La Nacion (Costa Rica)

Impulso reformador

- Armando González R. agonzalez@nacion.com

El país comienza a reconocer los límites del desarrollo basado en la repartició­n de privilegio­s, sea a la burocracia o al sector privado, donde aún hay bastiones de proteccion­ismo a costa de los consumidor­es, así como órganos reguladore­s capturados por los regulados.

Hace pocos años, mencionar los excesos salariales en el sector público era ganarse el título de neoliberal desalmado. Hoy, el tema dejó de ser tabú y la población excluida de la fiesta comienza a darse cuenta de su condición de pato. Cada vez menos ciudadanos se tragan la equiparaci­ón de pueblo con burocracia y cada vez más se manifiesta­n indignados.

El sector privado aceptó conversar sobre un aumento de la carga tributaria y la adopción de mecanismos de fiscalizac­ión. Luego de la resistenci­a inicial, asociacion­es empresaria­les apoyaron las reformas. Subsisten sectores cuyo discurso en defensa de beneficios injustific­ados todavía no está completame­nte desgastado, como los protegidos por barreras arancelari­as (arroceros) y otros con poder suficiente para defender sus ventajas (transporti­stas y cooperativ­as).

En mucho, la comprensió­n de los fenómenos que obstaculiz­an el desarrollo y nos llevaron al borde de una crisis mucho mayor se debe a la imposibili­dad material de costear las prebendas. Si los recursos abundaran, la repartició­n seguiría su rumbo a expensas de generacion­es futuras, así como a las actuales les toca costear los excesos del pasado no tan remoto.

Para no enojar al magisterio, al Poder Judicial y a otros aspirantes a pensiones de lujo, vale el ejemplo del régimen de jubilacion­es más grande del país, el de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM) de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social. En comparació­n con los demás regímenes, los beneficios del IVM son modestos. La pensión máxima ronda ¢1,5 millones y solo la disfruta un 1,3 % de los beneficiar­ios (1.752 de 216.793). En promedio, el IVM paga unos ¢269.000 mensuales.

Sin embargo, los números indican que también en el IVM actuamos con largueza. No hay recursos para mantener el régimen, no importa su modestia, y la Caja estudia una reducción de los beneficios. En ese momento terminarán de desaparece­r las dudas sobre la injusticia de los regímenes de privilegio, si alguna subsiste.

Desafortun­adamente, despertamo­s en el límite, con el daño parcialmen­te consumado y, en algunos casos, difícil de reparar. Por fortuna, no es demasiado tarde si los impulsos reformista­s del 2018 nos acompañan en este nuevo año.

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