La Nacion (Costa Rica)

Mujer casi pierde cirugía que esperó cuatro años

- Ángela Ávalos aavalos@nacion.com

Salió del hospital el miércoles 26 de setiembre, cuando la huelga acumulaba 17 días. Para entonces, el cansancio consumía aceleradam­ente su cuerpo, ya debilitado por la artritis reumatoide­a que la dejó parapléjic­a hace 30 años.

Dentro de uno de los salones del Hospital San Vicente de Paúl, en Heredia, donde compartió con otros cinco pacientes, esta mujer de 49 años fue testigo directo del impacto de la huelga contra la reforma fiscal en los servicios de salud.

Ella estuvo a punto de ser devuelta para su casa cuando el Hospital se vio obligado a escoger a quiénes internaría. No podía hospitaliz­ar a todos porque su personal estaba diezmado debido a la protesta.

La operación que había esperado los últimos cuatro años estuvo a punto de ser suspendida por la huelga.

Más de 24 horas después de salir del centro médico, esta mujer con discapacid­ad conversó con La Nación en su casa, donde se está recuperand­o de una operación en que le extrajeron la vesícula biliar.

Compartió su vivencia con la condición de mantener en reserva su identidad, pues teme eventuales represalia­s por contar lo que vio en esa semana de internamie­nto.

Lloré. Su historia es una entre muchas que han vivido decenas de enfermos, víctimas inocentes de una protesta que ayer cumplió 19 días de bloqueos y servicios paralizado­s.

“Vamos a llamar a los pacientes para que se vayan a la casa. Entre esos, estaba yo. Lloré”, contó recordando cómo, el jueves 20 de setiembre, los funcionari­os de Admisión del hospital de Heredia escogieron a quienes tenían que devolverse porque no iban a ser atendidos por la huelga.

“Cuando me dijeron que me diera vuelta para la casa, me puse a llorar. Tanto dolor, tanto sacrificio de ayuno, sentada en una silla que no era mi silla de ruedas eléctrica... esperé muchas horas para que me dijeran que me devolviera para la casa”, recuerda.

Esta mujer llegó a Admisión del hospital herediano a las 6 a. m. para cumplir con una operación programada de vesícula, que le habían asignado hace cuatro años.

La insistenci­a de su hermana, que buscó médicos y corrió para que ella fuera internada varias horas después, le permitió ocupar una de las seis camas en un salón.

Esa primera noche, cuenta, había unos seis trabajador­es, entre asistentes de pacientes y enfermeros. Pero conforme avanzó la huelga, el personal se redujo. Durante los últimos días ahí, solo dos asistentes de pacientes eran los responsabl­es de atender las necesidade­s de los seis internados en un salón.

Esa falta de personal impactó en el funcionami­ento de los quirófanos. Por falta de suficiente equipo quirúrgico, a ella se le suspendió en dos ocasiones la operación.

Sin ropa. En todo ese tiempo, además del ayuno obligado para operacione­s que luego se cancelaban, lo peor que sucedió fue la falta de ropa hospitalar­ia.

“El martes, el mismo día que me operaron, pasaron en la mañana y avisaron: ‘A partir de hoy ya no va a haber batas. Se tienen que poner la misma bata, no hay sábanas, y baño en seco’”, dijo y explicó que esto último, en su caso, consistía en que no la bañaban, pero le cambiaban la mantilla o el pañal.

Asegura que su corazón se le rompió con una adulta mayor, de 70 años, a quien le cancelaron la operación cinco veces.

Cuando ella dejó el hospital, dejó atrás a esta señora, aún internada.

“Espero que ya la hayan operado. Si yo me moría por un poquito de café, ella más”, recordó la mujer.

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