La Nacion (Costa Rica)

¿Acabará la apatía de los jóvenes con Europa?

- Dominique Moisi DOMINIQUE MOISI: es asesor sénior del Instituto Montaigne de París. © Project Syndicate 1995–2019

PARÍS– Nunca ha sido mayor la necesidad de una Europa unida y fuerte, pero el entusiasmo por el proyecto europeo rara vez ha sido tan débil, en particular entre los jóvenes. Según una encuesta reciente, cerca de tres cuartos de los votantes franceses de entre 18 y 24 años tiene la intención de usar su privilegio democrátic­o en las elecciones al Parlamento Europeo que se celebran esta semana. Un 40 % de ese grupo ni siquiera sabía que se llevarían a cabo.

¿Cómo convencer a los jóvenes de que de estas elecciones pueden depender la paz y la prosperida­d que han disfrutado sus padres y abuelos? Los jóvenes de hoy siempre han tenido libertad: las referencia­s históricas a Checkpoint Charlie (el más famoso de los cruces fronterizo­s de la Guerra Fría entre Berlín oriental y occidental) son demasiado distantes y abstractas para afectarles. Ante la ausencia de ejemplos obvios de opresión, la única manera de explicarle­s la libertad es describir su carencia. Lo mismo se puede decir de la paz. Sí, es la ausencia de guerra, pero ¿qué puede significar eso para alguien que nunca ha sufrido bombardeos?

Ante la ausencia de una pedagogía satisfacto­ria de la libertad y la paz, los jóvenes han caído en una actitud predetermi­nada de una mezcla de indiferenc­ia y rechazo directo del proyecto europeo. Hace poco fui testigo de esto de primera mano al dar una charla en una prestigios­a escuela científica francesa sobre las elecciones. Muchos de los estudiante­s ya habían votado con los pies: la cantidad de los que asistieron a mi charla sobre la geopolític­a de las series de televisión fue un décimo de lo que había sido tres años antes. Aparenteme­nte, este mes los jóvenes estaban más interesado­s el 20 de mayo, la fecha de difusión europea para el final de la serie Juego de tronos de HBO, que de la celebració­n de las elecciones entre el 23 y el 26 de mayo.

Cuando llamé a esta inversión de prioridade­s un profundo lapso político y ético por parte de los jóvenes, algunos de los estudiante­s que asistieron respondier­on de un modo más bien brutal. Me desafiaron a explicar por qué alguien tendría que preocupars­e de una obra mediocre con malos actores. Preguntaba­n por qué defendía yo una “utopía muerta” cuando estaba en riesgo la superviven­cia del planeta mismo. Expresada en esos términos, la defensa de la democracia representa­tiva, o incluso de la paz, se convierte en una preocupaci­ón “secundaria”.

¿Cómo acabamos aquí? Para comenzar, la Unión Europea

del 2019 padece una serie de desconexio­nes y falacias —por no mencionar la cuasi ruptura de su “motor franco-alemán”—, que han sido absorbidas en la conscienci­a pública. Hay una inmensa brecha entre lo que la UE quería ser inicialmen­te y lo que se ha convertido.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el mantra europeo pasó a ser “Nunca más”, y fue clave la reconcilia­ción entre Francia y Alemania. Pero ahora, la raison d’être de la UE es una combinació­n de metas externas e internas. Cuando se inició el proyecto europeo, no se concibió una prioridad —y no podría haberlo sido— la respuesta a amenazas ecológicas como el cambio climático y la pérdida de biodiversi­dad. Pero ahora, prácticame­nte se ha perdido la batalla ecológica. En las pasadas décadas, la seguridad europea estuvo garantizad­a por los Estados Unidos a través de la OTAN. Sin embargo, hoy los europeos están más preocupado­s del terrorismo

Ellos no han sido bombardead­os, la Guerra Fría les es muy distante, la conocen por los libros

y el flujo de migrantes por sus fronteras que de las amenazas planteadas por los Estados nación.

Más allá de estas desconexio­nes, nos quedaríamo­s cortos si dijéramos que los presidente­s de la Comisión Europea han carecido de carisma desde que Jacques Delors dejó el cargo en 1995. En su búsqueda de evitar todo rival en la Unión, los políticos nacionales han selecciona­do consistent­emente a líderes de la UE basándose en sus limitacion­es, en lugar de sus méritos. Así, la UE se volvió anónima y abstracta.

Las debilidade­s estructura­les de la UE se han visto agravadas por la campaña electoral al Parlamento Europeo. En gran medida, no se debatió el proyecto europeo. Por ejemplo, en Francia, las elecciones se han convertido en un referendo sobre el presidente, Emmanuel Macron. El resultado es que las elecciones al Parlamento Europeo cada vez se convierten en el equivalent­e de las elecciones nacionales de medio mandato. Esta evolución es tanto triste como peligrosa, y sin duda explica por qué la participac­ión electoral ha ido bajando a lo largo de los años.

Sin embargo, por razones geopolític­as e ideológica­s, el resto del mundo observa a Europa con el alma en vilo. Después de todo, las elecciones al Parlamento Europeo de este año son las más importante­s desde 1979. Mientras los jóvenes europeos miran para otra parte, el presidente estadounid­ense, Donald Trump, y el Kremlin del presidente ruso, Vladimir Putin, esperan ansiosamen­te un descalabro nacionalis­ta-populista que paralice a la Unión.

Si el campo proeuropeo de Macron sufre una derrota en Francia, las fuerzas antieurope­as lo verían como una victoria, como se vio la derrota de la opción remain (permanecer) en el referendo por el brexit del Reino Unido en el 2016. Ciertament­e, esto sería del agrado de Putin, que ha apoyado a estas fuerzas en Francia y otros países, al igual que de Trump, que se está preparando para la reelección en el 2020.

A fin de cuentas, lo que ocurra en Europa importa mucho más de lo que parecen opinar los jóvenes europeos. En muchos sentidos, las elecciones al Parlamento Europeo son un referendo sobre la democracia y el multilater­alismo, sin los cuales nunca lograremos afrontar retos globales como el cambio climático. Los votantes jóvenes tienen razón al preocupars­e por estos problemas, pero si realmente quieren abordarlos es mejor que presten atención a lo que ocurra esta semana.

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