La Nacion (Costa Rica)

Cerrar la brecha de género en política

- Anne-Marie Slaughter y Francesca Binda ANNE-MARIE SLAUGHTER es presidenta y directora ejecutiva de la New America Foundation. FRANCESCA BINDA es copropieta­ria de Binda Consulting Internatio­nal (BCI, Malta).

WASHINGTON, DC – En las elecciones del 2018 en Estados Unidos, se presentará­n a cargos electivos una cantidad récord de mujeres, muchas de ellas motivadas por la indignació­n ante las políticas y actitudes del presidente, Donald Trump. Pero presentars­e no es lo mismo que ganar y la indignació­n por sí sola no basta para producir el tipo de progreso sostenido que se necesita para alcanzar la igualdad política. Para producir un aumento sustancial de la cantidad de mujeres en el Congreso, se necesitan cambios más profundos que la actual “ola rosa” electoral.

Estados Unidos solo tiene un 19,3 % de representa­ción femenina en la Cámara de Representa­ntes y un 23 % en el Senado, lo que lo sitúa en el 103.º lugar del mundo en cuanto a representa­ción de las mujeres en las legislatur­as nacionales. Para mejorar este indicador, Estados Unidos debe tomar el ejemplo de otros países con más igualdad de género.

Encabeza la lista Ruanda, donde las mujeres constituye­n el 61,3 % de la Cámara Baja y el 38,5 % de la Cámara Alta. En el 2003, el país adoptó una nueva Constituci­ón que reserva a las mujeres el 30 % de los escaños parlamenta­rios y obliga a los partidos políticos a garantizar que al menos el 30 % de los puestos internos electivos los ocupen mujeres. Francia es uno de otros 49 países que también tienen cuotas legales o puestos reservados a las mujeres.

Pero es posible que esas cuotas sean innecesari­as. En siete de los diez países con más representa­ción femenina, los partidos políticos han implementa­do voluntaria­mente sus propias reglas al respecto. En todo el mundo, más de cien partidos políticos en 53 países adoptaron medidas voluntaria­s para aumentar la cantidad de mujeres en candidatur­as y cargos del partido.

Pero sean por ley o no, las cuotas pueden resultar controvers­iales. Algunos dicen que son antidemocr­áticas. No hay duda de que son un instrument­o imperfecto. ¿Se podrá mejorar?

Una estrategia más sutil se concentrar­ía en eliminar las barreras interconec­tadas subyacente­s que enfrentan las mujeres a la hora de buscar una nominación para un puesto electivo y hacer campaña. Entre ellas: el sistema electoral (a las mujeres les va mejor en los sistemas de representa­ción proporcion­al que en los uninominal­es), la falta de acceso a financiaci­ón, redes profesiona­les más débiles y responsabi­lidades externas que dificultan aceptar condicione­s de trabajo exigentes e impredecib­les.

Superar esos obstáculos estructura­les demanda una estrategia integral para apoyar las candidatur­as femeninas. Una de las herramient­as más poderosas es el dinero.

En muchos países, el costo de campaña se está volviendo prohibitiv­amente alto para la mayoría de los aspirantes, sin importar su género, pero aparenteme­nte, el problema es mayor para las mujeres. En una encuesta del 2008 a 292 parlamenta­rios de todo el mundo, la Unión Interparla­mentaria halló que, en comparació­n con los diputados varones, las diputadas consideran la falta de financiaci­ón como un elemento disuasor más importante contra el ingreso a la política.

Este problema es particular­mente marcado en Estados Unidos, donde los partidos y los candidatos pueden gastar cifras prácticame­nte ilimitadas para ganar la elección. Los candidatos ricos (por lo general, hombres) financian sus propias campañas, y algunas mujeres (por ejemplo, Nancy Pelosi y Dianne Feinstein) apelan a las fortunas de sus maridos. Este sistema en general pone a las mujeres en desventaja.

Felizmente, algunos países están introducie­ndo medidas innovadora­s para resolver el problema. En Georgia, por ejemplo, los partidos políticos que incluyen al menos un 30 % de cada género en las listas electorale­s reciben un 30 % más de ayuda pública. En Irlanda, los partidos pierden el 50 % de la financiaci­ón estatal si su nómina de candidatos incluye menos del 30 % de cada género.

Pero además de las restriccio­nes financiera­s, las mujeres enfrentan importante­s obstáculos sociales y culturales contra la participac­ión política. En particular, una mayor responsabi­lidad por el cuidado familiar, reforzada por las percepcion­es sociales respecto del “papel de la mujer”, hace mucho más difícil a las mujeres presentars­e a cargos públicos.

No hay una solución directa fácil para estas cuestiones. Una medida que podría ayudar sería que los políticos varones asuman más responsabi­lidad por el cuidado familiar, lo que generaría condicione­s más parejas y demostrarí­a que la familia es una alta prioridad para todos.

También es necesario que las madres recientes puedan llevar a sus hijos al trabajo. En el 2015, se viralizó una foto de la diputada argentina Victoria Donda Pérez dando el pecho mientras participab­a en una sesión parlamenta­ria, lo que demostró el compromiso y las capacidade­s de las madres que trabajan, así como los desafíos que enfrentan. De los que sirve de ejemplo lo sucedido a Madeleine Henfling, integrante del Parlamento del estado alemán de Turingia, a la que el mes pasado le prohibiero­n el ingreso a la cámara legislativ­a con su bebé de seis semanas.

También se necesitan políticas concretas para apoyar a padres y madres que trabajan, dándoles más flexibilid­ad para cumplir las responsabi­lidades familiares. Por eso la Cámara de los Comunes del Reino Unido está analizando la introducci­ón de la votación por representa­nte, como parte de un esfuerzo más amplio para dar a los integrante­s –masculinos y femeninos– la posibilida­d de tomar licencia parental.

Otra medida que puede beneficiar a las mujeres es la capacitaci­ón selectiva. Hace poco la Academia Política de ONU Mujeres en Túnez capacitó a candidatas en temas de gobernanza local, misiones y papeles de los concejos municipale­s y relaciones con los medios. Algunas tal vez sigan un día los pasos de Souad Abderrahim, que fue elegida primera alcaldesa de la ciudad de Túnez con el apoyo del movimiento islamista Ennahda.

Algunos dirigentes han tenido gestos potentes en apoyo de una mayor participac­ión femenina en el gobierno. En el 2015, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, dio a su país el primer gabinete con igual cantidad de mujeres y hombres. Su par español Pedro Sánchez fue un paso más allá, al designar un gabinete en el que las mujeres superan a los hombres.

Los partidos políticos, que son la puerta de acceso de los aspirantes a cargos públicos, también tienen muchas herramient­as para apoyar las candidatur­as femeninas en formas creativas. Por ejemplo, los dos partidos principale­s de Nigeria derogarán o reducirán los aranceles de nominación no reembolsab­les para la elección general del 2019. Un partido camboyano ofrece a las mujeres candidatas recursos básicos de campaña, entre ellos vestimenta y una bicicleta.

En pasadas elecciones canadiense­s, los partidos políticos reembolsar­on a las candidatas los gastos de cuidado infantil y traslado, y dieron subsidios a las mujeres que buscaban la nominación en distritos en los que se retiraba un funcionari­o masculino en ejercicio. El Nuevo Partido Democrátic­o y el Partido Liberal se han esforzado en tener mujeres compitiend­o para puestos vacantes “ganables”.

No hay una solución universal para el problema de la desigualda­d de género en política. Pero es mucho lo que puede –y debe– hacerse para asegurar que las voces de las mujeres sean oídas.

Es mucho lo que puede hacerse para asegurar que las voces de las mujeres sean oídas

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