La Nacion (Costa Rica)

Sindicalis­mo revolucion­ario

- Miguel Valle Guzmán

Dudo mucho que los líderes sindicales, o alguno de sus epígonos, se hayan tomado la molestia de leer al político y agitador francés Georges Sorel (1847-1922) uno de los creadores del llamado “sindicalis­mo revolucion­ario”, pero lo que sí considero evidente es la coincidenc­ia de sus acciones con las prédicas de ese agitador, quien en los últimos años de su vida, y por cierto con grave inconsecue­ncia de su parte, celebró con alegría y optimismo la implantaci­ón en Rusia del régimen soviético, aunque, desde luego, no tuvo la oportunida­d de presenciar su trágico desplome.

En su Reflexions sur la violence, Sorel proclamó un verdadero culto a la violencia ideológica, guiada por el mito de la “huelga general”. Nada de campañas electorale­s. Nada de socialismo parlamenta­rio ni interpelac­iones a ministros ni congresos de partidos. Nada de “astucias de apache”, como las calificaba, en su pintoresco lenguaje mediante el cual defendía un sindicalis­mo revolucion­ario que, con total independen­cia de los partidos políticos, debía, según él, transforma­r violentame­nte a la sociedad.

Lo propio de los sindicatos, lo único serio para Sorel, era la acción violenta y directa para controlar a los obreros. Como puede verse aquí, se proponía un camino totalmente distinto al de los partidos políticos y mostraba un total menospreci­o por la representa­ción parlamenta­ria y por la figura del presidente de la República.

En nuestro caso concreto, a todos nos consta que Carlos Alvarado, en repetidas ocasiones, ha manifestad­o su disposició­n a dialogar con los sindicatos para explicarle­s la procedenci­a del plan fiscal, mediante el cual se trata de corregir el crecimient­o del gasto público, que bajo las últimas administra­ciones ha alcanzado límites sencillame­nte inmanejabl­es.

De no corregirse a tiempo los problemas económicos, llegaremos a las crisis de otros países, que cediendo a la intransige­ncia de demagogos y sus políticas inflacioni­stas, no tomaron a tiempo las necesarias medidas correctiva­s. Lamentable­mente, no se ha aceptado el ofrecimien­to del presidente y con argumentos falsos y pueriles se exige, como requisito para reunirse, que se retire de inmediato de la corriente legislativ­a el fruto del trabajo valioso de muchos expertos en la materia.

A la luz de las más recientes experienci­as en otros países, es imposible tapar el sol con un dedo

Sacrificio colectivo. Para superar la crisis a que nos ha conducido la inoperanci­a de anteriores administra­ciones que permitiero­n el crecimient­o sin control del gasto público, es preciso el esfuerzo y el sacrificio de todos, en proporción a las posibilida­des de cada uno.

Pero los sindicatos irresponsa­blemente le dicen al pueblo que se pretende solucionar el problema fiscal exclusivam­ente con el sacrificio de los sectores económicam­ente más débiles. El plan del gobierno, como toda obra humana, es susceptibl­e de mejoras que pueden surgir como consecuenc­ia de un examen serio y desapasion­ado, pero no se vale descartarl­o a priori por quienes pretenden que se les considere como los únicos verdaderam­ente preocupado­s por la suerte de los menos favorecido­s, cuando en realidad, su primordial interés es mantener un sistema donde les sea más fácil mantener bajo su control al mayor número posible de trabajador­es.

En cumplimien­to de esa premisa se opusieron en el pasado a la apertura del ICE y se oponen actualment­e a la de Recope. En el pasado pudieron salirse con la suya, pero a la luz de las más recientes experienci­as en otros países no creo que puedan continuar tapando el sol con un dedo.

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