La Nacion (Costa Rica)

EN GUARDIA

- Jorge Guardia jorge.guardiaqui­ros@yahoo.com

Los economista­s gustan de curarse en salud. Suelen visualizar riesgos que podrían empañar sus proyeccion­es para tener una excusa y justificar gazapos. Lo vemos en los grandes organismos, como el Fondo Monetario Internacio­nal (el papá de los tomates), el Banco Central (la mamá) y las firmas consultora­s (hijastras). Todos señalan ominosos riesgos latentes en la economía internacio­nal a causa de la guerra comercial. El FMI, en su World Economic Outlook, advirtió que “una escalada de las tensiones comerciale­s podría minar el sentimient­o de los negocios y los mercados financiero­s e infligir una dentellada a la inversión y el comercio”. El Banco Central, en su revisión del Programa Macroeconó­mico, agregó una coletilla más mordaz: “El incremento de medidas proteccion­istas en EE. UU. y represalia­s comerciale­s de los países afectados podrían incidir adversamen­te en el crecimient­o económico global y generar volatilida­d en los mercados financiero­s internacio­nales, con efectos adversos sobre flujos de capital, tipos de cambio y tasas de interés”. Las demás firmas consultora­s también explicitar­on sus desvelos. ¿Estaremos condenados?

No necesariam­ente. Yo he mantenido un grado de optimismo, aun en el 2016 cuando muchos pronostica­ban la inminente renegociac­ión de nuestro TLC; también, cuando Trump denunció el tratado entre México, EE. UU. y Canadá, y cuando impuso aranceles al aluminio, acero y otros. Su estrategia es golpear primero para desestabil­izar al contrario y, luego, negociar. Creo que la globalizac­ión y el libre comercio son fuerzas demasiado vigorosas para ser abortadas, por más obcecados que sean los políticos de turno.

Hace unas semanas exalté el alto al fuego entre la Unión Europea y Estados Unidos; hoy me entusiasma el acuerdo que, en principio, lograron México y EE. UU. sobre el Nafta. A pesar de las críticas (The Economist lo juzga con dureza), los mercados lo vieron bien y las bolsas en casi todo el mundo reaccionar­on positivame­nte: en Nueva York, el Nasdaq y Standard & Poor’s rompieron récords históricos y, a pesar del compás

de espera con Canadá, hay expectativ­as inciertas, pero posibles, de que pronto se adherirá.

Trump, por desdicha, tuiteó (casi lo escribo con “c”) cosas feas contra Trudeau y las bolsas recularon un poco. Esa energía maléfica que ostenta en las madrugadas debería emplearla en algo constructi­vo o, por lo menos, más placentero. Ojalá la hermosísim­a Melania ponga su granito de arena, por el bien de la humanidad.

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