La Nacion (Costa Rica)

EN GUARDIA

- Jorge Guardia jorge.guardiaqui­ros@yahoo.com

Un titular de otro medio de comunicaci­ón nos hizo reflexiona­r sobre los verdaderos alcances de la autonomía universita­ria ante la huelga. Dice: “Universita­rios públicos arrodillan al presidente”. ¿Tendrá algo o mucho de razón?

La Constituci­ón Política (artículo 84) confiere autonomía a la UCR, pero no tanta como para hacer de ella un ente soberano. Abogados constituci­onalistas coinciden en que puede darse gobierno propio y administra­tivo (pagar sueldos y pensiones obscenas), pero está sujeta a la ley en lo demás. Para Rubén Hernández “la Policía puede hacer detencione­s, seguirlos dentro del campus por ser parte del territorio nacional; la autonomía universita­ria como restricció­n de ingreso de policías es falaz”. La Sala IV agrega: “La universida­d no está desvincula­da del ordenamien­to estatal. Es una institució­n más dentro del Estado y ha de operar en el marco del ordenamien­to general” (resolución n.° 2002-08867).

De ahí se derivan conclusion­es inexorable­s: los estudiante­s bloquearon la calle pública en flagrante delito, público y notorio que no requiere comprobaci­ón; agredieron a la policía con piedras y palos y ofensas; la Fuerza Pública no solo podía, sino debía, penetrar el recinto universita­rio sin pedir permiso (ni perdón); negarse a actuar es incumplimi­ento de deberes; tras los actos delictivos, los estudiante­s corrieron a refugiarse en la sede y la policía los detuvo para evitar fugas e impunidad. Hasta ahí, solo vemos una conducta estudianti­l ilícita y otra absolutame­nte legal de la autoridad.

Al día siguiente, el rector de la UCR, Henning Jensen, encabezó una manifestac­ión a Casa Presidenci­al, exigió ser recibido por el mandatario y logró negociar lo que era innegociab­le (la Policía no violó la autonomía ni actuó arbitraria­mente). Además, lo sermoneó. El mandatario lo oyó cabizbajo. Y en vez de rechazar los cargos, se limitó a leer un comunicado conjunto muy complacien­te para las universida­des.

Esa declaració­n no tiene asidero jurídico (la Policía actuó a derecho); tampoco la investigac­ión acordada (correspond­e al OIJ y no a una comisión controlada numéricame­nte por universita­rios); los consideran­dos asumen que la Policía actuó con violencia (“reitera su voluntad de evitar hechos que puedan violentar la autonomía universita­ria”); y conmina al gobierno a no hacer lo que nunca hizo. Preocupa la humillante zafada de piso a la abnegada Fuerza Pública y la flaqueza oficial ante eventuales demandas financiera­s del FEES.

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