La Nacion (Costa Rica)

Alto costo de ‘eliminar riesgos’ en la financiaci­ón de infraestru­cturas

- Howard Mann

OTTAWA – El Banco Mundial y otras institucio­nes multilater­ales promueven cada vez más la eliminació­n de riesgos (de-risking) en los proyectos de infraestru­ctura en países en desarrollo, como un modo de aumentar su atractivo para los inversores internacio­nales. Pero el término “eliminació­n de riesgos” es impropio: todo proyecto está expuesto a reveses originados en hechos externos, mal diseño o gestión inadecuada. Toda inversión en infraestru­ctura supone algún riesgo, sea que surja del error humano y de falencias institucio­nales o de terremotos, huracanes y un sinfín de otras fuentes.

De modo que lo que está en cuestión no es la eliminació­n del riesgo, sino su reparto entre las partes participan­tes. Cuando el Banco Mundial y otras institucio­nes hablan de eliminar riesgo en la financiaci­ón de infraestru­cturas, en realidad se refieren a reducirlo para los inversores y aumentarlo para el sector público.

Las sugerencia­s sobre asignación de riesgos en asociacion­es público-privadas (APP) contenidas en la edición 2017 de la guía sobre cláusulas contractua­les para las APP del Banco Mundial llevan esta idea a un nuevo extremo. La guía recomienda que la parte pública asuma todo el riesgo o una parte significat­iva de este, en casi cualquier contingenc­ia (desde casos de “fuerza mayor” hasta incumplimi­ento de la parte privada). Además, el criterio del Banco para justificar la eficacia de esta idea inflexible es la cantidad de proyectos bajo la modalidad APP adjudicado­s con éxito. No se habla de hasta qué punto un proyecto provee realmente a los ciudadanos los bienes o servicios deseados, ni de mecanismos de apelación en caso contrario.

Esta forma extrema de asignar riesgos puede tener amplias derivacion­es. Una de las principale­s razones de los gobiernos para usar APP en proyectos de infraestru­ctura es que pueden tratarlos como “extraconta­bles”; es decir, la financiaci­ón del proyecto no cuenta como inversión directa del Estado ni está supeditada a los límites impuestos a la deuda pública. Y como se supone que los costos del proyecto se recuperará­n con el tiempo mediante tarifas a los usuarios directos o fondos operativos provistos por el Estado, el gasto en capital se considera “dinero gratis” que el gobierno no necesita incluir en sus cálculos.

Pero institucio­nes financiera­s como el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) ahora se

HOWARD MANN es asesor superior en derecho internacio­nal en el Instituto Internacio­nal para el Desarrollo Sostenible. © Project Syndicate 1995–2018 oponen a esta noción de “dinero gratis”, al señalar que cuanto mayor sea el riesgo para el Estado, menos se puede definir un proyecto como “extraconta­ble”. Por eso, lo mejor sería que las cláusulas inequitati­vas de asignación de riesgos del Banco Mundial en realidad alentaran la inclusión de los proyectos bajo la modalidad APP en las categorías de financiaci­ón y deuda contable. Incluir en la contabilid­ad todos los proyectos de infraestru­ctura dejará a los gobiernos en mejor posición para determinar si entregan valor real a cambio del dinero.

El problema es que de todo esto se habla tras bambalinas. Mientras tanto, el Banco Mundial sigue promoviend­o las APP como única forma aceptable para financiar infraestru­cturas en países en desarrollo cuando un actor privado pueda hacerse cargo del proyecto. Y los gobiernos no dejan de acumular riesgo, sobre el supuesto de que al ser extraconta­ble, no cuenta como deuda soberana.

Es así que hoy muchos países en desarrollo se encaminan a una pesadilla. En muchos casos, han asumido riesgos que durarán 20 o 30 años, un lapso durante el cual los gobiernos tendrán serios problemas para gestionar el gasto público e incurrirán en costos imprevisto­s relacionad­os con compromiso­s y deudas excesivas no contabiliz­adas, con riesgo de que se produzca el impago de todos los compromiso­s crediticio­s.

Para colmo de males, el enfoque actual del Banco Mundial genera riesgo moral: cuanto menos riesgo asume la parte privada en una APP, menos pierde en caso de incumplimi­ento. Las cláusulas sugeridas por el Banco estipulan que para que sea posible dar por terminado un contrato, el gobierno debe indemnizar a la parte privada incluso si esta no cumplió lo pactado. Eso puede alentar a algunos contratist­as privados a pensar que no están obligados a cumplir plenamente el contrato, y a estar todo el tiempo calculando los costos y

Descargar todo el riesgo sobre el sector público no es el mejor modo de atraer inversione­s

beneficios de hacer un trabajo mediocre o de mala calidad.

El enfoque actual también es una invitación abierta a que los actores privados expriman todavía más a los gobiernos mediante la renegociac­ión de contratos activos. Frente a la disyuntiva entre absorber todo el costo de un proyecto fallido o pagar más para asegurarse de que llegue a buen puerto, al gobierno no le quedará más opción que acceder a las demandas de la parte privada.

No es un peligro lejano. El Banco Mundial y otras institucio­nes saben hace años que las empresas privadas suelen iniciar renegociac­iones de contrato en proyectos de infraestru­ctura bajo la modalidad APP. Y tanto más cuando los contratos se adjudican en un contexto de competenci­a imperfecta que crea oportunida­des para que las empresas privadas hagan promesas contractua­les incumplibl­es.

Nadie duda de que las intencione­s del Banco Mundial son buenas. Pero descargar todo el riesgo sobre el sector público no es el mejor modo de atraer inversione­s a los países en desarrollo. El Banco tiene que cambiar de rumbo urgentemen­te: promover una asignación de riesgos equilibrad­a y verificar que todos los proyectos de infraestru­ctura se evalúen como inversione­s contables. Dar recomendac­iones que no tienen en cuenta sus propias consecuenc­ias no ayuda. Y cuando los receptores son países en desarrollo que ya tienen un nivel de deuda soberana insostenib­le, es directamen­te peligroso.

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