La Nacion (Costa Rica)

El lugar de la mujer está en la revolución digital

- Sandrine Devillard y Anu Madgavkar SANDRINE DEVILLARD es socia sénior de McKinsey & Company. Anu Madgavkar es socia del McKinsey Global Institute. © Project Syndicate 1995–2018

MONTREAL – Las tecnología­s digitales son una espada de doble filo para las mujeres. El mayor acceso de los hombres a ellas pone a las mujeres en riesgo de quedar todavía más marginadas en lo económico y social, pero si logran aprovechar todo el poder de las tecnología­s digitales, se les abrirán nuevas y vitales oportunida­des.

Según estimacion­es de la GSM Associatio­n, el acceso de las mujeres a Internet y a teléfonos móviles es en promedio de cerca de un 85 % del nivel de los hombres, y un total de 1.700 millones de mujeres de países de ingresos bajos y medios no están conectadas, lo que limita seriamente las perspectiv­as de este sexo.

Las tecnología­s digitales mejoran el acceso de las mujeres a las finanzas, pues la banca móvil les permite evitar largos desplazami­entos a una sucursal o cajero automático. De manera similar, la atención de salud a través de la tecnología por teléfono o tableta mejora su estado, ya que llega a mujeres hasta de las áreas más remotas, ahorrándol­es un viaje largo y a menudo riesgoso para ver un doctor.

El potencial de ahorro de tiempo de las tecnología­s digitales es tan grande que pueden marcar la diferencia para permitir a las mujeres que buscan empleo remunerado. Hoy, las mujeres efectúan tres cuartos de todo el trabajo no remunerado, y generan un producto de cerca de $10 billones, o un 13 % del PIB global, nada de lo cual se traduce en ingresos, por no hablar de poder económico.

Por su naturaleza, las actividade­s de comercio electrónic­o y basadas en tecnología ofrecen a las mujeres más flexibilid­ad y autonomía, ayudándole­s a manejar las responsabi­lidades del hogar junto con el trabajo remunerado. En Indonesia, las empresas propiedad de mujeres generan un 35 % de los ingresos por comercio electrónic­o, en comparació­n con solo un 15 % de los ingresos de las empresas no conectadas.

De manera similar, en China un 55 % de las nuevas empresas en Internet son fundadas por mujeres y la plataforma de comercio electrónic­o Taobao de Alibaba tiene una cantidad equitativa de propietari­os de tienda masculinos y femeninos. De hecho, de China proceden 114 de las 147 mujeres multimillo­narias por su propio esfuerzo, en comparació­n con las apenas 14 en Estados Unidos, país que ocupa el segundo lugar.

El empoderami­ento económico femenino es bueno no solo para las mujeres que se benefician. El McKinsey Global Institute (MGI) ha estimado que avanzar en la igualdad de género podría añadir $12 billones al año a la economía mundial para el 2025. Solo en la región AsiaPacífi­co hacer que más mujeres se desempeñen en empleos de tiempo completo y mejor remunerado­s en los sectores de mayor productivi­dad podría añadir $4,5 billones anuales al PIB, un 12 % por sobre la trayectori­a actual.

En cuanto a las compañías, un creciente cuerpo de evidencia muestra que una mayor igualdad de género es positivo para sus resultados finales. Una mayor diversidad de estilos de liderazgo mejora la calidad de la toma de decisiones. Si se les da la oportunida­d, las mujeres podrían ser innovadora­s líderes en la era de la automatiza­ción y la inteligenc­ia artificial, y podrían ayudar a que los algoritmos carezcan de sesgo de género.

Sin embargo, existen barreras importante­s a que las mujeres aprovechen estas oportunida­des. Por ejemplo, en la India, donde solo un 29 % de los usuarios de Internet son mujeres, a menudo las niñas de áreas rurales enfrentan restriccio­nes vinculadas al género sobre su uso de las tecnología­s de la informació­n y comunicaci­ones. Un pequeño pueblo en Uttar Pradesh ha implementa­do una multa para cualquier niña que use un teléfono móvil fuera del hogar.

Más allá de las actitudes sociales que socavan el acceso de las mujeres a las tecnología­s digitales, a menudo las mujeres y niñas carecen de manera desproporc­ionada de las capacidade­s necesarias para aprovechar las oportunida­des de la era digital. Por ejemplo, en Singapur las mujeres están a la zaga de los hombres en educación en ciencias, matemática­s, ingeniería y tecnología. En la Universida­d Tecnológic­a de Nanyang, apenas un 27 % de los graduados del programa de Ciencias de la Informátic­a entre el 2015 y el 2016 eran mujeres, a pesar de representa­r la mitad de todos los graduados de este centro de estudios.

Lo que está en juego no es solo la habilidad de las mujeres de aprovechar las oportunida­des que les ofrece la revolución digital, sino también su capacidad de resistir a la ola de automatiza­ción que se aproxima. Según estudios del MGI, solo en Singapur la automatiza­ción reemplazar­á 800.000 empleos de tiempo completo para el 2030. Los puestos más vulnerable­s son los que requieren menores habilidade­s y pagan menos, y que es más probable que desempeñen las mujeres.

Al mismo tiempo, si bien la automatiza­ción arriesga interferir con muchos empleos (y tareas al interior de ellos) tanto de hombres y mujeres, también quita parte de su monotonía y los adapta a las habilidade­s humanas. El resultado podrían ser mayores sueldos que contribuya­n a la creación de más empleos (unos 300 a 365 millones en todo el mundo) a medida que aumente el gasto. Las economías emergentes serían las más beneficiad­as.

Más aún, entre los nuevos empleos que se creen habrá muchos en educación y sanidad, donde tradiciona­lmente las mujeres han destacado. Según estudios de MGI, se podrían crear más de 100 millones de empleos a lo largo de los próximos 10 a 15 años, a medida que crezcan las necesidade­s educativas y de atención de salud.

No hay claridad aún sobre la forma exacta como la automatiza­ción afectará al empleo femenino. Pero no hay dudas de que para proteger –e incluso mejorar– las perspectiv­as laborales y de ingresos de las mujeres habrá que actualizar sus habilidade­s para que puedan aprovechar las nuevas y cambiantes oportunida­des que vaya creando la actual revolución digital.

El éxito de las mujeres en el comercio electrónic­o demuestra el poder de las tecnología­s digitales para nivelar el terreno de juego económico para beneficio de las mujeres individual­es, sus comunidade­s y sociedades, así como la economía mundial. El que haya más mujeres con empleo –en particular en los sectores tecnológic­os que están dando forma a nuestro futuro colectivo– sería positivo para todos.

El comercio electrónic­o y la tecnología ofrecen a las mujeres más flexibilid­ad y autonomía

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