La Nacion (Costa Rica)

Caos en transporte público refleja una democracia enferma

- Henry Hernández Vega

Tenemos un sistema de transporte que da la impresión de no prestar oídos a los clamores de la población, la cual pide, de manera urgente, una intervenci­ón profunda para disfrutar al menos de un nivel de movilidad aceptable, principalm­ente, en la capital, donde la congestión genera pérdidas millonaria­s, tal como lo presenta el reciente Informe del Estado de La Nación.

Muchas ciudades alrededor del mundo han optado por hacer un uso eficiente del derecho de vía al dar prioridad al transporte público, principalm­ente, al autobús. Esto no solamente implicaría optimizar el limitado derecho de vía con que contamos, sino que también generaría un sistema de movilidad más equitativo, principalm­ente, para más de la mitad de la población del país que utiliza el transporte público.

La priorizaci­ón del transporte público no solo está en la asignación de carriles exclusivos por aquí y por allá; reside en una política pública enérgica en la asignación de recursos, en el fortalecim­iento de la capacidad técnica de la institucio­nalidad y, en definitiva, de un concepto totalmente diferente en la gestión del sistema, el cual se encuentra gravemente enfermo.

Ordenamien­to de corredores.

Es necesario ordenar el uso de los corredores de transporte público. En Guadalupe o San Pedro más de 40 rutas diferentes comparten, de manera poco práctica e ineficient­e, uno solo.

El Informe del Estado de la Nación también indica que los cambios tan necesarios no se han llevado a cabo en los últimos 20 años por falta de voluntad política. Por otro lado, el Plan Nacional de Transporte­s indica que la iniciativa en el sector es guiada por los empresario­s autobusero­s, dada la limitada capacidad técnica y de gestión del sistema por parte del aparato institucio­nal, sin que a la fecha se hayan aprobado reformas que permitan atender estas observacio­nes.

Movilizars­e es un derecho ciudadano y una necesidad fundamenta­l del ser humano. Cuando el sistema democrátic­o no logra satisfacer las necesidade­s básicas de la población, genera una apatía, o más grave aún, cuando la población observa una desidia de más de dos décadas por parte de la administra­ción, en un atraso inexcusabl­e, puede verse atraído y empujado a apoyar otras formas de gobernanza, como sucede en varios países de la región, al considerar que el sistema democrátic­o está desgastado.

La gente tiende a buscar quién resuelva los problemas y a veces de forma equivocada

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