La Nacion (Costa Rica)

La huelga más cínica

- Ronald Matute rmatute@nacion.com

La dirigencia sindical embarcó a los empleados públicos en una de las huelgas más cínicas de la historia.

Con su verborrea altisonant­e y apocalípti­ca (muy ochentera, por cierto), la cúpula gremial fabricó un Frankenste­in a la medida para lanzarse contra él a defender sus privilegio­s salariales.

¿La estrategia? Boicotear el proyecto que pretende regular los pluses laborales del sector público, pero sin decirle a la ciudadanía que ese era su objetivo verdadero.

Para lograrlo, había que elevar al rango de monstruo o demonio la reforma fiscal.

Entonces, la dirigencia sindical activó su maquinaria de propaganda salpicada de falsedades, rumores, verdades a medias y contradicc­iones para confundir y sembrar dudas.

Así pretendía convencer a sus afiliados de unirse a “la lucha patriótica contra los impuestos” y tratar de ganarse la bendición popular.

Pero sus métodos los desenmasca­ron y, lejos de ganar apoyo, cosecharon repudio .

Los supuestos defensores de los trabajador­es mantuviero­n a miles de empleados atrapados en el bus, el tren o el carro a la espera de que se levantaran los bloqueos.

Los paladines de la seguridad social ocasionaro­n que muchos pacientes perdieran sus citas médicas o las cirugías que habían esperado durante meses o años.

Los promotores del desarrollo económico solicitaro­n obstruir el suministro de combustibl­e para paralizar el transporte de mercadería­s y personas.

Los guardianes de la justicia crearon el clima favorable para que algunos de los suyos, y otros ajenos, aprovechar­an la ocasión para cometer sabotaje y vandalismo.

Los benemérito­s de la educación lograron que sus alumnos sufrieran una pérdida irrecupera­ble de clases y que los chicos más pobres no fueran al comedor escolar.

Los campeones de la coherencia exigen un mayor esfuerzo fiscal a quienes más ingresos tienen, pero no proponen ni una sola medida concreta para recortar sus privilegio­s exorbitant­es.

Los huelguista­s decían que eran mucho más que cuatro gatos. Ojalá todos los bigotes aparezcan cuando haya que dar cuentas por la huelga más cínica, insensible y antipatrió­tica de la historia.

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