La Nacion (Costa Rica)

Los fantasmas del 29

- Amado Hidalgo

La Liga se ha quedado de nuevo sin su sueño de Navidad. No importa si es invierno o verano, las últimas diez temporadas han sido lúgubres para su afición.

¿Esta vez qué pasó? Que su gente se ilusionó más que nunca. Con un Herediano que arrancó en crisis y Saprissa con poco brillo, parecía que el título era cuestión de cumplir con un papel de favorito que, con el devenir de los juegos, le resultó demasiado pesado.

Con la delantera más goleadora y triunfos sobre Saprissa y Heredia, goleada incluida al

Team en la primera vuelta, las “pintas” auguraban buenos vientos para los de Arnáez. Pero el León no supo rugir en los momentos cumbres.

Los manudos fueron al Saprissa con una ventaja cómoda que invitaba a manejar el partido y conservar un empate que, salvo un desastre, le iba a dar el título de la primera fase. Aunque hubo errores arbitrales, la puesta en escena del técnico fue imprudente. La trilogía ofensiva demostró ese día, como lo haría después, que su presencia en la cancha generaba un desequilib­rio en las tareas defensivas.

Volvió a tener una oportunida­d en su viaje de la segunda vuelta a la cancha florense. Un empate era suficiente para visar la final soñada. Esta vez fue demasiado cauto y cuando Ortiz le clavó la daga, ya no había tiempo más que para llorar.

La sensación que dejaron esos dos partidos fue que los hondureños, salvo Garrido, carecían del rango suficiente para volcar la historia manuda de los últimos 10 torneos. Por si fuera poco, la defensa se volvió cada vez menos segura, pese al buen momento que tuvo Meneses en buena parte del calendario.

En los juegos finales contra Herediano, Porfirio cargó de nuevo con ese estigma que lo persigue cuando se pone la rojinegra. Pero sería injusto echarle la responsabi­lidad. La Liga se vio dubitativa a lo largo de la serie, en parte por no tener una estructura de equipo balanceado. Para mí, Alajuelens­e perdió la fe cuando falló en su afán por ganar la primera fase. La tuvo en sus manos y la dejó ir, entre malos planteamie­ntos y un equipo corto de banca y predecible en la cancha. Por si fuera poco, se topó a dos toros de lidia en el camino.

San Carlos bien pudo dejarlo fuera. No supo rematarlo. Heredia, envalenton­ado por su título en la Concacaf y un nuevo libreto a todo pulmón, sacó ventaja de la ansiedad manuda desde el manchón blanco. No era difícil predecir que, azotados por los malos recuerdos recientes, la lotería de los penales haría resurgir en el Morera los fantasmas del 29.

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