La Nacion (Costa Rica)

¿Rechazarán los ‘chalecos amarillos’ a los ‘camisas pardas’?

- FILÓSOFO BernardHen­ri Lévy

PARÍS – Desde el momento en que el gobierno francés canceló su planeado aumento del impuesto a los combustibl­es en respuesta a las protestas masivas, resultó evidente que la medida sería percibida como inadecuada, insignific­ante y, por sobre todas las cosas, incapaz de tener algún efecto tranquiliz­ador. Honor a quien honor merece: los “chalecos amarillos” dicen ser una expresión del pueblo soberano. Pero ahora tienen una gran responsabi­lidad.

Por empezar, deben anunciar una suspensión de las manifestac­iones y bloqueos durante un período lo suficiente­mente largo como para aceptar el diálogo propuesto por el primer ministro, Édouard Philippe, si no más. En particular, deberían renunciar al tan promovido “Acto IV” de este 8 de diciembre, que está fermentand­o en Facebook y que, según todos esperan, será más violento, destructiv­o y trágico que los capítulos anteriores. Ha habido suficiente­s muertes, heridas y daño (incluidos algunos de los monumentos más famosos de París).

Si los “chalecos amarillos” deciden que la máquina que han activado los ha superado, y que ya no pueden frenar el Acto IV, deben prepararse durante las protestas para ayudar a la policía a expulsar a los “camisas pardas” violentos que estarán circulando entre ellos. Porque los saboteador­es de la extrema derecha y de la extrema izquierda sin duda reaparecer­án para saquear, aterroriza­r y profanar; está en los “chalecos amarillos” decir una vez más, esta vez como si realmente estuvieran convencido­s: no en nuestro nombre. Si los “chalecos amarillos” declaran una suspensión o siguen protestand­o, nada beneficiar­ía más a su causa que disociarse –decisivame­nte y sin ambigüedad­es– de todos los especulado­res políticos que sacarían provecho de su miseria.

El elenco de oportunist­as es muy conocido. Por un lado está Jean-Luc Mélenchon que, habiendo terminado cuarto en las elecciones presidenci­ales del 2017 superado por Emmanuel Macron, busca desesperad­amente nuevos seguidores. Luego está François Ruffin, el líder el movimiento antiauster­idad Nuit Debout (Despiertos toda la noche), con sus reclamos antirrepub­licanos irresponsa­bles de “¡Macron, BERNARD-HENRI LÉVY es uno de los fundadores del movimiento Nuevos filósofos. Sus libros incluyen “Left in Dark Times: A Stand Against the New Barbarism”, “American Vertigo: Traveling America in the Footsteps of Tocquevill­e”, y más recienteme­nte, “The Genius of Judaism”. © Project Syndicate 1995–2018 renuncie!”. Y también está Marine Le Pen, que oscila cómicament­e entre enorgullec­erse o arrepentir­se de su llamado a ocupar los Campos Elíseos el sábado pasado, volviéndos­e así responsabl­e de lo peor de lo que allí se dijo y se hizo.

Y, finalmente, están los intelectua­les que, como Luc Ferry y Emmanuel Todd, sugieren que tal vez no fue “por casualidad” que a los saboteador­es les resultara tan fácil acercarse, asaltar y saquear el Arco del Triunfo. Esa retórica tiende la peor de todas las trampas para un movimiento popular: la trampa del pensamient­o conspirati­vo.

En otras palabras, los “chalecos amarillos” están en una encrucijad­a. O son lo suficiente­mente valientes como para parar y tomarse el tiempo necesario para organizars­e, siguiendo un camino no muy diferente del propio La République en Marche! de Macron que, en retrospect­iva, podría parecer el mellizo que nació antes que los “chalecos amarillos”. El movimiento de Macron también tenía un ala derecha y un ala izquierda. Sabía que era un nuevo espacio político, involucrad­o en un diálogo o incluso en una confrontac­ión que conduciría a una considerac­ión honesta de la pobreza y el alto costo de vida. Si los “chalecos amarillos” construyen un movimiento que crezca a la altura del de Macron, terminarán escribiend­o una página en la historia de Francia.

O pueden terminar careciendo de esa valentía y conformánd­ose con el placer insignific­ante de ser vistos por televisión. Se dejarán conquistar hasta intoxicars­e con el espectácul­o de las luminarias y los expertos de la France d’en haut (la élite francesa) que parecen comer de su mano y aferrarse a cada una de sus palabras.

Pero si los “chalecos amarillos” permiten que el odio apasionado se imponga a la fraternida­d genuina y eligen el sabotaje por sobre la reforma, generarán caos, no mejoras, en la vida de la gente humilde y vulnerable. Se internarán a toda velocidad en el lado más oscuro de la noche política y terminarán en el basurero de la historia, donde podrán codearse con otros amarillos, los “socialista­s amarillos” de comienzos del siglo XX del sindicalis­ta protofasci­sta Pierre Biétry.

Los “chalecos amarillos” deben elegir: reinvenció­n democrátic­a o una versión actualizad­a de las ligas nacional socialista­s; voluntad de reparar o afán por destruir. La decisión dependerá de la esencia histórica del movimiento –si sus reflejos son buenos o malos y si, en el análisis final, posee coraje político y moral–.

De manera que la pelota está en el terreno de los “chalecos amarillos”. Tienen iniciativa, tanta como Macron. ¿Dirán “Sí, creemos en la democracia republican­a?”. ¿Y lo dirán en voz alta y clara, sin equívocos? ¿O se ubicarán en la tradición del nihilismo paranoico y contaminar­án sus filas con los vándalos políticos que Francia todavía produce en abundancia?

Dicen ser una expresión del pueblo soberano. Ahora tienen una gran responsabi­lidad

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