Repensar seriamente la política social
Durante el gobierno anterior, Carlos Alvarado, entonces ministro de Trabajo, impulsó el programa Puente al Desarrollo, el cual integraba a escala regional la labor institucional para reducir la pobreza. Consiguió una reducción, por primera vez en muchos años, del porcentaje, aunque no de la pobreza extrema.
Fue posible, entre otras razones, gracias al volumen de fondos per cápita de la política social existentes en el archipiélago institucional, que al ser coordinados y focalizados apalancaron los resultados.
Debe destacarse, asimismo, el seguimiento y supervisión de la vicepresidente de entonces, Ana Helena Chacón, así como la presencia del programa Tejiendo Oportunidades, de Mercedes Peñas, entonces primera dama.
En esta administración, la importancia del plan fiscal ha dejado en segundo plano el programa oficial para el combate a la pobreza, que mantiene su nombre Puente al Desarrollo.
Integrar y focalizar es fundamental porque permite concentrar recursos y programas institucionales dispersos en soluciones regionales y locales. Este tipo de políticas, cuando se han aplicado en estructuras institucionales descentralizadas, articuladas, con evaluación y seguimiento, han tenido resultados importantes en países como Uruguay y Chile. No obstante, nuestro archipiélago institucional está lejos de articularse y viene saliendo de una turbulenta huelga que requiere de una conducción firme y sostenida para alcanzar logros relevantes.
Integrarlo y conducirlo es importante, pero, en las actuales circunstancias, se necesita estímulo y control desde abajo. De un involucramiento y participación activa de las comunidades organizadas y gobiernos locales, que refuercen la conducción y el cumplimiento de la política integradora y orienten el ajuste institucional a los requerimientos actuales.
Organización.
La participación organizada de las comunidades en la consecución de metas y en ajuste de las instituciones a sus necesidades lo demuestran varias experiencias históricas. Para citar dos casos: en Brasil, el programa Hambre Cero sacó a 30 millones de la pobreza en un tiempo récord y, en nuestro país, el Hospital sin Paredes creó 161 puestos de salud con los recursos y la organización comunal, lo cual redujo la tasa de mortalidad materno-infantil en pocos años. Experiencia que le valió al Dr. Juan Guillermo Ortiz Guier y a su equipo del Hospital de San Ramón, en los años 60, premios tanto de la Organización Panamericana de la salud como como de la Organización Mundial de la Salud.
Desafortunadamente, no es el paradigma prevaleciente en el enfoque de la política social. Esta se inclina más por la asistencia y no es probable que los actuales jerarcas estén dispuestos a poner en marcha, a corto plazo, un enfoque participativo de involucramiento activo de las comunidades.
Resistencia del poder.
La organización autónoma alrededor de las necesidades de las comunidades y las organizaciones es la única fuente de poder que las convierte en actoras activas del desarrollo. A través de la organización se adquieren capacidades para desarrollar proyectos comunales y empresariales, se rompen “techos sociales” y se adquiere la visión que permite las transformaciones productivas y el ajuste de las relaciones sociales.
Existen métodos basados en la organización autónoma que han sido probados exitosamente en el mundo. Métodos que empoderan a los grupos organizados de visión y capacidad operativa, que resquebraja los techos sociales abriendo nuevas perspectivas de participación, como lo hacen actualmente en 49 cantones de 6 provincias sudafricanas (vea www.seriti.org.za).
No obstante los alcances demostrados, esos métodos encuentran serias resistencias en las estructuras de poder político y en la organización institucional diseñada “para ayudar a la gente” y consolidar clientelas políticas.
Operación tenazas.
Enfrentar la resistencia no es un problema teórico-metodológico. En este campo, las fortalezas de la capacitación masiva son evidentes por su arraigo y fundamento en la andragogía, o ciencia de la educación de adultos, y en los resultados.
La resistencia es, ante todo, un problema político y, como tal, debe ser enfrentado desarrollando procesos de acumulación de fuerzas. Es necesaria no solo una visión y la decisión política, sino también, ante todo, una alianza activa con los nuevos tipos de organizaciones incluyentes. Alianza que contribuya a políticas públicas para su promoción, al mismo tiempo que fortalezca la descentralización y la base activa del poder local y nacional.
El éxito de la política social no depende solo del plan fiscal. Pase o no pase, se debe trabajar con recursos menguados. Sus logros, eso sí, estarán ligados estrechamente a las alianzas que permitan una reforma institucional promovida fuertemente desde abajo.
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Las fortalezas de la capacitación masiva son evidentes por su fundamento en la andragogía