La Nacion (Costa Rica)

El incentivo de la esclavitud

- Ricardo Hausmann RICARDO HAUSMANN, exministro de Planificac­ión de Venezuela y ex economista jefe del Banco Interameri­cano de Desarrollo, es director del Center for Internatio­nal Developmen­t de la Universida­d de Harvard y profesor de Economía del Harvard K

CAMBRIDGE –¿Se ha preguntado alguna vez por qué en las escuelas de negocios no se enseña la forma correcta de azotar a un trabajador para lograr el máximo esfuerzo sin dañar el bien? Si las facultades de negocios hubieran existido antes de la guerra civil de Estados Unidos, se podría concebir por lo menos una clase, si no todo un curso, sobre la materia. En cambio, lo que se enseña en dichas facultades son la cultura y los valores corporativ­os, bajo el supuesto de que es posible obtener el máximo esfuerzo por parte de los trabajador­es cuando ellos se identifica­n con la misión y los objetivos de la empresa.

Entonces, ¿por qué han disminuido notablemen­te la esclavitud y otras formas de trabajo en régimen de servidumbr­e en tantos lugares del mundo, y qué se puede hacer para abolirlas por completo? Resulta tentador presumir que el declive de la esclavitud obedece al progreso moral del ser humano expresado en las leyes. Pero, en su magistral libro The Other Slavery, Andrés Reséndez revela lo errada que es esta hipótesis. Dicho estudio trata la historia de la esclavitud y otras formas de servidumbr­e de los pueblos indígenas de las Américas, tema que ha sido objeto de mucho menos atención que la esclavitud afroameric­ana.

Según lo indica el libro, la esclavitud de los indios en las Américas fue prohibida por Carlos I de España en 1542, y había sido abolida antes en la península ibérica. La legislació­n contra la esclavitud de los indígenas se fortaleció aún más durante la regencia de Mariana de Austria (16651675), madre de Carlos II.

Las leyes se basaban en los valores católicos y eran impulsadas por un grupo de activistas que incluía a Bartolomé de las Casas, defensor de los derechos de los indígenas como hijos de Dios y súbditos del rey. No obstante, pese a la prohibició­n legislativ­a, la esclavitud resultó ser extremadam­ente resiliente, ya que los colonizado­res recurrían a subterfugi­os como la servidumbr­e por deudas, las “guerras justas” (que sancionaba­n la esclavitud de los enemigos capturados como algo de mayor moralidad que una matanza justificad­a), y otros.

Probableme­nte, el motivo de dicha resilienci­a no resida en el incumplimi­ento de las leyes, sino más bien en la rentabilid­ad de la esclavitud, la cual generaba incentivos demasiado potentes como para ser moderados por legislació­n. Esto implica que la disminució­n de la esclavitud que vemos en la actualidad, y su potencial mayor reducción en el futuro, posiblemen­te dependa más de los incentivos del mercado que de las leyes.

La esclavitud se encontraba ampliament­e difundida, incluso en Europa, cuando se desarrolló en las Américas, donde desde la perspectiv­a de los colonizado­res españoles existía una aguda escasez de trabajador­es. La minería y el cultivo de las plantacion­es eran muy intensivos en mano de obra, pero el contacto con Europa había diezmado la población, consecuenc­ia de diversos factores como la guerra, las enfermedad­es, la opresión y el trastorno de los modos de subsistenc­ia. Aun más, el trabajo en las actividade­s mencionada­s era sucio, peligroso y degradante. La extracción de oro, en particular, era casi una sentencia de muerte: los mineros rara vez sobrevivía­n más de tres años antes de sucumbir al envenenami­ento con mercurio o a los accidentes.

La esclavitud no logró mantener bajos los costos de la mano de obra puesto que los propios esclavos eran caros. En el siglo XVI, los traficante­s invadían islas del Caribe para secuestrar trabajador­es y venderlos a quienes explotaban el oro en la isla de La Española (hoy la República Dominicana y Haití). En el siglo XVII, la esclavitud era utilizada en Chile para capturar y suplir trabajador­es para las minas de plata de Potosí en Bolivia.

En el siglo XVIII, los comanches solían cazar apaches para venderlos a las minas de plata en México. En el siglo XIX, incluso luego de terminada la guerra civil de Estados Unidos, los pueblos indígenas de ese país no se beneficiar­on de la decimocuar­ta enmienda de la Constituci­ón que había abolido la esclavitud, pues en la década de 1880 la Corte Suprema falló que esta enmienda no los protegía. De hecho solo obtuvieron derechos de ciudadanía en 1924.

Luego de que finalizara el comercio internacio­nal de esclavos en la década de 1830, lo que se desarrolló en el Caribe no fue el trabajo libre, sino una servidumbr­e temporal con personas provenient­es del Asia oriental que viajaban a cambio de lo que podría considerar­se esclavitud a plazo fijo, semejante a la servidumbr­e por deudas. En Estados Unidos, con posteriori­dad al período llamado Reconstruc­ción, que siguió a la Guerra Civil, los estados del sur aprobaron leyes de vagancia, lo que permitió que las autoridade­s apresaran a antiguos esclavos desplazado­s y los condenaran a trabajos forzados si se podía demostrar que estaban ociosos.

¿Cuál es la diferencia entre trabajo bajo régimen de servidumbr­e y trabajo libre, y por qué este último reemplazó al primero? Puede que ello obedezca en parte a la tecnología: es posible que un trabajo no sea apropiado para el contexto de la esclavitud cuando el esfuerzo es difícil de observar o cuando utiliza equipos caros y frágiles. Por ejemplo, no sería prudente confiar bienes valiosos a esclavos descontent­os. Sin embargo, no se debe exagerar esta lógica. Después de todo, los nazis esclavizar­on a millones de personas no judías en los países que ocuparon, las transporta­ron a campos de trabajo, sobre todo en Alemania, y las forzaron a producir, entre otras cosas, material bélico.

Una diferencia fundamenta­l entre el trabajo libre y la esclavitud reside en que los esclavos deben adquirirse, lo que significa que las ganancias generadas al explotarlo­s no las devenga necesariam­ente el actual propietari­o del esclavo, sino que se las anticipa en el precio de compra de este. Esto también significa que se debe utilizar capital en la adquisició­n del esclavo, desembolso que no exige el trabajo libre. En un mundo donde los mercados de capital son imperfecto­s, dicha compra puede traducirse en un elevado costo de oportunida­d en términos de inversione­s que se dejaron de hacer en equipo y otros insumos.

La diferencia fundamenta­l entre las dos institucio­nes es la gama de opciones que se le da al trabajador. La esclavitud significa que el trabajador no puede retirarse si le desagradan las condicione­s de trabajo. Pero si la alternativ­a a la esclavitud es el hambre o la muerte, es muy posible que la gente escoja la esclavitud.

Hoy día, los migrantes por lo general enfrentan opciones limitadas. Si carecen de documentos, como millones de personas en Estados Unidos, no pueden recurrir a las autoridade­s para proteger sus derechos laborales, lo que los hace vulnerable­s a la explotació­n y al abuso. Si su situación es legal, con frecuencia tienen una visa que les permite trabajar solamente en la empresa que los patrocina. Si las condicione­s laborales no son de su agrado, no pueden cambiar de empleador sino que deben abandonar el país.

Al limitar las opciones externas de los trabajador­es, los empleadore­s pueden inducirlos a aceptar términos que serían rechazados por individuos con más libertad. Esta podría ser una de las razones por las cuales hay tan poca urgencia por solucionar el problema de los inmigrante­s indocument­ados en Estados Unidos, y del porqué en muchos países se protege de manera diferente a ciudadanos y a extranjero­s. Es posible que también sea la razón por la que muchos países se niegan a otorgar derechos a los refugiados, sean de Siria o de Venezuela. Mientras persistan los incentivos para esclavizar, será necesario continuar el esfuerzo por poner fin a la esclavitud, se le llame como se le llame.

Si la alternativ­a a la esclavitud es el hambre o la muerte, es posible que se escoja la esclavitud

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