A cien años de la última dictadura
El 20 de agosto de 1919 el Congreso costarricense aceptó la renuncia a la presidencia presentada por Federico Tinoco una semana antes. Rumbo a su autoexilio en París, Tinoco, es cierto, dejó una estela de intrigas, interpretaciones e historias.
Tinoco abandonó un país que había gobernado con despotismo, puño de hierro, reprimiendo, encarcelando y derramando sangre. No solo fue el último dictador costarricense, sino la más feroz expresión de ese concepto en este país.
Dictaduras incomparables. Las dictaduras del siglo XIX no fueron tan calamitosas ni tan sangrientas como la de 1917-1919. La de Braulio Carrillo (1938-1942) fue fundamental para el desarrollo de un aparato legal y jurídico que sentó las bases de la institucionalidad estatal del país.
Si bien los gobiernos de Juan Rafael Mora Porras (1849-1859) expresaron muchas veces autoritarismo y nepotismo, quedaron muy distantes de parecerse a una dictadura.
La dictadura de Tomás Guardia (1870-1881), más allá del control, representó un punto fundamental de ruptura con el despotismo oligárquico de los varones del café y los intentos por profesionalizar la clase política del país. Es decir, Guardia intentó vacunar el poder de gente con mero dominio económico.
Es cierto que el cierre del Congreso por José Joaquín Rodríguez (1890-1894) fue un golpe a la división de poderes y sentó las bases para los gobiernos autoritarios de Rafael Iglesias (1894-1902). También es verdad que este último persiguió a varios de sus enemigos políticos y hasta planificó formas de represión, pero ninguno de ellos experimentó levantamientos sociales continuados, ni son recordados por la violencia con que actuaron contra la población.
Los ulatistas, y luego los liberacionistas, tildaron de dictadura los gobiernos del partido Republicano Nacional del periodo 1940-1948, pero esa calificación no pasó de ser una forma más de la oposición para levantar los ánimos contra dos gobiernos que fueron elegidos en las urnas y que se desempeñaron con cierta civilidad, profesores y estudiantes que le prendieron fuego a su caja de resonancia oficial: el perió dico La Información, en junio de 1919.
Repensar la dictadura. E régimen de Tinoco ha encon trado tanto aduladores como críticos acérrimos entre afi cionados y algunos historia dores de la vieja guardia. Los historiadores profesionales sabemos que la función so cial de nuestra disciplina es intentar atenerse a los datos y formular interpretaciones razonadas, más allá de sim patías o antipatías.
Por eso, el centenario de fin de esa dictadura ameri ta intercambios académicos de cara a la opinión pública Silencio, olvido o usos políti cos en cualquier sentido no sirven de nada para pensar ese momento de quiebra y descomposición del régimen republicano costarricense Nuestra democracia actual necesitada de reinventarse lo exige.
Tinoco encarceló y derramó sangre. Fue la más feroz expresión del totalitarismo