Bolsonaro se enfrenta al desafío de gobernar
→Exmilitar llega al poder a encarar un escenario marcado por la corrupción →Nuevo mandatario ya ha modificado algunas promesas hechas en campaña
RÍO DE JANEIRO. AFP. - La hora de la verdad llegó para Jair Bolsonaro, quien deberá demostrar a partir de este martes 1.° de enero si tiene tanta habilidad para gobernar Brasil como para hacer diatribas electorales contra la corrupción política, los partidos de izquierda y la “ideología de género”.
El exmilitar, de 63 años, llega con una legitimidad conferida por una clara victoria en las urnas y con un paisaje político devastado por cuatro años de escándalos de corrupción, crisis económica y el auge de la criminalidad. La izquierda está dividida y los partidos de centro-derecha quedaron reducidos a fuerzas inexpresivas.
El Partido Social Liberal (PSL) del mandatario, con apenas 52 escaños de un total de 513, será la segunda bancada de la Cámara de Diputados.
Para asegurar la gobernabilidad, el mandatario electo deberá mantener la convergencia de los lobbies transpartidarios que le dieron un apoyo clave en la campaña: los grandes productores agrícolas, las ultraconservadoras iglesias pentecostales y los defensores de la flexibilización al porte de armas.
También obtuvo el respaldo del mundo de los negocios, seducido por sus promesas de recortes fiscales y privatizaciones.
La tarea se anuncia compleja. La reforma del régimen de jubilaciones, considerada esencial por su equipo económico, encuentra resistencias entre sus propios aliados.
Incertidumbre. Desde las elecciones, Bolsonaro tuvo que dar marcha atrás o dejar en veremos algunas de sus promesas, sin dar señales de por dónde arrancará.
“Estamos en vísperas de la asunción del presidente electo y aún hay una gran incógnita sobre cómo será el gobierno”, afirma Rogério Bastos Arantes, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Sao Paulo.
Uno de sus pocos anuncios concretos fue el de la retirada de Brasil del Pacto Mundial de la ONU sobre Migración. Otro, la precipitación del fin de la cooperación médica con Cuba.
Esas medidas contentan a su electorado, movilizado por una virulenta campaña de ruptura con ideas universalistas y con los legados del Partido de los Trabajadores (PT), que gobernó del 2003 al 2016.
No obstante, Bolsonaro aún no ha emitido señales de que pretende ser, como lo prometió ante la corte suprema el 10 de diciembre, “el presidente de los 210 millones de brasileños (...) sin distinción de origen, raza, sexo, color o religión”.
Bastos Arantes afirma que si esas señales se hacen esperar demasiado, Brasil podría sumirse en una “crisis de gobernabilidad”. “Bolsonaro tiene que decirle a la sociedad lo que pretende hacer positivamente, no solo negativamente”, apunta el politólogo, y previene: “Es muy difícil gobernar y relacionarse con las instituciones en base a su retórica de campaña”, añadió Bastos. En su discurso ante la Corte Suprema, Bolsonaro evocó la opción de sacudir el actual sistema de representación, a través de “una relación directa” con el pueblo gracias a las redes sociales, su herramienta de campaña preferida. Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura militar, que transcurrió entre 1964 y 1985, formó un equipo de 22 ministros, siete de ellos exmilitares. El gobierno entrante reveló recientemente detalles de su plan para sus primeros 100 días de gobierno. El 11 de abril el presidente dará un informe para dar a conocer el balance. El mundo se habrá hecho entonces, quizás, una idea de lo que es el Brasil de Bolsonaro.
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