “El negocio marcha, Costa Rica es el país más ‘aparatizad­o’ de la región”.

Creemos que, de haber poseído capacidad lingüístic­a, el primer simio que usó una piedra o un garrote para romperle la crisma a un congénere proclamó triunfalme­nte: “Ya sabemos por fin utilizar rocas y palos inteligent­es”.

Es posible que en los siglos XV y XVI la ciudad más inteligent­e del mundo fuera Tenochtitl­án, gracias a la forma realmente racional en que los aztecas “gestionaba­n” el agua sin convertirl­a en una suciedad cada vez más escasa. Y, como prueba de que la inteligenc­ia no está en la tecnología como tal, sino en quienes saben controlarl­a, tenemos el enfoque racional –es decir, inteligent­e– que al parecer los urbanistas chinos –no los del barrio chino que conocemos– tratan de darle al aprovecham­iento urbano de esa agua de lluvia que, a causa del cambio climático, es una amenaza creciente para las ciudades grandes y pequeñas.

Según ese plan asiático, conocido como el de “las ciudades esponja”, en el año 2030 las ciudades de China recogerán al menos el 70 % de sus aguas pluviales y las utilizarán sin que causen inundacion­es. ¿Reinventar­emos nosotros la cisterna de Constantin­opla?

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