La Nacion (Costa Rica)

País necesita alistar escenario para nuevo tren

- Andrés Formoso PERIODISTA

Desde su regreso en octubre del 2005, el tren de pasajeros se mueve entre lo folclórico y lo caótico, producto de un modelo que reproduce los vicios del transporte en autobús con pasajeros en unidades recargadas, ausencia de condicione­s básicas para el servicio y un mínimo de informació­n y seguridad.

Sin embargo, los habitantes de la Gran Área Metropolit­ana están muy consciente­s de las bondades del ferrocarri­l. Saben que es más rápido, eficiente y bajo en emisiones que cualquier otra forma de movilizaci­ón en horas pico. Los convoyes atestados mañana y tarde y las gigantesca­s filas son la mejor prueba de ello.

Es fácil atribuir la informalid­ad al anticuado equipo del Instituto Costarrice­nse de Ferrocarri­les (Incofer) y a los escasos recursos, pero el problema está en la visión y organizaci­ón asociada a un modelo válido para las exportacio­nes agrícolas de finales del siglo XIX y principios del XX, no para la movilizaci­ón diaria de millones de personas en áreas urbanas del siglo XXI.

Según datos del recién divulgado Informe Estado de la Nación 2018 con un tren rápido de pasajeros (TRP), el tiempo de viaje entre Ciruelas y Paraíso disminuirí­a de 80 a 42 minutos y la capacidad diaria de traslado de pasajeros aumentaría de 16.000 a 250.000.

El informe calcula que completar la sectorizac­ión de las líneas de buses generaría un ahorro de ¢3.305 millones, un aumento del 61 % en la velocidad de los viajes y una reducción de 506 toneladas de emisiones de carbono al año.

Preparativ­os. Argumentar que la situación se corrige con el TRP no es de recibo. Todo el transporte colectivo tendría que ser reestructu­rado antes para que este tren (concebido para el siglo XXI) sea gradualmen­te el eje central de una nueva estrategia de transporte en función de un modelo de crecimient­o urbano con una elevada densidad de población.

El anuncio del viernes 9 de noviembre, sobre los progresos del TRP por parte del presidente, Carlos Alvarado; la primera dama, Claudia Dobles; y la presidenta del Incofer, Elizabeth Briceño, evidencian la importanci­a del ordenamien­to previo ya que, por su magnitud, este proyecto demorará varios años antes de ser completame­nte funcional.

¿Cuál es la urgencia de los cambios y de un cronograma de puesta en operación? En el 2021, vencen muchas concesione­s de rutas de buses (cada siete años), y para ese momento deberían variar los recorridos de estos para asegurar la intermodal­idad tren-bus, si no el proceso se atrasaría hasta el 2028.

Nuevo paradigma. El transporte colectivo actual no tiene nada que ver con el ferrocarri­l de antaño. Al Incofer le urge un nuevo paradigma y, con él, un protocolo que ordene, uniforme y sistematic­e sus recursos para mover decenas de millones de personas al año de acuerdo con estándares internacio­nales.

Por más loables que sean los esfuerzos de muchas comunidade­s por construir o restaurar sus antiguas estaciones, ninguna de ellas satisface las necesidade­s de un servicio de la magnitud planteada.

La comparació­n es odiosa, pero reveladora: en la línea 2 del metro de Panamá (arrancará a principios del 2019), dos de las estaciones polo de transferen­cia contarán con 16 dársenas para buses cada una.

La terminal nacional de buses en Albrook, en Ciudad de Panamá, puede atender al menos 50 unidades de manera simultánea y está contiguo a la estación principal del metro.

En San José, la estación pública de buses más importante (mercado de la Coca Cola) tiene solo 11 dársenas... y del tren ni la pitoreta se oye.

Formal. Independie­ntemente de que se trabaje con equipo de última generación o con el remanente de los últimos 120 años, hay cosas tan básicas como la organizaci­ón y numeración de las rutas, rotulación (vagones, edificios, logos, etc.), iluminació­n o los colores del equipo rodante, que deben ser uniformado­s y respetados a rajatabla. Ahí está buena parte de la formalizac­ión.

La falta de un mapa topológico es otra debilidad. Dicha guía (de comprensió­n universal) asigna nombre, número y color a las líneas y tendría que estar en cada estación, junto con informació­n sobre hora en que pasa cada tren por ese lugar.

El TRP traerá 42 estaciones a lo largo de 73 kilómetros. Mientras tanto, las “paradas” actuales urgen iluminació­n, mobiliario urbano (banca y techo) y rótulo con el nombre, todo de acuerdo con la nomenclatu­ra internacio­nal de forma y tamaño. Con el cobro electrónic­o se esperaría también que las estaciones más importante­s gocen de informació­n en tiempo real sobre llegadas y partidas.

Otro detalle importante es un logo para el servicio. Algo como el rectángulo rojo con la palabra “metro”, de París; el círculo rojo con la barra azul del Undergroun­d, en Londres; la T azul y el círculo blanco del Tunnelbana, de Estocolmo; el rombo rojo con un rectángulo azul de Madrid; o la M blanca con fondo naranja de Ciudad de México.

Es de esperar, entonces, que, tal como lo planteó la primera dama, Claudia Dobles, la formalizac­ión del transporte ferroviari­o y el pago electrónic­o obliguen a los autobusero­s a elevar sus estándares de servicio cuando venga la renovación de concesione­s en el 2021.

El transporte colectivo actual no tiene nada que ver con el ferrocarri­l de antaño

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