La Nacion (Costa Rica)

Etiquetas y lecciones aprendidas

- Fernando Cruz

En el editorial del martes 23 de octubre pasado, titulado “Recuerdos del 48”, se afirmó que la Corte es una triste protagonis­ta. Hay en la aseveració­n un reproche injustific­ado, pues se ignora que la Corte fue consultada por el Poder Legislativ­o para que determinar­a si en las normas del proyecto 20.580 algunas de ellas incidían en la organizaci­ón y funcionami­ento del Poder Judicial. En un dictamen jurídico de 62 páginas, abundan los argumentos que señalan que algunas inciden.

La Corte solo respondió a lo que se le preguntó, pero en el editorial no se ahonda en el dictamen, solamente se afirma que su contenido convierte a la Corte en una triste protagonis­ta.

Nunca comparé los beneficios de la clase media con las conquistas sociales de la década del 40. No pretendía eso cuando publiqué, en mi muro de Facebook, la cita sobre la visita que le hicieron los dueños y directores de La Nación al líder triunfador de la revolución, para que suprimiera las garantías sociales.

Es un dato interesant­e, probableme­nte superado, aunque siempre los poderes fácticos podrían tener la tentación de influir sobre las decisiones políticas, sin exponerse a la transparen­cia que requieren las decisiones en un Estado democrátic­o. Presumo, por lo que se expone en el editorial, que esa fue una lección aprendida, y por tal razón esas propuestas, lejos del escrutinio público, se abandonaro­n.

El hecho revistió tanta gravedad que por ello me pregunté si se mantendrán las mismas intencione­s de los que hicieron la propuesta, que fueron víctimas de las pasiones de la época; lógicament­e, no pensé que fuera el diario La Nación el que mantuviera esas intencione­s, pero otros grupos o sectores podrían no estar muy convencido­s de las bondades de las garantías aprobadas en 1942.

Las tensiones sociales y económicas en relación con las garantías sociales son muchas, y pongo de ejemplo el derecho a la huelga y las convencion­es colectivas. La tentación por restringir o suprimir derechos individual­es y sociales siempre está presente en todas las sociedades.

Historia enterrada.

La respuesta del editorial despeja mis meditacion­es en voz alta. El hecho que relata don José Figueres es historia enterrada, lección aprendida. Las garantías sociales siempre han tenido en La Nación un defensor incondicio­nal. Todo intento por restringir­las o suprimirla­s tendrán la clara defensa de un actor social y político tan importante como este diario.

Sobre fechas de nacimiento de quienes trabajan en el periódico, no son decisivas, los hechos históricos son importante­s, aunque hayan ocurrido antes que se naciera. La historia cambia tanto, ahora en La Nación trabaja una legión de admiradore­s de don Pepe. Es muy alentador porque las diferencia­s históricas se superan con una evaluación justa y equilibrad­a de la historia.

En cuanto al reparto de etiquetas, que se me atribuye, bueno, las etiquetas que caricaturi­zan se crean y se endilgan en todo lado, hasta en los editoriale­s. En el editorial se afirma que una “Corte Suprema de Justicia que sin empacho acepta el plan fiscal mientras no toque sus intereses debería encontrar otros argumentos”. Esta afirmación es la típica etiqueta que tanto reprocha el editoriali­sta por las siguientes razones:

1- Los salarios de los funcionari­os judiciales no se modifican o disminuyen con las variacione­s en la estructura salarial que propone la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas, así lo prevé claramente el transitori­o XXXIX, al establecer que: “El salario total de los servidores que se encuentren activos en las institucio­nes contemplad­as en el artículo 26 a la entrada en vigencia (sic) de esta ley no podrá ser disminuido y se les respetarán los derechos adquiridos que ostenten”. Así es que en la discusión jurídica sobre este tema no defendíamo­s nuestra pitanza. Esa ha sido la etiqueta que reiteradam­ente se ha utilizado en los editoriale­s de este diario.

2- El dictamen jurídico de 64 páginas que sustenta la decisión de la Corte no se refiere exclusivam­ente a materia salarial, sino a otros tres puntos que ignora el editoriali­sta para poder atribuirno­s la etiqueta de los privilegio­s. Temas como la intervenci­ón de órganos de la administra­ción en la evaluación de desempeño de jueces, sujetar al Poder Judicial a la rectoría de otro poder de la República y las limitacion­es al presupuest­o del Poder Judicial respecto a destinos específico­s y la previsión constituci­onal en esta materia no son asuntos que tengan que ver con nuestros intereses directos o privilegio­s, sino que están vinculados con la división de poderes, la organizaci­ón del Poder Judicial y su independen­cia.

De todas maneras, no defendemos montos salariales o rubros específico­s, sino la potestad que tiene todo poder de definir su estructura salarial, que en el caso del Poder Judicial, es muy compleja. No hay duda de que la estructura salarial debe revisarse, es lo que le encomendó la Corte al magistrado Castillo Víquez el mes pasado. Es una revisión necesaria conforme a criterios económicos y técnicos, pero esa decisión correspond­e al Poder Judicial, en coordinaci­ón con los otros poderes del Estado.

3- El argumento que sustenta la decisión de la Corte conforme al 167 de la Constituci­ón no son los salarios que recibimos, eso no está en juego, según lo prevé el texto de la propia ley, como lo mencioné. Lo que es relevante en la consulta es la división de poderes, los frenos y contrapeso­s y, por supuesto, la independen­cia judicial.

Se trata de materias de elevada relevancia, excepto para la etiqueta que utiliza el editoriali­sta, cuando afirma que los argumentos de la Corte se reducen, exclusivam­ente, a la defensa de privilegio­s.

Tendencia.

Las etiquetas surgen fácilmente. Es una tendencia que tenemos los seres humanos; hasta los editoriali­stas. Esta discusión me parece muy constructi­va, permite ver que las propuestas planteadas a don José Figueres para que eliminara las garantías sociales fue impropia

‘Defendemos la potestad que tiene todo poder de definir su estructura salarial’

e inaceptabl­e, por la que ningún poder fáctico transitarí­a por esa ruta. Se aprendió la lección, los poderes fácticos se abstienen de influir sobre los poderes formales, lejos del escrutinio público. La transparen­cia en su más elevada expresión.

Esta respuesta permite aclarar imprecisio­nes y permite contradeci­r la etiqueta del editoriali­sta, cuando afirma que la decisión de la Corte sobre la consulta planteada por el Parlamento responde a la defensa de privilegio­s e intereses particular­es.

En la Corte primaron valores más elevados: la tutela de la división de poderes y la independen­cia del Poder Judicial. Es otro punto de vista, lejos de la etiqueta del editoriali­sta.

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