La Nacion (Costa Rica)

Las consecuenc­ias letales de clasificar mal a los delfines

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PRINCETON – La caza anual de delfines en la ciudad japonesa de Taiji comenzó en setiembre. Para marzo, a pesar de la condena global y de las crecientes críticas de los propios ciudadanos de Japón, aproximada­mente 1.500 delfines habrán sido acorralado­s en una cala angosta y asesinados a puñaladas.

Taiji no es el único lugar donde se cazan delfines. Las islas Feroe, las islas Salomón, Groenlandi­a, Rusia, Indonesia, Perú y Canadá también son sitios donde se les mata. Las mayores cacerías, sin embargo, se producen en Japón, donde los pescadores comerciale­s consideran que los delfines son pestes, porque comen peces que tienen un alto valor comercial. Durante las cacerías, atrapan a los delfines, venden los “lindos” a parques marinos y matan al resto por la carne. Se calcula que en los últimos 70 años más de un millón de ballenas, delfines y marsopas han sido asesinados en aguas japonesas. Informes indican que muchas de las especies de cetáceos que son blanco de las cacerías costeras de Japón nunca se recuperará­n ni alcanzarán niveles sostenible­s.

Los intentos por decir que la caza de delfines en Taiji va en contra del derecho internacio­nal hasta ahora han sido infructífe­ros. Si bien la Comisión Ballenera Internacio­nal introdujo una prohibició­n de la caza comercial de ballenas, no hay ningún consenso entre los países miembro en cuanto a si la prohibició­n se extiende a los pequeños cetáceos como los delfines.

En cualquier caso, la prohibició­n de la caza de ballenas comercial no impidió que la flota ballenera japonesa matara ballenas. Desde que entró en vigor la prohibició­n, Japón ha explotado un vacío legal que permite la matanza de ballenas para “investigac­ión científica”. La caza de ballenas comercial siguió bajo la apariencia de ciencia. Tan transparen­te fue este engaño que Australia llevó a Japón a la Corte Internacio­nal de Justicia, con el argumento de que la práctica ballenera de Japón no era científica –y ganó–. Pero si bien el veredicto puede haberle infligido daño a la reputación de Japón, hizo poco por PETER SINGER

es profesor de Bioética en la Universida­d de Princeton, profesor laureado en la Universida­d de Melbourne y fundador de la organizaci­ón sin fines de lucro The Life You Can Save. Sus libros incluyen “Animal Liberation”, “Practical Ethics”, “One World Now” y “The Most Good You Can Do”.

© Project Syndicate 1995–2018 las ballenas porque el gobierno japonés ahora ha desarrolla­do un programa de caza de en la Antártica nuevo y supuestame­nte más científico. Durante las cacerías más recientes llevadas a cabo por Japón en la Antártida, 333 ballenas minke fueron asesinadas, entre ellas, 120 preñadas.

El otro problema de utilizar el derecho internacio­nal para impedir que los japoneses maten a cetáceos es que no existe ninguna política mundial para implementa­r la prohibició­n. La responsabi­lidad de autorregul­arse recae en los países miembro, y es algo que muchas veces no están dispuestos a hacer.

Por estas razones, Acción por los Delfines, una organizaci­ón sin fines de lucro australian­a, y la Agencia de Investigac­ión de la Vida (LIA, por sus siglas en inglés), una entidad benéfica japonesa, hoy están intentando una nueva estrategia: una acción legal en el propio Japón. Dirán que las cacerías de delfines violan la propia legislació­n de protección animal de Japón. Si la Corte concuerda, al gobierno le resultará más difícil no hacer cumplir el dictamen.

¿Los jueces de Japón coincidirá­n? Hay fuertes motivos para creer que deberían hacerlo. Japón tiene leyes relativame­nte estrictas que protegen el bienestar de los animales. Por ejemplo, la mayoría de los mamíferos deben matarse con un método que minimice lo más posible su dolor y su estrés. Estas leyes son similares a las regulacion­es implementa­das por la mayoría de los mataderos en el mundo industrial­izado, que exigen que los animales sean aturdidos –que que- den inconscien­tes mediante gas y que se los insensibil­ice al dolor– al momento de degollarlo­s y de que “se desangren”. Por supuesto, hay circunstan­cias donde el aturdimien­to falla y se mata a los animales mientras están plenamente consciente­s; pero cuando el aturdimien­to funciona correctame­nte, en efecto reduce el sufrimient­o de los animales. Por el contrario, la técnica utilizada para matar a los delfines en Taiji no hace ningún intento por minimizar el sufrimient­o de los animales. Los animales no son aturdidos antes de la matanza. Un análisis detallado del método de matanza que se utiliza en Taiji demuestra que está muy lejos de los métodos aceptados para matar a animales en el mundo desarrolla­do.

Todo el proceso de acorralar a los delfines en la cala, confinarlo­s y finalmente matarlos, lleva horas o hasta días. Esto significa que, además de la agonía de ser asesinados, muchos de estos animales sumamente sociales están, durante períodos prolongado­s, en un estado de terror, oyendo los sonidos de los que son asesinados antes que ellos y viendo cómo matan brutalment­e a los miembros de su familia y de su manada.

¿Por qué la legislació­n de bienestar animal de Japón no pone freno al sufrimient­o de los delfines, como segurament­e lo haría con métodos igualmente brutales para matar a vacas o cerdos? Acción por los Delfines y la LIA dirán que la ley japonesa ha clasificad­o erróneamen­te a los delfines como peces en lugar de aplicar el estándar mayor de protección que la ley japonesa le asigna a los mamíferos.

Es entendible que antes del desarrollo de métodos científico­s de clasificac­ión los cetáceos fueran agrupados junto con los peces y no con los mamíferos. Ahora nuestros conocimien­tos son mayores y los denunciant­es instarán a la Corte a adoptar el entendimie­nto científico moderno de que los delfines son mamíferos y a dictaminar que debe aplicarse entonces el requerimie­nto de minimizar el sufrimient­o de los mamíferos.

Si los delfines son reconocido­s como merecedore­s de protección bajo las leyes de bienestar animal de Japón, el horror del tipo de cacería que hoy ocurre en Taiji tendrá que terminar. Eso sería un avance significat­ivo para los delfines en Japón, pero no debería ser el fin de nuestra preocupaci­ón por la matanza de los delfines. Estos animales inteligent­es y consciente­s de sí mismos viven en grupos sociales con relaciones personales complejas. Tienen un interés personal en seguir viviendo. Si no necesitamo­s matarlos para sobrevivir, ¿por qué tendríamos que matarlos?

Si no necesitamo­s matarlos para sobrevivir, ¿por qué tendríamos que matarlos?

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Peter Singer

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