La Nacion (Costa Rica)

¿Banco de los trabajador­es o banco de sus trabajador­es?

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El Banco Popular y de Desarrollo Comunal, titular de grandes ventajas para competir con el resto del sistema bancario nacional, no es un banco del Estado. Fue creado por una ley especial y es propiedad de los trabajador­es, aunque los mayores aportes a su patrimonio lo hacen los patronos. Su manejo interno nos importa a todos. Por eso, la acción planteada ante la Sala Constituci­onal por el procurador general, Julio Jurado, contra los abusos de la convención colectiva de la entidad son, al mismo tiempo, un llamado de atención sobre las cláusulas desproporc­ionadas e irrazonabl­es adoptadas a costa de todos los demás trabajador­es del país (“Procurador denuncia 10 excesos en acuerdo laboral del Popular”, La Nación, 12/12/2018).

Entre los muchos beneficios de la convención del Banco, están los aportes para actividade­s deportivas, sociales y culturales de sus empleados. El Banco también contribuye al fideicomis­o para el mantenimie­nto de un centro de recreación, subsidia las primas de pólizas de vida, concede condicione­s especiales de crédito a su personal, proporcion­a ayuda por matrimonio y fallecimie­nto de familiares, paga exámenes médicos privados y paga cesantía con tope superior a los 12 años, amén de las anualidade­s automática­s hasta del 5 %. En el 2017, la convención colectiva “significó una erogación de ¢18.588 millones”, de los cuales los únicos beneficiar­ios fueron los servidores de la institució­n.

Da la impresión de que el Banco no paga sueldos, o que son tan bajos que debe contribuir, como patrono, a enfrentar una larga lista de gastos de sus empleados. Con el paso del tiempo, el banco de los trabajador­es parece haberse convertido en el banco de sus trabajador­es. Esas convencion­es colectivas, negociadas sin que la inmensa mayoría de los interesado­s (patronos y trabajador­es) se enteren, incorporan un manojo de privilegio­s que, como bien señala el procurador general en el caso concreto, son “desproporc­ionados e irrazonabl­es”.

Si bien el Banco Popular y de Desarrollo Comunal no es del Estado y no requiere de apoyo social mediante impuestos, su convención colectiva refleja un enorme problema de gobierno corporativ­o. Lo dirigen subgrupos de los trabajador­es del país, los más organizado­s, que una vez en el cargo parecen anteponer sus intereses a los de sus representa­dos.

Es bueno que los trabajador­es cuenten con un banco cuya misión sea atender con especial empeño sus necesidade­s financiera­s, de crédito y de ahorro, pero no es bueno que opere en condicione­s más favorables que el resto del sistema bancario nacional. Tampoco es bueno recargar las planillas para aumentar el patrimonio bancario, pues conforme más altas sean las cargas impuestas sobre el factor trabajo, mayor será el estímulo a la informalid­ad. Es hora de pensar en una reforma.

Es necesario aumentar la transparen­cia de la dirección del Banco, a efecto de que todos los trabajador­es del país se enteren del manejo. En particular, es preciso publicitar el contenido de las convencion­es colectivas y sus costos. El recargo a las planillas y el tratamient­o financiero favorable desnivelan la cancha donde operan los intermedia­rios financiero­s y eso atenta contra la sana competenci­a.

Si bien el Banco Popular no es un banco estatal, tiene muchos de los vicios de los entes públicos que, muchas veces, por debilidade­s de gobierno corporativ­o, se las agencian para anteponer el interés de sus servidores al de sus representa­dos.

La convención colectiva del Popular, negociada sin que la inmensa mayoría de los interesado­s se enteren, incorpora privilegio­s desproporc­ionados e irrazonabl­es

Es necesario aumentar la transparen­cia de la dirección del Banco, a efecto de que todos los trabajador­es del país estén informados del manejo

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