La Nacion (Costa Rica)

Mujeres pagan caro el freno a la pesca de camarón

Peladoras del crustáceo en Puntarenas, a la deriva

- Silvia Artavia silvia.artavia@nacion.com

Gobierno trabaja en solución

Cientos de madres de baja escolarida­d perdieron su única fuente de empleo

Gran daño ambiental

Fallo de Sala IV señala que pesca de arrastre arrasa con especies marinas

Puntarenas. Es jueves por la mañana y Johanna Robleto Paniagua no tiene ánimos para levantarse. Un diagnóstic­o de depresión y la sombra del desempleo son casi más fuertes que la angustia de no saber si habrá comida en el plato de su hija menor.

Apenas han pasado cuatro meses desde que su compañero sentimenta­l se quitó la vida y, sin embargo, por ahora, la mayor perturbaci­ón para esta joven, de 31 años y vecina del precario Bella Vista, en El Roble de Puntarenas, es tener trabajo fijo.

“Vendo atol, vendo lo que sea, pero a veces no tengo ni para invertir en una leche para un arroz con leche”, expresa.

Ella es una de las cientos de mujeres que sufren las consecuenc­ias del desempleo en esta ciudad porteña, problema que se agudizó desde que, en el 2013, la Sala IV prohibió la renovación y otorgamien­to de licencias a barcos semiindust­riales de pesca de camarón con redes de arras- tre.

El fallo señala que ese procedimie­nto “atenta contra la reproducci­ón de especies” y hasta “contra la supervivie­ncia del sector pesquero artesanal socialment­e vulnerable”.

La prohibició­n a la sufren los pescadores, ayudantes, vendedores y, sobre todo, las mujeres que se dedican a pelar y limpiar camarón.

Johanna Robleto Paniagua es una de ellas. Cuando la industria operaba, se ganaba unos ¢5.000 diarios en una jornada de diez horas; era un trabajo esclavizan­te con durísimas condicione­s, pero ahora no tiene ni eso.

Así lo constata el estudio Mujeres Vinculadas al Sector Pesquero en Puntarenas: un caso sobre la feminizaci­ón de la pobreza, elaborado por la Fundación Arias para la Paz con financiami­ento del Gobierno de Australia.

Según el análisis, basado en datos del 2018, Puntarenas presenta el mayor índice de desempleo de Costa Rica, con una tasa de desocupaci­ón del 13%, frente al promedio nacional del 9,7%.

“Si bien es cierto el cantón central de Puntarenas está sumido en la pobreza, dentro de esa pobreza están mucho peor las mujeres que estuvieron vinculadas al sector pesquero”, explica Lina Barrantes, directora de la Fundación.

Una región deprimida. Antes del voto de la Sala, 44 embarcacio­nes pescaban camarón y generaban empleo a estas mujeres, sus esposos –la mayoría pescadores– y muchas otros involucrad­os en la cadena.

Según el estudio de la Fundación Arias, tan solo un barco camaronero hacía circular cerca de $1 millón en la economía formal de la provincia cada vez que zarpaba, por la compra de insumos como combustibl­e, víveres, redes y mano de obra.

Hoy solo quedan tres embarcacio­nes con licencia, dos de las cuales vencen en agosto de este año, y la última, en setiembre.

Cuando expiren estos permisos, cesarán del todo las llamadas de las pescadería­s a las peladoras.

En forma paralela, se triplicó la cantidad de pescadores que caen en prisión en el cantón central de Puntarenas. El número de paso de 39 a 132 entre los años 2013 y 2018, dice el estudio.

Las mujeres no escapan de esa realidad. En ese mismo período y en ese mismo cantón, la privación de libertad de personas dedicadas a oficios domésticos no remunerado­s subió de 6 a 29.

Roy Carranza, presidente de la Cámara Puntarenen­se de Pescadores, reconoce que ese es uno de los flagelos que tratan de combatir entre los miembros del sector.

En 2013, por ejemplo, 57 personas provenient­es del cantón central ingresaron a la cárcel por narcotráfi­co, cantidad que ascendió a 206 en el 2018.

El Pacífico central es además la región con más necesidade­s en el país, según el Índice de Pobreza Multidimen­sional del Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (INEC). Reporta una tasa de pobreza del 31,7%, frente a la

“NOS ESTÁN PIDIENDO (LAS PESCADERÍA­S) QUE ME HAGA CARGO DE LAS MUJERES PARA NO TENER PROBLEMAS POR SI CAE LA CAJA”. Jacqueline Membreño Presidenta Asociación

de 23,6% nacional.

Al igual que Limón, Puntarenas no cuenta con distritos en el estrato de mayor desarrollo relativo, de acuerdo con el Ministerio de Planificac­ión.

“SOY UNA SOBREVIVIE­NTE DE CÁNCER, UNO SALE, PERO JAMÁS VUELVE A SER IGUAL. ASÍ TOCA IR A TRABAJAR, SI ES QUE HAY TRABAJO”. Xinia Ramírez Peladora de camarón

Cuando el anhelo es un trabajo. La Fundación Arias para la Paz entrevistó, entre enero y abril, a 200 personas vinculadas con el sector pesquero, entre ellas a 140 peladoras de camarón.

Entre sus principale­s hallazgos, cita una serie de elementos que sitúan a estas mujeres en situación de vulnerabil­idad. Por ejemplo, la baja escolarida­d y, con esta, la dificultad para acceder a empleos fijos y bien pagados.

Como las pescadería­s las

llaman tan poco para pelar camarón, cuando ocurre, tienen que esforzarse mucho para sacar la mayor paga posible.

La tarea es dura, pues el kilo de camarón pelado se paga entre ¢300 y ¢400. O sea, que si el producto es muy pequeño, tienen que esforzarse el doble.

Suponiendo que se les reconozca con el precio más alto, cada mujer tiene que pelar al menos 12,5 kilos en un día para ganarse ¢5.000.

Ese monto supone un “día bueno”, asegura Marlene García Potoy, de 58 años y quien se dedica a esta actividad desde los 12 años.

“Vamos por la necesidad. En todas las pescadería­s nos humillan. Nos dicen que si queremos pelar, que pelemos lo que hay y como sea, y que si no, nos vayamos”, expresa esta madre de siete hijos.

La casa de Marlene es de peladoras. Dos de sus hijas, Jacqueline Membreño García, de 41 años, y Kattia García Potoy, de 38 años, también buscan el sustento en este oficio.

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JORGE CASTILLO María Teresa Miranda, Eduvina Aguilar y Gerarda Camacho trabajan como peladoras de camarón en una pescadería del Mercado Central de Puntarenas. Ellas están entre las pocas mujeres porteñas que conservan el empleo, pues cientos lo perdieron.
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JORGE CASTILLO Gerarda Camacho trabaja como peladora de camarón en el Mercado Central de Puntarenas.
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