La Nacion (Costa Rica)

Trascenden­tal designació­n en la Cancillerí­a

- Sergio Ugalde G.

Haber trabajado por casi dos décadas en el Servicio Exterior, como embajador en los Países Bajos y ante la Corte Internacio­nal de Justicia (CIJ), me permite dar cuenta del extraordin­ario grupo de personas que lo conforman, pero la discusión de hoy debe centrarse en cómo fortalecer la defensa de nuestro país y la de nuestros valores ante los retos actuales. Por ello, la designació­n del canciller significa, particular­mente en la encrucijad­a moderna, un ejercicio de meditación y buen juicio.

Está claro que sería un error una designació­n encasillad­a en criterios estrictame­nte políticos, y aunque es obvio que el presidente, Carlos Alvarado, debe elegir a alguien que pueda integrarse bien a su equipo de trabajo, también debe velar por contratar a un funcionari­o con experienci­a y conocimien­to amplio y bien registrado del cargo.

Siguen en juego aspectos fundamenta­les de la soberanía nacional, de la identidad y de los valores que distinguen a los costarrice­nses, materializ­ados a través de los ejes de acción de la política exterior nacional, como lo son la protección de nuestra soberanía, la paz, los derechos humanos, la defensa de los principios democrátic­os, nuestro compromiso con el medioambie­nte y el desarme, entre otros.

Es vital que el próximo canciller no solo demuestre un apego resoluto a estos principios, sino que también sea capaz de unir y liderar nuestro Servicio Exterior, velar para que el estatuto y el reglamento se cumplan y, porque es necesario, proponer las reformas tan urgentes a esos instrument­os, así como a la Ley Orgánica de la Cancillerí­a.

Un estadista.

El mundo atraviesa intensos desafíos que tienen impacto directo en Costa Rica, y quien lidere nuestras relaciones internacio­nales, de cara al bicentenar­io, tiene que tener la estatura internacio­nal, comprobada experienci­a y la visión para hacerlo exitosamen­te. No sobra decir que quien sea canciller debe poseer condicione­s de estadista porque debe llevar a Costa Rica a un liderazgo regional urgente.

Al examinar nuestros retos más inmediatos, no es sorpresa que el más apremiante siga siendo Nicaragua, aunque no es el único. Los actos del régimen totalitari­o de Daniel Ortega ya inciden en nuestro país y cobrarán mayor intensidad en los próximos meses.

La forma de la intensidad es lo que urge examinar para prepararse. Es preciso que, además de nombrar un canciller, el presidente considere el establecim­iento de un consejo de asesores sobre política exterior, con al menos tres componente­s: político, seguridad y jurídico.

El análisis y la propuesta para la ejecución de políticas de Estado oportunas permitirá paliar los efectos de los actos que el régimen continuará promoviend­o. Tales políticas deben conducir a un diálogo franco y vital con socios regionales relevantes, que ayuden a Costa Rica a navegar acompañada en momentos tan convulsos.

Liderazgo.

Hay otros desafíos en el camino, dado los rápidos movimiento­s de la geopolític­a global, el creciente nacionalis­mo y totalitari­smo, y el deterioro del multilater­alismo. El crispado estado del mundo requiere hacer una evaluación de nuestra presencia internacio­nal y los objetivos que esa presencia debe cumplir.

Nuestros adversario­s están tomando nota de lo que ocurre en la Cancillerí­a porque ello puede afectar nuestra capacidad de respuesta ante provocacio­nes, o en nuestra acción exterior, la forma de afrontar hechos que riñan con nuestros valores y principios.

Los próximos días serán fundamenta­les para nuestro Servicio Exterior, para nuestra política exterior y para el país. Los costarrice­nses apoyan nuestra Cancillerí­a, la desean profesiona­l, líder y eficaz en las altas tareas que se le han confiado. Esas deberán ser también las caracterís­ticas del canciller que se designe.

La discusión debe centrarse en cómo fortalecer la defensa de nuestro país

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