La Nacion (Costa Rica)

Las mujeres asediadas de América Central

- Lauren Hendricks LAUREN HENDRICKS: es vicepresid­enta ejecutiva de la Grameen Foundation, miembro del Consorcio WAGE. © Project Syndicate 1995–2019

WASHINGTON, D. C.– En Honduras, El Salvador y Guatemala, las mujeres que buscan escapar de la pobreza abriendo pequeños negocios suelen descubrir que el éxito trae consigo más sufrimient­o, no solo para ellas, sino también para sus hijos. Más allá de tener que lidiar con una cultura de machismo, una protección débil del Estado hace que las emprendedo­ras exitosas sean vulnerable­s a pandillas y milicias armadas. La dueña de una pequeña compañía de cosméticos lo dijo con estas palabras: “Siento que es mejor que mi negocio no progrese porque si crece seré víctima de extorsión”.

Una investigac­ión reciente confirma esos temores. Women and Girls Empowered (WAGE), iniciativa con sede en Estados Unidos cuya misión es reducir las barreras legales, económicas y normativas para la actividad comercial femenina en los países pobres, recienteme­nte realizó 27 grupos de sondeo en Honduras y El Salvador. Muchas de las barreras para el empoderami­ento económico de las mujeres que se identifica­ron —como el acceso limitado al crédito, la falta de educación empresaria y financiera, los derechos de propiedad desiguales y la falta de conexión con las redes sociales y los mercados— están presentes a escala global.

Pero las mujeres en América Central enfrentan amenazas adicionale­s originadas en la violencia de las pandillas y la actividad criminal organizada. Las tasas de feminicidi­o —el asesinato de una mujer o de una joven por cuestiones vinculadas al género— han alcanzado niveles epidémicos. En Honduras, hubo 5,8 feminicidi­os por cada 100.000 mujeres en el 2016. En El Salvador, la tasa es apabullant­e: 10,2 por cada 100.000. Las pandillas también obligan a los niños a integrarse a ellas y someter a las niñas a abusos sexuales.

Para las emprendedo­ras, la amenaza de un daño físico se ve agravada por las exigencias de sobornos o “impuestos” por parte de las pandillas. Para evitar llamar la atención de estos grupos, las mujeres prescinden de vidrieras o carteles, y operan sigilosame­nte desde sus casas, donde ofrecen productos directamen­te a los clientes. Viajan a ciudades alejadas —muchas veces a altas horas de la noche— para vender sus mercancías, lo que aumenta el riesgo comercial y los costos de transporte. Todo esto limita el potencial de crecimient­o de sus negocios.

Ahora bien, simplement­e renunciar al negocio propio tampoco es una buena opción.

Las pequeñas empresas siguen siendo una de las pocas vías disponible­s para salir de la pobreza en América Central, especialme­nte para las mujeres, que enfrentan tasas de desempleo un 50 % más altas que las de los hombres, debido en parte a normas culturales que impiden trabajar fuera de la casa. Como le dijo una mujer salvadoreñ­a a WAGE, “a mi marido no le gusta que yo trabaje. Si no le obedezco, corro el riesgo de que abuse de mí”.

Cuando la única opción para escapar de la pobreza implica ponerse un blanco en la espalda y en la de la familia, el futuro se ve lúgubre. Naturalmen­te, muchas mujeres centroamer­icanas desesperad­as han huido de su casa —muchas veces descalzas y con los hijos a cuestas— en busca de seguridad y oportunida­des en Estados Unidos. Pero por cada mujer que se va, muchas más quedan atrás, ya sea en su ciudad natal o en ciudades nuevas en el interior de su país, donde no les queda más que esperar que su flamante anonimato les ofrezca cierta seguridad.

La capacidad de ganar un ingreso decente y vivir de manera segura dentro de su propia comunidad es vital no solo para el bienestar propio, sino también para el desarrollo económico y la estabilida­d política. Por eso, las iniciativa­s que buscan promover el crecimient­o económico en América Central —o, para el caso, en cualquier otra parte— deben abordar claramente las necesidade­s de las mujeres emprendedo­ras.

Si bien no hay soluciones simples, se pueden tomar medidas alentadora­s. En el centro de toda estrategia destinada a mejorar las condicione­s de las mujeres emprendedo­ras en América Central deberían estar las institucio­nes de microcrédi­to (IMC) locales.

Las mujeres dependen de las IMC para mucho más que financiami­ento de empresas nuevas. Según una investigac­ión de WAGE, también buscan educación financiera y ayuda para la planificac­ión de emergencia, para facilitar una huida rápida si fuera necesario; todo de manera discreta.

Las IMC deberían prestar atención a las necesidade­s de las emprendedo­ras y adaptar sus servicios según correspond­a. Por ejemplo, deberían ofrecer productos financiero­s que les permitan a las mujeres ahorrar en secreto, lejos de la mirada entrometid­a de sus maridos, los socios de sus parejas o los miembros de pandillas. También ayudarían los productos de crédito que ofrezcan tasas de interés más bajas o fomenten objetivos específico­s, como ahorros para emergencia­s de salud, incluidos ataques físicos.

Los consumidor­es globales también tienen un papel que desempeñar a la hora de mejorar las perspectiv­as económicas de las mujeres en América Central. Unas 300 compañías internacio­nales operan solamente en Honduras, en sectores que van de los textiles a la electrónic­a. Los compradore­s de sus productos, en Estados Unidos y otras partes, deberían utilizar la fuerza de sus billeteras para persuadir a esas empresas a promover un cambio en las comunidade­s donde operan.

Presionada­s por sus clientes, las empresas internacio­nales que operan en América Central deberían usar su influencia para exigir que los gobiernos locales y nacionales eliminen la corrupción que permite la impunidad y sancionen leyes que protejan a las mujeres y a los niños. Al mismo tiempo, deberían crear alianzas con las IMC y organizaci­ones de la sociedad civil para crear iniciativa­s de responsabi­lidad social empresaria­l que respalden directamen te a las comunidade­s locales especialme­nte a las mujeres.

Los gobiernos extranje ros, empezando por Estados Unidos, deberían respaldar e progreso en la región, incluso a través de un suministro con tinuo de ayuda. Los investiga dores han demostrado que, en medio de sacudidas económi cas severas, la ayuda extran jera puede contribuir signifi cativament­e a la prevención del conflicto. Dado el efecto po deroso que esto tendría en los flujos de inmigrante­s, Estados Unidos debería estar motivado para fortalecer sus esfuerzos para ayudar a reducir la po breza y la violencia en Améri ca Central.

Como están dadas las cosas hoy, las mujeres en la región enfrentan una elección imposi ble entre escapar de la pobreza y mantenerse a salvo; en mu chos casos, no alcanzan ningu na de las dos cosas. Tienen e impulso para fundar pequeñas empresas, mejorar el bienestar de sus familias, alimentar e crecimient­o económico loca y fortalecer la estabilida­d re gional. Pero necesitan apoyo Y nosotros debemos dárselo.

‘Siento que es mejor que mi negocio no progrese porque si crece seré víctima de extorsión’

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