Pelé: la grandeza de la humildad
Desde la tribuna
SPIANISTA Y ESCRITOR í, no hay duda de que eran otros tiempos. Pero era, sobre todo, una concepción diferente de lo que hoy en día llamamos “una celebridad”. Me refiero a Pelé, al inmenso y al mismo tiempo humilde Pelé, con su don de gentes, su bonhomía, su simpatía natural, su respeto por los aficionados, su ética de caballero. No era un rufiancillo, un pachuquillo o bien un engreído acomplejado como Messi, que vino a Costa Rica, no jugó un minuto, no saludó al público, no concedió entrevistas, reservó todo el quinto piso del Marriott para no ser perturbado, no fue capaz de dar un autógrafo o dejarse tomar una foto… Pssst, atorrante cualquiera. La Selección Argentina estafó a nuestra afición jugando un pésimo partido (0 a 0) y ocultando, como si del diamante zirconia se tratara, al mimadito ese.
Pelé venía a Costa Rica con toda la nómina del Santos, daba espectáculo y sentaba cátedra de fútbol. Solían hospedarse en el Hotel Balmoral. A Pelé le encantaba ir oír a Paco Navarrete en su salón “Boccacio”: ahí bailaba y ocasionalmente cantaba. Luego pasaba a comerse un sándwich de queso blanco en pan español con un fresco de mora en Chelles, donde todo el mundo lo reconocía y le pedía autógrafos. Siempre deferente, siempre caballeroso, siempre atento con su fanaticada. Entrenaba con sus compañeros en Ojo de Agua, a la vista y paciencia de todo el que ahí se encontraba. Cualquiera podía irlo a ver hacer series, controlar balones con el pecho, ensayar jugadas en espacios reducidos, hacer acrobacias con la pelota.
La gente le llevaba balones para que los firmara: jamás desairó a un admirador, jamás se tomó a sí mismo por el Übermensch de Nietzsche. Era humilde en su inconmensurable grandeza. Y todo cuando tenía tres campeonatos mundiales y había ganado cuanto se podía ganar. Messi ha jugado cuatro copas mundiales y no ha ganado nada. Ni hablar sabe. Y no me salgan con el cuento del Asperger: esto más me suena a un tipo de pedantería muy específicamente argentino. ¡Qué gran ser humano, Pelé, qué falta le hacen al mundo los hombres de este jaez, su accesibilidad, su sencillez, su amor por la afición!