La Nacion (Costa Rica)

Financiami­ento de ‘U’ públicas

La partida del FEES para el 2019 se estima superior a ¢500.000 millones, en abrupto contraste con los ¢226.000 millones del 2010.

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Las universida­des estatales se financian, fundamenta­lmente, por medio del Fondo Especial para la Educación Superior (FEES), conformado por transferen­cias con cargo al presupuest­o nacional y, según lo dispone el artículo 85 de la Constituci­ón Política, esas rentas “no podrán ser abolidas ni disminuida­s” y serán “ajustadas de acuerdo con la variación en el poder adquisitiv­o de la moneda”. Estas disposicio­nes han alimentado un alto riesgo moral porque cuando las universida­des obtienen un elevado aumento en la base, como ocurrió al principio de la administra­ción Solís, las transferen­cias futuras serán mayores sin importar las necesidade­s reales.

La partida del FEES para este año se estima superior a ¢500.000 millones, en abrupto contraste con los ¢226.000 millones del 2010. Lo anterior significa una tasa de crecimient­o compuesto de casi el 10 % anual, significat­ivamente superior al crecimient­o nominal de la economía del país en el mismo período y, también, de los ingresos corrientes del Gobierno Central. En otras palabras: en su forma actual, el FEES se come año a año porciones mayores de los recursos económicos y fiscales del país.

En consecuenc­ia, parte de los ingresos se dedican a la construcci­ón de obras de baja importanci­a social, como la denominada plaza de la Diversidad, y otra parte de mayor cuantía va a beneficiar a los propios servidores de los centros de educación superior. En las universida­des públicas, los pluses actualment­e consumen el 26 % de los fondos recibidos. A manera de ejemplo, la Universida­d Nacional paga a sus funcionari­os un total de 16 sobresueld­os y la Universida­d de Costa Rica, 17. Sus funcionari­os, unos 18.000, recibirán este año ¢133.000 millones “para costear las anualidade­s, pagos por dedicación exclusiva y otros incentivos salariales” (“Pluses se comen el 26 % de fondos para las U públicas”, La Nación, 8/1/2019).

Los rectores han notado que se está en presencia de gastos indebidos, pero es poco —o, más bien, nada— lo que han hecho para evitarlos o moderarlos. El rector de la UCR, Henning Jensen, reconoció en el 2014 que los sobresueld­os “podrían revisarse” con el fin de reducirlos. Pero en la institució­n a su cargo todavía no se actúa.

Similar actitud mostró Alberto Salom, rector de la Universida­d Nacional, quien manifestó a este medio: “Yo comparto que algunos pluses son abusivos, pero los tengo que pagar porque, si no, me denuncian”. En realidad no es él quien los paga, sino la totalidad de los contribuye­ntes, quienes tienen todo el derecho a esperar de los rectores de las casas de enseñanza superior una actitud más responsabl­e.

Las universida­des públicas han constituid­o fundacione­s para —con su recurso humano— brindar servicios de investigac­ión y de otra naturaleza, por los cuales cobran, pero no está claro en qué medida contribuye­n a alimentar los ingresos para, entre otras cosas, otorgar becas a estudiante­s provenient­es de familias de recursos limitados. Hoy, el subsidio a las universida­des, representa­do por el FEES, en mucho beneficia a estudiante­s provenient­es de familias acomodadas, que en mayor proporción concluyen la educación media.

Los objetivos sociales del ofrecimien­to de educación superior de alta calidad, idealmente de contenido teórico y aplicado, y de subsidiar a los costarrice­nses carentes de recursos suficiente­s, son muy loables, pero deben otorgarse con base en necesidade­s identifica­das. Lo indebido y, en palabras del rector de la UNA, “abusivo”, es utilizar recursos públicos para beneficiar a los propios suplidores del servicio. No en vano en el seno de la Asamblea Legislativ­a se conformó una comisión para investigar el uso del FEES. Confiamos en que su trabajo permitirá corregir los problemas existentes y muy obvios para quien quiera ver.

La partida del FEES para este año se estima superior a ¢500.000 millones, en abrupto contraste con los ¢226.000 millones del 2010

Además de la construcci­ón de obras de poca importanci­a, como la plaza de la Diversidad, parte de los fondos benefician a los servidores universita­rios

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