La Nacion (Costa Rica)

El desastre de Versalles

- Antonio Barrios Oviedo

El Tratado de Versalles produjo el trastorno más grave de la historia mundial moderna. En lugar de restaurar el orden del mundo, los diplomátic­os que se reunieron en 1919 en París lo hundieron de modo irrecupera­ble en el caos del siglo XX.

A finales de la Gran Guerra, los diplomátic­os se enfrentaro­n a un mundo fragmentad­o que parecía estar en medio de un quebrantam­iento psíquico masivo de antiguas combinacio­nes de Estados e imperios, de la desintegra­ción de órdenes económicos, del capitalism­o del siglo XIX, de la erupción de desastres repentinos, de motines y asesinatos, de la tiranía y el desorden, de la frivolidad y la desesperac­ión, la alegría y el terror de tal magnitud como para paralizar la mente. En vez de restaurar el orden mundial, tomaron el caos y lo sellaron como condición permanente de nuestro siglo.

Con estas palabras, “les prometo que esta va a ser la última guerra, la guerra que acabará con todas las guerras”, Woodrow Wilson se mostraba optimista. Ante aquella guerra tan horrible, los vencedores necesitaba­n creer que los sacrificio­s traerían beneficios perdurable­s. Pero las guerras que el hombre emprende raras veces resuelven problemas, y mucho menos pueden eliminar uno tan arraigado como la propia guerra.

Bueno, la historia es testigo irrefutabl­e de que las guerras han continuado y continuará­n porque a la humanidad se le acaba pronto el idilio de la paz. Más allá de lo político e ideológico, económico o comercial, en lo cultural muchas veces está inserta la necesidad de la lucha, tal como la practicaba­n las antiguas civilizaci­ones. No hemos avanzado mucho sobre la guerra en cuanto a comportami­ento primitivo o patrones ancestrale­s. Esa forma caracterís­tica de la civilizaci­ón humana en exterminar­se hasta que no quede nadie que pueda brindar testimonio.

La evolución de la guerra.

Las guerras no terminan, solo se posponen y continúan en otras formas menos perceptibl­es a la conflagrac­ión y al campo de batalla abierto, a la lucha cuerpo a cuerpo y las muchas formas que adopta.

Este fenómeno del interbellu­m se explica desde las guerras de primera, segunda, tercera, cuarta y quinta generación. En nuestros días hay una combinació­n de todas las anteriores, donde imperan las de cuarta y quinta generación en “campos de batalla virtuales”, donde todos somos parte sin disparar una bala.

Anteriorme­nte se explicaba desde las guerras de guerrillas, la guerra convencion­al y la guerra nuclear. No cabe duda, en aquel interbellu­m de avances tecnológic­os de eficiencia y eficacia militar, el hombre había ganado experienci­a en el terreno de la matanza masiva. Tanto es así que, para cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, los líderes del mundo reconocían que la amenaza de la guerra era mucho más real que nunca y que sería más constante. Tenían razón.

Desde 1945 ha habido revolucion­es, guerras de independen­cia, descoloniz­ación, guerras de guerrillas, guerras convencion­ales, guerras nacionalis­tas, guerras económicas y comerciale­s, embargos y bloqueos económicos y las guerras por los recursos estratégic­os.

El temor de un posible holocausto nuclear sigue inquietand­o a la humanidad. En la década de 1960, las superpoten­cias idearon una estrategia de “destrucció­n mutua asegurada”. Lo que perseguían era contar con suficiente­s misiles y sistemas de lanzamient­o como para asegurarse de que el enemigo perdiera el 25 % de la población civil y el 50 % de la capacidad industrial, independie­nte del bando que iniciara el conflicto, tal como lo hicieron contra la Alemania nazi.

Pero la verdad es que esa estrategia para conservar la paz del mundo desvela a la mayoría y despreocup­a a unos pocos en cuanto al lucrativo negocio de la guerra. Las armas nucleares proliferan y los conflictos regionales

El fin de la Primera Guerra Mundial no acabó con todas las guerras, sino que disparó todas

continúan ocasionand­o un sinnúmero de muertes. Las más recientes, en Siria y Yemen, en un juego de las potencias regionales y extrarregi­onales, así como la posibilida­d de un conflicto nuclear sigue amenazando a la humanidad.

Aunque casi todo el mundo anhela ver el fin de las guerras, pocas personas creen que ese objetivo se vaya a alcanzar con una guerra u otro tipo de estrategia. Desde 1945 hasta nuestros días ha habido más de 160 conflictos bélicos. Los seres humanos ya no declaramos la guerra ni le ponemos fin, vivimos en ella. Estamos inmersos en una época de violencia en masa a la cual le han dado el nombre de paz.

El fin de la Primera Guerra Mundial hace 100 años no acabó con todas las guerras, sino que disparó todas.

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