Rumbo a un sitio para ejercitar la resiliencia
La oceanógrafa costarricense Melania Guerra se enteró en el 2016 de un programa australiano llamado Homeward Bound que por primera vez iba a realizar una exploración a la Antártida con un grupo de científicas interesadas en el cambio climático.
“En ese momento, me pareció muy interesante, pero no tenía los medios para financiar mi participación, entonces no mandé mi solicitud”, contó a La Nación el 30 de diciembre desde Argentina, antes de comenzar su aventura.
“Luego conocí a Mónica Araya, la tica que fue en el primer grupo (en el 2016). Viví un poco su preparación y, de regreso, toda la misión y el entusiasmo que contagió. Se emocionó por llevar a más ticas a vivir esa experiencia”, contó.
“Se hace un proceso de coaching, desde un año antes (a zarpar). Nos asignan a un coach (entrenador) y ese profesional trabaja con nosotras las fortalezas y el desarrollo de la sensibilidad y el conocimiento de quiénes somos como personas”, relató. Según dice, la experiencia de introspección les permite darse cuenta de por qué están en la lucha contra el cambio y sentirse energizadas.
“El hecho de estar en Antártida nos pone vulnerables, nos estamos probando físicamente, al estar incómodas, en un barco, mareadas, con frío; lejos de lo que conocemos”, explicó.
La Antártida no es solo el escenario, sino también un importante actor en este proceso, ya que es “un lugar que representa resiliencia y disrupción; la Antártida estaba prohibida para la exploración de las mujeres; sus grandes exploradores fueron hombres”, agregó.
“Es muy simbólico que venga un equipo de mujeres a demostrar que tenemos la fuerza y la resiliencia necesarias para trabajar en estos ambientes extremos, y también en campos a los que queremos acceder, como el de la toma de decisiones que nos afectan a todos a nivel global”, sostuvo Guerra.
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