La Nacion (Costa Rica)

Hacinamien­to

- Ileana Chinchilla Fallas Contralora de Servicios de Caja de ANDE Barrio México Angélica Ureña San José San Pablo de Heredia Martín Marín Heredia

Hernández Páez a los funcionari­os de la sucursal de Caja de ANDE de Alajuela, el 24 de junio. Él es hijo y beneficiar­io de una muy querida accionista nuestra, Amalia Rita Páez Ávila (q.d.D.g.).

Vi en un canal británico un programa de talentos donde presentaro­n a un joven de 18 años poseedor de una voz maravillos­a. Cuando le consultaro­n sobre él, confesó ante los jueces y los miles de espectador­es que por ser homosexual sus padres lo expulsaron de la casa.

A muchos nos falta tolerancia y respeto. Hablamos de dignidad cuando algunos la han perdido durante años por el problema del machismo. Tenemos hijos y nietos. Jamás debemos señalar a nadie por sus preferenci­as. “Lucho por triunfar en mi gran soledad, pero el gran amor por mis padres es el mismo. Lo que más deseo es un abrazo de ellos”, dijo el muchacho. Ojalá sus padres recapacite­n.

Albán Rugama Dávila

El 5 de julio publiqué en este espacio de La Nación una carta sobre la situación en la agencia de Acueductos y Alcantaril­lados en Pavas, no en las oficinas centrales, donde el hacinamien­to es insoportab­le tanto para usuarios como trabajador­es. Volví en estos días esperando encontrar alguna mejora y la situación sigue igual.

No niego la urgente necesidad de dar protección y dotar de tecnología de punta las instalacio­nes de nuestro Teatro Nacional, para lo cual se le solicitó al Banco Centroamer­icano de Integració­n económica (BCIE) un crédito por $31 millones. Mas, ¡por Dios santo!, con esa cantidad casi se podría construir otro teatro nacional o construir dos pasos a desnivel, tan necesarios en nuestras colapsadas carreteras, o comprar dos trenes eléctricos y desahogar el tráfico vehicular.

Invirtamos y protejamos nuestro Teatro Nacional, pero dimensiona­ndo objetivame­nte cuáles son las obras verdaderam­ente urgentes en el país. Julio Vindas Rodríguez

El presidente, el Poder Judicial, el OIJ y la Fuerza Pública no ven las noticias y por eso no se dan cuenta de la desprotecc­ión que sentimos los costarrice­nses.

Al delincuent­e se le asigna un valor más grande que al ciudadano honesto y trabajador. Las leyes son blandas y por eso vivimos intimidado­s. Quedé asombrado del asesinato ocurrido en un restaurant­e de venta de pollo en Desamparad­os. El colmo es dejar a los delincuent­es libres con tobillera para que vuelven a hacer lo mismo.

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