Estudio de la UNA urge una transformación en Bachillerato
Cerca del 50% de los estudiantes evaluados obtienen notas menores a 70
Un estudio de la Universidad Nacional (UNA) considera que el Bachillerato requiere una transformación urgente, pues se trata de pruebas descontextualizadas que no miden el conocimiento real de los estudiantes, incumplen objetivos, no evalúan la calidad de la educación y cuya promoción es deficiente.
Esta fue una de las conclusiones que arrojó la investigación Balance crítico de objetivos, modelo evaluativo, resultados y utilidad de la información de las pruebas nacionales como instrumento de certificación del conocimiento de los estudiantes, que dio a conocer este miércoles la Universidad.
El estudio lo desarrolló, desde el 2017, el Centro de Investigación y Docencia en Educación (CIDE) de la UNA.
“Es perentorio que el MEP realice un proceso de transformación de las Pruebas Nacionales de Bachillerato, de manera que se tome en consideración su propósito central y objetivos específicos, el modelo de evaluación, el uso de los resultados y, de manera urgente, las consecuencias de alto impacto que generan en el sistema”, explica el informe.
Cuando la investigación indica que las evaluaciones están descontextualizadas, se refiere a que los ocho objetivos que orientan su realización se redactaron hace 30 años y solo han experimentado una reforma puntual, en el 2018, con la eliminación de objetivos originales, lo cual, según los investigadores, de ninguna manera puede considerarse “una modificación sustantiva”.
Estos objetivos iban orientados a “mejorar la calidad del sistema educativo en todos sus niveles y procesos”, “ofrecer a la población estudiantil un desafío académico que contribuya a mejorar las posibilidades de éxito para su incorporación a los ciclos o niveles educativos inmediatos superiores o al mundo del trabajo” y “promover una actitud de superación académica en los profesionales de la docencia”.
Según entrevistas hechas por los investigadores a los directores regionales del Ministerio de Educación Pública (MEP), estos consideran que las metas de las pruebas nacionales no se cumplen, “porque no responden a la realidad de la población estudiantil ni a la de todos los centros educativos”. Por su parte, para los directores de los centros educativos, los objetivos deben revisarse porque su cumplimiento no se logra con solo la realización de las pruebas.
Al ingresar al MEP, el ministro Édgar Mora dijo que su posición es que las pruebas nacionales sean “de certificación y diagnóstico, un requisito pero no un obstáculo para graduarse y obtener el título”. Dicha posición la sigue manteniendo.
La información de este estudio es de vital importancia para el Ministerio en cuanto al futuro de las pruebas nacionales.
“Con base en las nuevas mallas curriculares, las pruebas finales pueden ser rediseñadas para generar ese diagnóstico sistemático que tanto necesitamos y, a la vez, producir una valoración del estudiante que funcione como un gravamen y certificado para efectos sociales, todo esto sin que las pruebas finales impidan otorgar el grado, en caso de que el estudiante haya aprobado todas las materias”, dijo el jerarca, a raíz de la investigación de la UNA.
Baja promoción. Para completar la afirmación de que las pruebas no cumplen sus objetivos, los investigadores lo explicaron con datos de la promoción en las evaluaciones y la alta dependencia que tienen los alumnos de la curva para aprobarlas.
Para esto, analizaron los resultados de Bachillerato del 2016, pruebas que realizaron 37.282 estudiantes, y dividieron esa población según los distritos a los que pertenecen los alumnos (Áreas de Mayor y Menor Desarrollo Relativo [IDS]).
De esos 37.282 alumnos, el 47,76% (17.805) obtuvo una nota deficiente (menor de 70) independientemente del distrito con el Índice de Desarrollo Social (IDS) alto, medio, muy bajo o bajo al que pertenecen.
Un 30,17% (11.250) tuvieron una nota de bueno (entre 70 y 80); el 7,75% (6.777) logró una calificación de muy bueno (entre 80 y 90), y solo un 3,89% (1.450) sacó una nota de excelente (entre 90 y 100).
Los alumnos que viven en distritos con un IDS alto presentan un nivel de aprobación, sin curva, del 55,62%, y aquellos que se encuentran en distritos de IDS muy bajo aprueban, también sin curva, en apenas un 25,08% de los casos.
“Esto indica que las deficiencias en la calidad docente se estratifican por regiones (...). Alguien podría decir que esto es normal porque, como en la vida, en el sistema educativo hay de todo, bueno y malo, pero eso es incorrecto. Bueno y malo puede haber en un mercado o en un estadio (...), pero en un Ministerio de Educación no es aceptable, acá solo debe haber buenos (docentes)”, dijo Mora.
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