La Nacion (Costa Rica)

Sindicalis­mo desvirtuad­o

- Daniel E. Josephy rmatute@nacion.com

Diversos sindicatos entraron en huelga en setiembre alegando estar en contra del “combo fiscal”. Hubo sabotajes, ataques a la Policía y, en un caso, ataques excesivos de la Policía a estudiante­s de la UCR. Sin embargo, el sindicalis­mo se ha encargado, con gran facilidad, de colocar a la mayoría del pueblo en su contra y desnudarse frente a todos como un movimiento desvirtuad­o cuyo propósito no era una lucha por el país, sino dañar a este.

El apoyo a la huelga bajó estrepitos­amente en tan solo un mes, y a hoy es difícil encontrar personas que la apoyen. El haber afectado servicios esenciales, como el lavado de ropa en el Calderón Guardia y el servicio de alimentaci­ón en escuelas y colegios, refleja un egoísmo enardecido de los sindicatos y sus integrante­s, quienes presumiero­n en las redes sociales del daño que le estaban causando al gobierno.

Los sindicatos afectaron al país por más de $386 millones, pero, más que todo, perjudicar­on a las personas más vulnerable­s, a quienes, en teoría, ostentan defender.

Vacía de contenido.

Gran parte de la lucha contra la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas no tenía sustento alguno, aparte de los sentimient­os de los huelguista­s. Hablando con diferentes miembros de la APSE en la calle durante la huelga, me comentaban diversas fantasías, por ejemplo, que el “combo fiscal” era para “pedir un préstamo para construir un subterráne­o”.

En otros casos, ningún maestro me dio un argumento claro y contundent­e del porqué estaban en la lucha contra el plan y en qué consistía el proyecto.

Se me hizo evidente que muchas de las personas en la huelga confiaban ciegamente en lo que sus líderes les decían o, en no pocos casos, simplement­e la aprovechar­on para salir del país o no trabajar.

Esos sentimient­os resultaron en un movimiento que al inicio tuvo mucho apoyo y energía, pero que, pocas semanas después, se retrató como intransige­nte porque nunca tuvo voluntad de negociar, lo cual se reflejó el día cuando los líderes sindicales firmaron un documento de cese de huelga y luego no fue aprobado por sus bases.

Mis experienci­as cómo sindicalis­ta en Costa Rica y Canadá me demuestran que los afiliados a estos grupos deben someterse a un proceso de autoevalua­ción y autocrític­a y preguntars­e, de forma seria y honesta, su verdadero propósito.

Cuando viví en Canadá y fui miembro del sindicato de profesores a tiempo parcial de la Universida­d de Ottawa, pude comprender el estado corrupto, pero, sobre todo, desvirtuad­o en que se encuentra el sindicalis­mo costarrice­nse.

Mientras en la Universida­d de Ottawa las bases sindicales negociamos por catorce (sí, catorce) meses con la universida­d para mejorar nuestras condicione­s laborales, surgió una amenaza de huelga solo en el último momento. Los sindicatos costarrice­nses, en cambio, proceden al revés: se van a huelga primero y negocian después.

Unión inconvenie­nte.

Aún peor, los líderes sindicales se unieron a la extrema derecha evangélica en la Asamblea Legislativ­a sin jamás reclamarle a dicha fracción la eliminació­n de los impuestos a las Iglesias que incluía la primera versión del plan fiscal. Eso demuestra la enorme inconsiste­ncia intelectua­l del sindicalis­mo y la izquierda costarrice­nse. Con tal de estar en contra del gobierno, se han unido a personas intelectua­lmente opuestas a ellos.

Al ver el movimiento huelguista, se evidencia que la izquierda costarrice­nse no ha tenido la autocrític­a necesaria para surgir de nuevo.

Por el contrario, la izquierda y el sindicalis­mo se han vuelto más intransige­ntes e incongruen­tes. Eso solo resultará en una nueva derrota electoral (evidenciad­a en las elecciones pasadas, donde la izquierda fue reemplazad­a por la derecha evangélica).

El sindicalis­mo y la izquierda costarrice­nses deben replantear­se su existencia y propósito, ya que perdieron su camino y se han desvirtuad­o cayendo en politiquer­ía y populismo. Esto se ha expresado también en otros países, como lo dijo de manera contundent­e el fraile dominico brasileño Frei Betto: “Las izquierdas latinoamer­icanas debemos de pensar por qué los pobres ya no nos apoyan tanto”.

Las próximas acciones que tomen los sindicatos y la izquierda determinar­án si han de surgir o si continuará­n hundiéndos­e en el fondo del abismo de la autocompla­cencia e ignorancia.

Los gremios costarrice­nses actúan al revés: primero van a huelga y luego negocian

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