Sindicalismo desvirtuado
Diversos sindicatos entraron en huelga en setiembre alegando estar en contra del “combo fiscal”. Hubo sabotajes, ataques a la Policía y, en un caso, ataques excesivos de la Policía a estudiantes de la UCR. Sin embargo, el sindicalismo se ha encargado, con gran facilidad, de colocar a la mayoría del pueblo en su contra y desnudarse frente a todos como un movimiento desvirtuado cuyo propósito no era una lucha por el país, sino dañar a este.
El apoyo a la huelga bajó estrepitosamente en tan solo un mes, y a hoy es difícil encontrar personas que la apoyen. El haber afectado servicios esenciales, como el lavado de ropa en el Calderón Guardia y el servicio de alimentación en escuelas y colegios, refleja un egoísmo enardecido de los sindicatos y sus integrantes, quienes presumieron en las redes sociales del daño que le estaban causando al gobierno.
Los sindicatos afectaron al país por más de $386 millones, pero, más que todo, perjudicaron a las personas más vulnerables, a quienes, en teoría, ostentan defender.
Vacía de contenido.
Gran parte de la lucha contra la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas no tenía sustento alguno, aparte de los sentimientos de los huelguistas. Hablando con diferentes miembros de la APSE en la calle durante la huelga, me comentaban diversas fantasías, por ejemplo, que el “combo fiscal” era para “pedir un préstamo para construir un subterráneo”.
En otros casos, ningún maestro me dio un argumento claro y contundente del porqué estaban en la lucha contra el plan y en qué consistía el proyecto.
Se me hizo evidente que muchas de las personas en la huelga confiaban ciegamente en lo que sus líderes les decían o, en no pocos casos, simplemente la aprovecharon para salir del país o no trabajar.
Esos sentimientos resultaron en un movimiento que al inicio tuvo mucho apoyo y energía, pero que, pocas semanas después, se retrató como intransigente porque nunca tuvo voluntad de negociar, lo cual se reflejó el día cuando los líderes sindicales firmaron un documento de cese de huelga y luego no fue aprobado por sus bases.
Mis experiencias cómo sindicalista en Costa Rica y Canadá me demuestran que los afiliados a estos grupos deben someterse a un proceso de autoevaluación y autocrítica y preguntarse, de forma seria y honesta, su verdadero propósito.
Cuando viví en Canadá y fui miembro del sindicato de profesores a tiempo parcial de la Universidad de Ottawa, pude comprender el estado corrupto, pero, sobre todo, desvirtuado en que se encuentra el sindicalismo costarricense.
Mientras en la Universidad de Ottawa las bases sindicales negociamos por catorce (sí, catorce) meses con la universidad para mejorar nuestras condiciones laborales, surgió una amenaza de huelga solo en el último momento. Los sindicatos costarricenses, en cambio, proceden al revés: se van a huelga primero y negocian después.
Unión inconveniente.
Aún peor, los líderes sindicales se unieron a la extrema derecha evangélica en la Asamblea Legislativa sin jamás reclamarle a dicha fracción la eliminación de los impuestos a las Iglesias que incluía la primera versión del plan fiscal. Eso demuestra la enorme inconsistencia intelectual del sindicalismo y la izquierda costarricense. Con tal de estar en contra del gobierno, se han unido a personas intelectualmente opuestas a ellos.
Al ver el movimiento huelguista, se evidencia que la izquierda costarricense no ha tenido la autocrítica necesaria para surgir de nuevo.
Por el contrario, la izquierda y el sindicalismo se han vuelto más intransigentes e incongruentes. Eso solo resultará en una nueva derrota electoral (evidenciada en las elecciones pasadas, donde la izquierda fue reemplazada por la derecha evangélica).
El sindicalismo y la izquierda costarricenses deben replantearse su existencia y propósito, ya que perdieron su camino y se han desvirtuado cayendo en politiquería y populismo. Esto se ha expresado también en otros países, como lo dijo de manera contundente el fraile dominico brasileño Frei Betto: “Las izquierdas latinoamericanas debemos de pensar por qué los pobres ya no nos apoyan tanto”.
Las próximas acciones que tomen los sindicatos y la izquierda determinarán si han de surgir o si continuarán hundiéndose en el fondo del abismo de la autocomplacencia e ignorancia.
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Los gremios costarricenses actúan al revés: primero van a huelga y luego negocian